Mis padres son lo que podrías llamar "peculiar" ambos son maestros; mi madre es maestra de escuela primaria y mi padre es profesor. Ellos se preocupan acerca de toda mi vida, desde si mis calcetines son lo suficientemente cálidos hasta mi cercano encuentro con la muerte.

No los culpo. El suicidio no es algo que se tome a la ligera. Pero ellos me tratan como si yo fuera un manojo de cartas, un delicado fragmento de cristal que está esperando a romperse. Y no me gusta ser tratada así.

Rompo en un ataque de tos mientras abro otra alacena, el polvo de ésta vuela fuera y se adentra en mis pulmones.

—Dios, ¿que los dueños anteriores no pudieron haber limpiado aunque sea un poco? —tartamudeo mientras mi tos cesa.

—Nadie ha vivido aquí por algunos años, la casa estuvo a la venta por mucho tiempo —mi madre dice sin más.

—Qué puedo decir —balbuceo y ella me mira.

—¿Por qué no vas a tu habitación a desempacar tus cosas? Estoy segura que hay menos polvo allí.

—No sé ni siquiera si recuerde el camino a mi habitación.

Mi madre agita su cabeza y una pequeña sonrisa aparece en su rostro por mi sarcasmo.

—Anímate cariño, ¿recuerdas que dijiste que tratarías de ser más optimista?

Suspiro, cerrando la polvorienta alacena.

—Sí —me quejo.

—Bien. Ahora sonríe y ve a desempacar esa hermosa habitación tuya —sonríe ampliamente devolviéndole yo, una falsa sonrisa.

Camino con dificultad por las escaleras, observando el enorme candelabro colgado encima del vestíbulo. Dios, este lugar es viejo.

El último escalón cruje en cuanto llego al segundo piso, mis ojos se mueven entre cada puerta hasta que encuentro la que al parecer es mía.

Empujo la adornada puerta de madera y entro en la habitación.

Mi cama está llena de cajas repletas al igual que cada espacio del lugar. Una larga ventana asoma a la parte trasera de la propiedad donde el gran patio trasero se extiende, el pasto es de un color verde llamativo. Un viejo espejo está apoyado contra la pared (lo hallamos en esta habitación cuando nos mudamos). Es lindo, creo. Mi madre dijo que podía tenerlo si quería, sino, ellos lo pondrían en el cuarto de huéspedes.

Camino hacia una caja marcada como "ropa" y decido que es lo primero que voy a desempacar.

El armario es amplio y suficientemente grande para acomodar mi estilo limitado de ropa. Soy minimalista cuando se trata de la mayoría de las cosas, ropa incluida.

Suspiro y abro la caja, solo para que una avalancha de confites caiga de ella. Hago una mueca. Siempre he odiado estas espumas de poliestireno, buenos-para-nada confites. Como sea, mis padres los aman.

Tomo unos jeans y blusas de la caja moviéndolos a mi armario.

Me quejo de inmediato cuando una capa de polvo vuela hacia mí de un estante.

—Maldito polvo —murmuro, pasando mi mano alrededor del espacio y dejando un camino limpio para mí. El polvo vuela junto con el aire en una repugnante nube. Arremolinándose.

Pongo las prendas sobre el perchero tratando de ignorar la abundancia de polvo. Estoy a punto de dirigirme hacia la planta baja en busca de un plumero, pero algo capta mi atención.

Una pequeña caja, metida dentro de uno de los estantes. Frunzo el ceño llegando hacia ella y tomándola, más polvo vuela del estante. Toso y corro mi mano por encima de la caja, limpiándola un poco.

Me siento en el colchón desnudo descansando en la orilla de éste y pongo la pequeña caja sobre mi regazo. Es negra, con un lindo diseño en plata sobre la tapa. Corro suavemente mis dedos sobre el exterior, intrigada.

Tal vez perteneció a los dueños anteriores y olvidaron llevársela con ellos cuando se mudaron.

Levanto la parte superior de la caja curiosamente.

El interior es de terciopelo negro, y el espacio es pequeño. No hay ni una sola mota de polvo dentro, pero eso no es lo más raro.

La única cosa que hay dentro es una sola fotografía Polaroid.

Ésta muestra a un chico el cual luce un poco más grande que yo, con cabello castaño y ojos claros. Una sonrisa es dibujada a través de sus labios, sus manos permanecen detrás de su espalda mientras él descansa contra la pared. Usa un fresco suéter color blanco y pantalones negros, la media sonrisa en su rostro es casi inquietante.

Doy vuelta a la foto buscando por algo que me indique de a quien podría pertenecerle.

No hay nada, a excepción de dos iniciales pulcramente escritas.

H.S.

Doy vuelta a la foto nuevamente quedando de frente, miro la fotografía por un rato, observándola.

Y la única cosa que puedo llegar a pensar mientras analizo la simple y casual fotografía es que este chico de la foto es una de las más intrigantes y hermosas personas que jamás haya visto.

Phantom [h.s] •Completa•Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu