Bobo

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Bobo...
La reciente lluvia, junto al calor infiernal, me hicieron respirar a medio diafragma, vapor, mezcla a humedad y olor a alcantarilla por la avenida, incluso mi parabrisas se dejó vencer a ratos empañándose, obligándome a una pausa para beber una cerveza y fumar un Trinidad, me restaban pocas horas para llegar a la ciudad del smog, micros amarillas y comerciantes del paseo ahumada, bocanadas de mí mismo humo, pasaron los minutos y la lluvia, pero no cesaron, las ganas de ver a Valentina.
La vi de lejos, acercándose, caminando solo como sus caderas de guitarra y monte de venus lo hacían, - Hola cariño-  me saludó con un beso, con su maravillosa  lengua,  inconfundible, esa que activaba en mí, el llevarme a los mejores recuerdos, besos, sensaciones y borracheras en El Floridita "La cuna del daiquirí", tal como lo escribió el propio Hemingway en la Bodeguita Del Medio, tus besos y los  mojitos son de otro planeta, - Hola cariño le respondí.- pensando en la forma y el fondo de cómo iba a darte la noticia de mi partida.
En su habitación ya desnudos y cada vez a menos horas para partir, dejaba un Lada y un gran amor, mirarla nunca me cansó, solo yo sabía que era nuestra última vez, recorrí sus facciones, los detalles de sus lentes, las imperfecciones de su maquillaje, su alergia, los secretos que escondían sus miradas, silencios y misterios que nunca descifré, lo hicimos a 40 grados de calor, olor a café, tabaco del bueno y labios con sabor a jugo, después de varias pausas armoniosas, en las que recobramos fuerza y vigor, su cuerpo desnudo, su piel erizada, su olor a sexo caliente, sus manos llenas de líneas, húmedas, así como su espalda y abdomen después de amarnos, fuimos uno, mirar su cara, y contorneo de sus piernas cuando nos veníamos, me alejaban cada vez más de decirle la verdad, fui un tonto, lo asumo, -mientras mirábamos el techo le dije- eres como el azúcar a las humitas, la mantequilla al pan tostado, la harina tostada a la sandía, el vino blanco al melón, eres como esas burbujitas que se forman cuando rompe la ola en la arena y suenan chispeantes hasta mas no poder, ahí cuando la arena chupa el último poquito de agua, esa eres tú, repliqué, sacando como siempre solo una sonrisa y un – eres un bobo-.
De un golpe me coloqué los pantalones y tu como siempre muy discreta te bañaste, colocaste tus bragas y brassier, era la hora, por atrás te besé el cuello, mirándonos en el espejo te ayudé con tu choker.
Condujo por aquel camino oscuro al aeropuerto  José Martí, lleno de vegetación y de historias de amor, que muchas veces no tienen una segunda oportunidad o sin retorno, miré por  el retrovisor el camino y observé como se consumió la colilla de mi  último cigarrillo, cientos de chispitas volaron en el oscuro camino, igual que  nuestro adiós.
Estacionó su Volga a un costado del camino y en poco tiempo volvimos por más sexo en la parte trasera del carro, tomé su cintura y su espalda como una guitarra deseosa de ser afinada, disfrute sentado desde aquel asiento el felatio, de arriba abajo, circular, increíble, mirándome a los ojos. Un último abrazo, cruzó su cuerpo entero por sobre mis piernas para abrir la manilla y con un leve movimiento me abrió la puerta, bájate, dijo con tranquilidad faltando aun dos kilómetros para llegar a mi avión, sacó de la guantera un arma y apuntó entre mis cejas, hasta llevarme al caliente motor en marcha y luces bajas que atraían insectos nocturnos de los humedales caribeños, me ordenaron matarte -, replicó en un tono duro, pero sin vacilo, mientras el viejo y disparejo motor Volga seguía encendido, Valentina, quién a esa altura no sabía si quiera se llamase así, agarrándome con fuerza mí hombro, me voltio con una mano, para introducir una serie de papeles y documentos en el bolsillo trasero de mi pantalón.

BoboWhere stories live. Discover now