A FUEGO LENTO

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A través del parabrisas se veía caer las gotas de lluvia en el cristal. El ruido del limpia parabrisas a penas dejaba oír la melodía que sonaba en la radio. Ensimismada en sus pensamientos, Belina no dejaba de pensar en sus hijos, a los que acababa de dejar en casa de su ex marido, después de su fracaso matrimonial, lo que peor llevaba era separarse de sus hijos, dejarles todo el fin de semana con su ex marido, le producía una inmensa tristeza. Un fuerte ruido hizo que Belina se sobresaltara, una moto se dirigía directamente hacia ella, frenó en seco, aunque no pudo evitar que el coche empezara a girar sobre si mismo, hasta que por fin paró, mientras la moto la esquivaba por la derecha. En un segundo, toda su vida pasó por su mente, y sólo la imagen de su hijos provocó que estallará en un llanto, sólo el pensar en la muerte, en que dejaría a su hijos solos, al cuidado y crianza de su ex marido, le producía aún más ganas de llorar. Sólo un golpe en la ventana del coche, hizo que se sobresaltara, logrando dejar de llorar. - ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? - le pregunto un hombre vestido con unos vaqueros negros, y una cazadora de cuero negra, con un caso en la mano. Belinda se percató que sería el mismo que iba en la moto minutos antes, se incorporó y salió del coche, aún muy nerviosa y enfadada. - Estoy bien - le contestó Belinda. - ¿Te das cuenta de que casi nos matamos, por tu culpa? ¿A caso no sabes ir más despacio? Todos los motoristas sois iguales, no os importan los demás, os creéis los dueños de la carretera- le dijo Belinda enfadada y entre sollozos. - Perdona, pero para tu información llevo conduciendo una moto desde hace veinte años, y jamás he tenido un accidente, y tampoco lo he provocado. Lo que pasa es que el asfalto esta mojado por la lluvia y en la curva se me fue la moto, además porque te estoy dando explicaciones, yo también me he asustado, no te creas. - en ese momento, el hombre se sintió culpable al ver a aquella mujer tan nerviosa y empapada por la lluvia. Así que intentó, ser amable con ella. - Mira, los dos estamos muy nerviosos, por suerte ninguno ha resultado herido, y ni la moto ni el coche han sufrido daño alguno. Así que lo mejor será que nos tranquilicemos, ¿por qué no nos tomamos un café? A unos 200 metros de aquí hay un pequeño bar.
- No, gracias. - dijo ella seriamente. Mientras se introducía de nuevo en el coche.
- No creo que sea conveniente que sigas conduciendo en el estado en que te encuentras, deberías tranquilizarte un poco antes de seguir tu camino. - le dijo él.
- Por supuesto que me tranquilizaré, cuando ya no tenga que verte delante de mi - dijo ella arrancando el coche, y siguiendo su camino. En su mente, ya había pensado parar en el bar, para secarse un poco y tomarse una tila, ya que sería una locura seguir el camino a casa, con lo nerviosa que estaba. Pero quería evitar tener que ir con un hombre al que no conocía. Llegó al bar pasados unos minutos, justo cuando acaba de aparcar el coche, llegaba una moto que aparcó junto a ella. Era él, otra vez.
- Por lo menos, deja que te invite. Me gustaría comprobar que te tranquilizas antes de seguir tu camino - le dijo él amablemente.
- No necesito que nadie cuide de mi, y menos un desconocido contestó ella, mientras entraba en el bar. El, sin hacerle caso, entró junto a ella, se dirigieron a la barra, Belinda pidió una menta con tila, y se fue al baño para secarse un poco el pelo y cambiarse de camiseta, mientras que él se quedó pidió un café a la camarera, y sentándose en una mesa para dos. Cuando Belinda salió del baño, deseo que el hombre ya se hubiera marchado, pero allí estaba, frente a ella, y haciéndole un gesto para que se sentará junto a él. Belinda, se dio cuenta de que lo que había pedido en la barra estaba en la misma mesa, así que no tuvo más remedio que sentarse allí. El silencio reinó por unos minutos, minutos en los cuales Belinda no dejaba de mirar su taza, pensando en .....nada. En cambio, él, no dejaba de mirarla a ella. Tenía frente a él, una mujer de unos treinta y ocho años, pelo largo y castaño claro, rizado. Una mujer de un metro sesenta, aproximadamente, no delgada, y con curvas. Lo que más le llamaba la atención de ella, eran sus ojos, o mejor dicho, su mirada, tenía una mirada triste. - Mi nombre es Iván - dijo él, rompiendo el silencio, y alargando la mano, para presentarse amablemente. Belinda, levantó la mirada, e intentando ser amable, respondió al saludo. - Yo soy Belina - dijo ella. Mientras bebía. - Y dime, Belina, siempre eres tan borde, o es por los nervios dijo él sonriendo. Ella lo miró muy seria, y le dijo: - Normalmente no soy amable con los desconocidos, además... el sonido del móvil de Belina la interrumpió, buscó en su bolso y miró la llamada, era su ex marido, no tenía ni ganas ni fuerzas para hablar con él, así que volvió a guardarlo en el bolso, con lágrimas en los ojos, intentando no ponerse a llorar. Iván se dio cuenta, de que algo más le pasaba aquella mujer, de que su estado de ánimo no era solo consecuencia del accidente. Así que intentó entablar conversación con ella. - Y dime, adonde te diriges? - preguntó él. - Me dirijo a Durango, regresaba a casa. - Yo vivo, en Bilbao, pero trabajo en Durango, en la estación de Bomberos, soy bombero. - dijo él, haciendo que Belina esbozara un pequeña sonrisa. - ¿Qué te hace gracia? - preguntó él. - Eres el primer bombero que conozco, simplemente eso. - Me alegro ser el primero, y me alegro que sonrías por fin.- dijo Iván, sonriendo. La conversación siguió unas dos horas más, Iván resultó ser un hombre con mucha labia, le contó a Belina algunas anécdotas de su trabajo, habló mucho de él, de sus aficiones, de lo mucho que le gustaba salir a pasear con la moto... - Y tú, háblame un poco de ti, a ti que te gusta hacer? - preguntó él. - Ya es muy tarde, sería mejor que me marchara ya, todavía tardaré más de media hora en llegar a casa - dijo Belina, evitando así contestar a su pregunta. No le apetecía hablar de ella, en realidad no le gustaba contar intimidades a nadie, y para ella ese hombre no era nadie, en este momento. - ¿Qué te vas? Pero.... - dijo él. - Mira, gracias por acompañarme, por invitarme, por preocuparte por mi, te lo agradezco, de verdad. He paso un buen rato hablando contigo. - dijo ella levantándose, dirigiéndose a la puerta y saliendo del bar. El siguió a su lado hasta llegar al coche. - ¿Nos volveremos a ver? - se atrevió a preguntar Iván. - Quizás - contestó ella. Arrancó el coche y se marchó. El hizo lo mismo. Belina llego muy tarde a casa. Preparó el baño, y se relajó durante una hora, se colocó el albornoz y se tumbó en la cama. Se quedó dormida. Al día siguiente, amaneció tumbada en la cama con el albornoz puesto. Se despertó, pensando, otro fin de semana sin nada que hacer sola, en casa, cada vez le costaba mas afrontar la soledad. Algunas veces se había planteado tener otra pareja, ya hacia casi dos años que se había separado. Pero los niños, hacían que esa idea se quedara en eso, una idea. Con niños de doce y ocho años, sería muy difícil comenzar una nueva relación, además estaba su ex marido, quien tampoco le ponía las cosas fácil. Sería una lucha constante, día a día, no se sentía preparada para afrontar todas las consecuencias que tiene el volver a enamorarse, el volver a amar. Definitivamente, idea rechazada. El fin de semana paso, sin pena ni gloria. Nada. Pasaron los días, los niños ya estaban de vacaciones, y a Belina, le faltaba una semana, para tener vacaciones. Llevaba ya cuatro años trabajando en una fábrica de café, en el departamento de calidad. Al fin, llegaron las esperadas vacaciones. Belina había preparado una pequeña escapada con los niños, se iban de viaje a Tarragona,
por una semana, los niños estaban deseando ir a Port aventura. Aprovecharon, el viaje al máximo, ya que a la vuelta, los niños pasarían los últimos quince días del verano con su padre, en un pequeño pueblo, y con los abuelos. Regresaron muy cansados del viaje, Belina, tuvo dos días, para deshacer maletas, lavar y planchar la ropa de los niños, y volver a hacer maletas, porque mañana, su ex recogía a los niños. Los niños estaban muy contentos, les encantaba viajar, fueran a donde fueran, siempre estaban dispuestos a salir. - Mamá, Cuida a mi tortuga, y recuerda que me prometiste una bici grande, cuando regresemos la compramos - le dijo Aaron a su madre, Aaron tenia doce años, y era muy responsable para su edad, aunque a veces le salía el fuerte carácter que ha heredado de su padre. - ¿y a mi que me vas a comprar? Mamá - dijo Johan, de ocho años. - Cuando volváis lo pensamos, chicos. Cuidaron mucho, y hacer caso a Papa y a los abuelos. - dijo ella, despidiéndose, y viendo como se iban en el coche a lo lejos. La tristeza la volvió a inundar, pero se prometió que esos quince días, iba a pensar sólo en ella, a hacer cosas que antes no podía hacer por los niños, a salir, y a cuidarse. Era la primera vez que se quedaba tanto tiempo sola. Decidió lo primero recoger la casa, después se preparó para ir a la piscina, estuvo como dos horas nadando, en vez de volver a casa, decidió pasar por el supermercado, hacer la compra. Ya en el supermercado, pensó comprar algo de comida preparada para comer algo rápido en el monte, llevaba un libro en el bolso, así terminaría la tarde, leyendo y viendo anochecer. Terminó de hacer la compra, se dirigió a la caja a pagar, cuando alguien la llamó por a tras. - Belina! - dijo una voz de hombre, que Belina reconoció al instante. Se giró y le vio. La verdad, es que no lo recordaba así, estaba distinto, pensó Belina. - Iván? - preguntó. - Ya veo que te habías olvidado de mi - dijo él sonriendo tristemente. - No, no es eso, es que no esperaba volver a encontrarte. - Acabo de salir de una guardia, y tenía que comprar unas cosas para el comedor de la residencia de bomberos, antes de ir a casa. - Yo estaba comprando algo para cenar, me iba de picnic, no me apetecía cenar en casa esta noche. - dijo ella. - ¿De picnic, puedo apuntarme? ¿o vas acompañada? - dijo con rapidez. Belina lo pensó un instante, y al final aceptó que la acompañase. - Pasaré a dejar la compra en el parque de bomberos, me acompañas? - preguntó él. - Mejor no, he venido andando. - Ibas andando hasta el monte? Pero si tienes más de cinco kilómetros entre la ida y la vuelta. - Me gusta andar, estoy acostumbrada. Yo me adelanto andando. - Podemos ir los dos en la moto. - No, me apetece andar. Te espero arriba, junto a la fuente del merendero. - Está bien, luego te busco. Nos vemos. - Y se despidieron. Belina ya estaba sentada en la toalla, leyendo un libro cuando llegó Iván en la moto, todavía no había sacado la cena. - Se está bien aquí - dijo él mientras dejaba el casco en la moto. Se acercó al precipicio para ver la vista de la Villa, todavía no había anochecido. Belina le observó detenidamente, a ella no se gusta acercarse al borde, le daba miedo las alturas, aunque no llegaba a tener vértigo. Se fijó que Iván llevaba unos pantalones vaqueros azules y una camiseta negra que resaltaba sus músculos, era algo más alto que ella, tenía el pelo corto y negro, y llevaba barba de unos días, tenía los ojos como castaño verdosos. Belina pensó que realmente no estaba nada mal aquel hombre, incluso llegó a sentir deseo al ver su silueta al tras luz del sol. - Me he acordado de ti estos días - dijo él. Belina, no supo que contestar, realmente ella no había pensado nada en él. - por la cara que has puesto, tú no te has acordado nada de mi - dijo él rápidamente, mientras se sentaba a su lado. - La verdad es que no, pero no me malinterpretes, es que he tenido unos días muy ocupados, he estado de trabajando, de viaje... - No me des explicaciones, no lo tendré en cuenta - Y tú por que te has acordado de mi? - preguntó ella.

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