Capítulo 3

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—¿Realmente lo saben? —preguntó incrédulo, acabándose de una vez la pequeña medida de ron que él mismo se había servido. El líquido le quemó la garganta al punto de obligarle a toser por el ardor, pero fue sólo un momento que poco pareció molestarle pues volvió a servirse una medida más de inmediato.

—No con certeza, pero están peligrosamente cerca de saberlo.

Ambos callaron, siendo la música de fondo que salía de la vieja fonola el único sonido perceptible en todo el bar. Bent había sido quien la encendió, colocando una moneda y seleccionando uno de sus temas preferidos, uno de los primeros que escuchó cuando él bajó a Londres, allá por los años '70.

Estaba tan confundido como cualquier otro, sin realmente comprender como había llegado hasta allí, pero sí las razones por las que lo había hecho.

—¿Así que tú serás mi reemplazo? —le había preguntado Gordon, el primer humano que conoció, el primer caído al que vio—. Levántate y sígueme, tienes mucho que aprender como para estar perdiendo el tiempo aquí.

Esa misma noche le explicó todo lo que él sabía, horas y horas de información, recuerdos, anécdotas y advertencias. Eran demasiadas las cosas que el mayor debía de contarle y poco el tiempo que le quedaba para poder hacerlo. Bent le escucha completamente atento, captando y analizando cada palabra, para luego escribirla en su mente cuidadosamente para que nunca llegase a borrarse.

—¿Has entendido todo? —le preguntó, aproximadamente a las cuatro de la madrugada. Bent asintió enseguida, sin dudarlo, y Gordon rio con ganas. Revolvió su cabello, gesto que el ahora anciano Bent jamás olvidó, y le dijo: —Perfecto, ahora sólo me queda una cosa por mostrarte y me sentiré finalmente tranquilo.

Le llevó a Nightfall, que para ese entonces era un típico bar setentoso, en donde el rock se escuchaba ya desde un par de calles de distancia. El sitio no le inspiró demasiada confianza la primera vez que fue, antes de entrar podía percibir a los caídos que allí dentro se encontraban, y eso no le gustaba para nada. Pero una vez que la puerta se abrió, Dancing Queen ingresó por sus oídos, y una escena en donde todos bailaban, reían, o bebían como amigos, hizo que cualquier preocupación abandonara su cuerpo.

Y él también bailó, rio, se divirtió como nunca lo había hecho en Riyadh. Conoció mucha gente, hablo mucho con ellos, escuchando un sinfín de historias y trayendo también noticias frescas de su antiguo hogar. Gordon había ya pasado a segundo plano, la penúltima vez que le vio fue en la barra, bebiendo algo amarronado, sonriéndole y saludándole con un leve movimiento de su mano derecha.

Y la última vez que le vio, fue al día siguiente, cuando volvió una vez que el bar cerró sus puertas, tirado en la cama, ya sin el latir de su corazón.

—¿En qué piensas? —le preguntó el actual dueño del bar, a un Bent que parecía estar en un lugar muy lejos de allí.

El mayor suspiró, y luego sonrió con melancolía, levantándose de su asiento para acercarse una vez más a la fonola. Ingresó una moneda, eligió uno de los discos, luego una canción, y en cuestión de segundos el tema de Abba volvió a inundar el lugar.

—¿Un clásico, cierto?

—Mucho más que eso —respondió, notando que dentro de muy poco ya no serían los únicos allí—. Y encaja perfecto para esta situación, una especie de déjà vu —señaló con el rostro a la puerta, que al instante se abrió, apareciendo tras su umbral a un joven de cabellos y ojos negros, que aparentaba unos 25 años de edad humanos y mostraba un grado alto de sorpresa en su rostro.

—¿Tan temprano, Dean? Insisto, eres un excelente empleado —dijo con una sonrisa a su ahora nuevo empleado favorito.

*

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⏰ Last updated: Mar 31, 2018 ⏰

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