El VERSO DE ACERO (PRÓLOGO)

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No te detengas, tres palabras que lo acompañaban desde el alba, se repetían de manera insistente en su cabeza desde hacía un par de días; sabía que Ademre estaba lejos de la civilización, pero este viaje era un despropósito. Tres ciclos de caminata por los sinuosos caminos en dirección al territorio adem, cruzando la escarpada Sierra de Borrasca. Perder la mula de carga era lo peor de todo.

Se había gastado sus últimas iotas de cobre en ella. La prisa por llegar a Ademre lo antes posible fue un factor importante en la negociación por el animal, pagó un precio desorbitado. En parte porque ya era muy viejo, pero, sobre todo, porque estaba enfermo; esto último lo desconocía.

Lo supo tarde, al tercer día amaneció muerto. -Manos negras, diría que es un mal augurio, si no fuese porque es culpa de mi estupidez, se dijo.

Ahora tenía que cargar con el cofre a pulso, lo que alargó el viaje más de lo planeado, su paso era lento y pesado, pero ya había comenzado el descenso hacía el valle. El viento comenzó a soplar con fuerza una vez cruzada la cresta de la última montaña, para su fortuna, este le empujaba haciendo más liviana la carga, agitaba su capa con violencia haciendo que restallara contra su cuerpo.

Divisó la ciudad desde la altura, llamarlo ciudad era generoso; aunque estaba lejos, el lugar más bien parecía un pueblo con sólidas casas de piedra gris esparcidas por el terreno, hechas para combatir el viento y las heladas. Había un edificio más grande en el centro, esa debía ser la escuela. Su destino.

La capucha le protegía del aire, dejó el cofre en el suelo para ver mejor el paisaje y para tomar aliento, con aire pensativo, llevó su mano a la empuñadura de la espada, estaba vieja y desgastada. -Vuelves a casa querida.

Notó un movimiento en la periferia del ojo, se giró, pero no vio nada; tenía la sensación de ser observado. Llevaba días con ese desasosiego, pero pensó que tantos días caminando en soledad sin charlar con nadie podían volverte paranoico, como cuando de pequeño padre se llevaba a todos de caza y se quedaba solo en palacio, el más mínimo ruido en una casa tan grande y vacía, provocaba escalofríos. -Me hacía el valiente, les decía que marcharan y me dejaran leer tranquilo, Gerrek se atusó la barba y sonrió. - Ahora también me hago el valiente, soy como un niño jugando a un juego muy peligroso.

Una voz lo sacó de sus recuerdos.- Bienvenido viajero -susurró; dio un respingo, no se había percatado de la presencia del joven rubio apoyado en un árbol, que lo miraba con unos ojos grises curiosos.-¿que te trae tan al borde del mapa?-, preguntó en un atur perfecto, aunque con un rastro de acento adémico.

Gerrek, no dijo una sola palabra, se limitó a desenvainar la espada, aunque la empuñadura estaba desgastada, la hoja parecía nueva; el adem no reaccionó con brusquedad, no desenvainó la espada que llevaba cruzada a la espalda, no gritó pidiendo ayuda, a decir verdad, ni siquiera reaccionó, o eso diría un ojo inexperto; sin embargo, Gerrek observó un sutil cambio en la posición de los pies, las rojas vestiduras del muchacho indicaban que era un mercenario adem y estaba muy familiarizado con esa rama de la sociedad adémica.

A continuación el encapuchado le ofreció la espada con una inclinación de cabeza,la tenia apoyada en sus manos extendidas. El chico con un rostro imperturbable dijo, -es la espada del martillo-, le miró a los ojos, -¿donde esta ella?. Gerrek se quitó la capucha dejando al descubierto un pelo negro enmarañado y negó con la cabeza.-Debo ver a Magwyn-dijo solemnemente, -antes hablaremos con Shehyn, contestó el chico,-sígueme.

Gerrek guardó el arma y cargó el pesado cofre a la espalda, los dos bajaron la cuesta que llevaba hacia la pequeña ciudad, atravesando un rebaño de ovejas; el joven adem le preguntó - ¿como te llamas?, -me llamo Gerrek ¿y tú?.

-Tempi, respondió el joven mientras hacia un gesto extraño con la mano izquierda.

El Verso De Acero (Fanfic de El Nombre Del Viento y El Temor De Un Hombre Sabio)Where stories live. Discover now