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Respondo a su mirada con una sonrisa.

—Hola —me dice ante el silencio—. ¿Vives allí?

—Sí. ¿Eres mi nuevo vecino? —pregunto mirando el departamento de donde acaba de salir.

—Eso parece —ríe.

Lo acompaño con una pequeña risita.

—Que coincidencia —pienso en voz alta.

Me mira sin entender.

—¿Qué cosa?

—Esto, coincidir nuevamente como vecinos después de tantos años.

La confusión crece en su rostro.

—¿Nos conocemos?

Su pregunta apaga mi buen humor, mi sonrisa desaparece y no sé qué decir al respecto. Definitivamente, no me recuerda. El silencio marca presencia y de pronto se llena por la voz de un niño.

—Espérame, no te vayas sin mí.

Viene corriendo hacia donde estamos nosotros en el pasillo y toma su mano. Me mira desconfiado y se esconde detrás de Alan. No debe tener más de tres o cuatro años. La situación me golpea y esto se intensifica cuando escucho la voz de ella.

—Luca, no bajes sólo las escaleras.

La voz se acerca y definitivamente no quiero estar allí cuando ella salga. Intento disimular una sonrisa.

—Bienvenidos al edificio —le digo antes de alejarme hacia las escaleras y desaparecer escalones abajo.

Mi mente reproduce los acontecimientos una y otra vez desde que salgo de allí hasta que llego a la oficina. Me siento un poco idiota. Todo lo que recordé ayer, la forma en la que me afectó verlo y las ilusiones que parecieron revivir... todo eso me pareció una gran idiotez al ver la realidad.

Qué ilusa.

Ni siquiera sabe quién soy. Fui alguien invisible durante tres años. ¿Qué me hizo creer que el destino quería decirme algo con su presencia?

Los minutos transcurren y el trabajo me va consumiendo. Me aleja de todo y me permite huir de los sentimientos de inferioridad. En el almuerzo opto por tomarme los hechos de la mañana con humor. Intento alegrarme por la familia que formó e imaginar cómo será mi vida a partir de ahora al tenerlos como vecinos... tal vez podamos ser amigos.

Creo que podré solucionar la confusión de la mañana diciéndole que me equivoqué de persona. Tal vez, si pregunta... Quizás ni siquiera se interesa por el error. Y puede pasar que tampoco volvamos a hablar. Esa última opción es la que empiezo a preferir. Creo que es lo mejor. Evitarlo y no volver a cruzarlo.

De imposibles y otros supuestosWhere stories live. Discover now