Capitulo XIV: Emboscados

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—¿En qué puedo servirles? —preguntó Katar, con mayor sobriedad.

—Saludos señora, me llamo Kiril—el jinete más hacía el frente y al centro en la dirección de la mujer declaró—. ¿Podemos hacerle algunas preguntas, si es que no es mucha molestía?

—Claro que no—mintió, claro que era molestía, pero por sobre todo, temor—. ¿De qué se tratan?

—Representamos fuerzas del orden, y estamos en la busqueda de dos jovenes fugitivos de la justicia.

—¿Fuerzas del orden?

—Así es.

—¿No deberían estar uniformados en tal caso?

—Han sido momentos dificiles para el reino, señora —Kiril construyó la mejor explicación que pudo en el momento—. No sé si lo haya oído, pero el Rey Vaclav falleció.

—¿De verdad? ¡Qué terrible!

—Creemos que dos personas estuvieron involucradas en su muerte: un muchacho joven, y una joven campesina, viajan juntos y según la información que hemos recibido, fueron vistos por estas áreas. Por supuesto, la noticia de la muerte de un lider ha resonado en muchas partes, no sólo de Vasilea, sino del exterior, y para mantener el orden el ejercito ha estado en doble guardia, y nos ha pedido a nosotros, algunos voluntarios, que tomemos las armas y colaboremos en sus tareas.

—Y es por eso que ustedes están en tal labor, ¿verdad?

A Kiril no le gustó en lo más minímo el modo en que esa mujer le había contestado; no trataba de entender su punto, ni parecía aceptar sus explicaciones, pero si sabía algo, debía de controlar su indignación, y mantener la charada por un poco más de tiempo.

—Exactamente —él contestó —. ¿De verdad no había escuchado lo del destino de Su Majestad?

—Vivo sola, y no salgo mucho al pueblo. Además, tampoco viene demasiada gente por aquí...

—¿Entonces, recordaría como algo destacado el haber visto pasar a dos jovenes, no es así? Quizá estaban perdidos, quizá estaban asustados...

—Si quiere que sea sincera...no sé mucho, ni de politica, ni de crimen, sólo trato de sobrevivir. De lo que sí sé, es de supervivencia, cosa que no es sencilla aquí. Ustedes deben de saberlo, son muchos, están abrigados, y en caballos, y sin duda creo que al viajar por estos lares se percataron que no cualquiera podría soportar estos rumbos.

—¿Qué trata de decirnos?

—Lo siento, estoy divagando. Creo que lo que quiero decir es que si dos pobres jovenes estuvieran aquí, con estas nevadas, en esta época del año, lo más probable es que ya estuvieran muertos.

—¿Muertos, me dice? —Kiril agachó un poco su cabeza.

—Sé que suena algo crudo, pero creame: he vivido aquí lo suficiente como para encontrarme con algunas cosas poco placenteras.

No debía, pero de algún modo Katar no podía resistirse el resistirse, si bien no directamente: los números estaban en su contra, también las fuerzas, pero no le gustó como le hablablan, ni como caminaban ni marchaban: no eran como esos dos jovenes, que quizá era fugitivos, pero presintió casi al instante que los motivos por los cuales eran perseguidos no eran lo que pudieran parecer.

—Sólo para estar seguros —Kiril descendió de su caballo—. ¿Le molestaría si es que revisamos su hogar?

—¡Oh muchacho! ¡Me pondrían en enorme verguenza! ¡Es únicamente una casa humilde, pobre! No sé que pueda tener mi lugar, mi refugio que ustedes pudieran encontrar interesante.

Irene y el Ave de FuegoWhere stories live. Discover now