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—¿Que hiciste qué? —preguntó Sergio.

Se levantó del sofá en el que estábamos tumbados, en el salón de estar de su pequeño apartamento. Quizás porque él era una persona mucho más agradable que yo, él había conseguido un alojamiento más amplio y mucho mejor decorado que el mío. O quizás fue que él simplemente insistió más y yo no estaba con ganas de eso.

Como sea, se sentó y yo me puse a jugar con algunas de las hilachas que sobresalían del borde del cojín rojo que tenía abrazado. Momento, retiren lo de bien decorado. El sofá era de un café opaco y los cojines rojo sangre. ¿Quién diablos pone algo así junto?

—Kenia —me interpeló—, repite lo que acabas de decir.

—Apliqué el arma de control mental sobre mí. Y, por error, sobre otras dos personas más. —No levanté la mirada, porque no quería ver su rostro. Iracundo y decepcionado, si tenía que adivinar. Probablemente herido, por no haberlo incluido.

—¿Quiénes más?

—¿Importa?

Me lanzó una mirada y me callé.

—Lorena y Darío.

—¿Lorena? —gritó—, ¿metiste a Lorena en esto? ¿Cómo se te ocurre? ¿No que querías mantenerla a salvo y fuera de todo esto?

—Fue un pequeño error de cálculo —admití renuente.

—¿Pequeño? —bufó. Entonces pareció recordar algo—. Dijiste Darío. ¿Qué Darío?

Mis manos se volvieron la cosa más interesante de mundo. ¿Por qué había creído que era una buena idea contarle todo? Ah, sí, porque estábamos saliendo juntos y las cosas ya se habían salido del plan en el primer instante en el que lo puse en práctica, y necesitaba una voz racional que impidiera que todo se fuera al carajo. Respiré profundo.

—Tú sabes cuál.

—¿Le dijiste a ese tipo? ¿Pero no a mí?

—Fue mi error, lo admito.

—¿Solo así? ¿Nada más? ¿Por qué, Kenia? ¿Él, de todo el mundo?

Mierda, por qué tenía que sonar tan herido.

—Sabía que tú me dirías que no —le espeté—, me dirías que era un pésimo plan e intentarías disuadirme, y él, bueno, a él no le iba a hacer caso de todas maneras, pero a ti no puedo ignorarte. Y además, él vio lo que pasó con Romina, entonces pensé que su conocimiento podría ayudarnos. Lo bueno es que ahora como él también está con esto, necesitará nuestra ayuda para seguir vivo.

—O podría elegir volverse loco y empezar a matar a todo el mundo. ¿Lo pensaste siquiera?

—No creo que...

—¿Qué? —interrumpió—, que vaya a hacer eso. ¿Lo conoces tan bien? ¿No fue el que te lavó el cerebro, fingió ser tu novio y luego intentó matar a tu hermana?

—En realidad —murmuré entre dientes—, la salvó.

—Pero luego ayudó a intentar matarte y secuestrar a tu mejor amiga.

—¿Realmente tienes que decir todo eso? —pregunté—, no es como si no lo supiera. Yo misma pensé todo eso antes de pedirle ayuda.

—¡Pero aún así lo hiciste! —protestó—. Solo... ayúdame a entender, ¿cómo? ¿Qué tiene él que te hace volver cada vez?

—¡No estoy volviendo con él! ¿De eso se trata todo esto? No estoy buscando retomar una relación, o intentar encontrar el bien en él, aunque sí sé que debe estar allí, estoy casi segura de ello. Lo que hice fue una decisión racional, que tú no pareces estar haciendo. Y es irónico, ¡porque lo que necesito de ti en este momento es tu puta racionalidad!

Conquista (Resistencia #3)Where stories live. Discover now