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- ¡Catalina! ¿Donde andas mocosa? Tengo siglos buscandote sin siquiera verte la punta de la nariz y ésto ya me está hartando. ¡Deja que te encuentre y te las veras conmigo, niña! La histería de Victoria no tenía limites y no erá tanto su enojo, si no el hecho de no poder encontrar de una vez por todas al objeto de sus negros insultos que la hacía perder la cabeza. Sus gritos se escuchaban por todo el jardín y ésto hacía mas dificil de soportar su humor tanto por los mozos que trabajaban bajo el torido sol del verano que por la misma Catalina que Díos sabe donde se había metido no más para no escuchar la molesta voz de su madre. Los instantes pasaban con la velocidad de la luz y los gritos insoportables de Victoria se hacían cada vez más profundos porque podrían matar de lejos a cualquiera que se había atrevido aparecerse en ese momento en frente de ella.

Hasta que llegó al patío de atrás, donde estaba la alberca, pasó más de media hora, tiempo en el que los insultos y las palabaras histericas saltaban de su boca igual que los sapos del lago en pleno verano, haciendola parecerse más a una doña de burdel que a gran señora de sociedad – fachada que con tanto esfuerzo trataba de mantener, aúnque solo de dientes para afuera, porque por dentro su alma estaba más negra que la misma oscuridad del infierno.

Total opuesta a la imagen de Victoria es Catalina. 18 primaveras solamente lleva encima la dulce jovencita que igual que una sirena nada en la alberca llena de agua cristalina. Arriba el sol ardiente transforma el cielo en un espejo brillante adornado con nubes transparentes que de vez en cuando se convertían en sobreros de la tierra cubriendo por instantes las rayas toridas del sol y así dandole chanse a todo christiano respirar hondo para refrescar su frente y poder levantar la mirada agradecida hacía Díos. La misma mirada agradecida tiene y Catalina al salir del agua y tratando de secar su pelo en brincos felices y llenos de vida acompañados por una risa dulce y cristalina como las lágrimas. Sus ojos verdes, sombreados por largas pestañas del color de la pluma del cuervo, brillan como diamantes en el baile ritmado de las rayas del sol que juegan traviesas en el agua de la alberca reflejandose en su pel mojado y así dibujandole la dulce imagen de una Virgen apenas bajada del Cielo. El pelo negro Catalina lo tiene total mojado y salpicando por todas partes gotas de vida, gotas de agua que transforman el hermoso corte-bob que tanta hermosura le da a su cara blanca en sus momentos de buen areglo, en una especie de peluca sin chiste que con una sola tocadita de mano entre los hilos rebeldes lo vuelven a la vida.

Ese preciso juego de mano en su pelo mojado lo jugaba Catalina en el instante en el que transformada en huracán llegó al patío Victoria. Con solo ver a su hija, Victoria empieza a gritar más fuerte salpicando por todas partes su veneno, pero que de alguna manera, total insoportable para ella, no logra dañar la alegría imensa que lleva en su alma la hermosa Catalina:

-Aquí estabas, como siempre en tu dichosa alberca. Y claro que no escuchas cuando te llamo si estabas brincando como una ...pero no voy a perder mis nervios en ti. No señorita y sabes por que? Porque no vales la pena. Yo tratando de transformarte, de educarte, de convertirte en una señorita decente, una señorita de sociedad y tú como siempre hechando todo a perder ...

Al ver que su discurso barrato no tiene efecto algúno en su hija que con una tranquilidad desbordante la mira directamente en los ojos, Victoria cambia de tactica y acercandose a Catalina le agarra la barbilla con dos dedos forzandola mirarla sumisa y le dice con voz tajante, de hielo, como si no le hubiera dirijido la palabra a su hija si no a una total desconocida que merecía su imenso desprecio:

-Es hora de que te cambies y vayas a ver a tu abuelo. Si mal no lo recuerdo hoy tienes cita con tu prometido y no quiero que la pierdas por nada en el mundo.

- Parece que te olvidas mama – yo no me caso con Rodrigo, no lo amo y es hora de que lo aprendas a respetar tú.

Ese instante de valentia le costó a la pobre de Catalina una tremenda bofetada de su madre, bofetada que no solo le voltió la cabeza, si no que dejó una imensa marca roja en su mejilla derecha que la sonrojaba hasta a la sangre. Las lágrimas se salieron sin quierer de los ojos de la joven, pero ella logró, con un esfuerzo casí inumano, mantener la calma, cosa que a Victoria la sacó más de quisio y agarrando a Catalina de los brazos, con toda la fuerza de la que erá capaz la voltea hacía ella sacudeandola de pie a cabeza:

-Aúnque me retes, aúnque te impongas, tu destino esta en mis manos y como dije siempre tu destino lo escribo yo. Si digo que te casas, te me casas Catalina Ballasteros Miranda y eso como digo ya.

Su rabia no solo se veía en su mirada y se sentía en su voz, si no que la transformó en una total fiera al terminar de hablar y para demonstrar su posición ante el que se atrevía desafiarla, Victoria empuja a su hija hacía la pared sin importarle que le provocaba daño, pero más daño hacían sus palabaras y actos que el impacto con el suelo. Arodillada ante la vida, Catalina logró levantar la mirada y mirar trás su madre que se iba triunfante, después de haber logrado una vez más lo que siempre quiso – ver a su hija derrotada ante ella, pero lo que no sabia Victoria erá que sus actos no hacían más que incrementar la rebeldia y la fuerza en alma pura de la dulce joven. 

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⏰ Last updated: Feb 23, 2018 ⏰

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7 vidasWhere stories live. Discover now