Me detengo a mitad de pasillo y recuesto el hombro contra la pared de tierra. El recuerdo borroso de aquella noche en la que Aidan me convirtió danza en mi mente. No puedo recordarlo bien, ni tampoco tengo recuerdos de mis 18 años de humanidad. Él me explicó que eso pasa cuando te conviertes en vampiro: algunos pierden todos los recuerdos de su tiempo como humanos, otros recuerdan pedazos como piezas de un rompecabezas.

Suspiro y me apresuro a mi habitación; me siento en la cama, tratando de relajarme. No necesito dormir, pero puedo ponerme en una especie de trance donde mi mente está en blanco y mi cuerpo no se mueve. Sin embargo, mi descanso llega a su fin cuando siento a alguien aproximarse.

Esa esencia...

—Ian. —Lo veo aparecer en la habitación. Es difícil creer que estaba casi muerto hace unas horas, se ve muy bien—. Deberías estar descansando.

—No vas a dejar el clan, Morgan. —La preocupación es obvia en su tono. Tal vez Lyla no es tan reservada como creía.

—Lyla no puede mantener un secreto, ¿eh?

Camino hacia al agujero en la pared de tierra que uso como armario. Es hora de hacerles saber que mi decisión no va a cambiar; empiezo a sacar la poca ropa que tengo y la lanzo sobre la cama. Ian sigue mis movimientos.

—No te dejará ir.

—No importa, es mi decisión irme.

—Él es tu creador, si él te lo ordena...

—Lo sé, Ian —interrumpo—, pero él no tiene derecho a decidir por mí; ya lo hizo una vez y no volverá a suceder.

—No seas malagradecida, él te salvó al convertirte —explica lentamente, como si estuviera tratando de meter las palabras dentro de mi cráneo.

—Para ya con el drama, Ian.

—Morgan, ¿recuerdas lo que me dijiste en mi cumpleaños número cien? —pregunta, sujetándome por los hombros.

Sacudo la cabeza.

—No —miento.

—Dijiste que nunca perderíamos nuestra humanidad, porque fuimos humanos una vez y debemos estar orgullosos de eso. —Me sostiene la cara con las dos manos—. Dijiste que nunca nos volveríamos fríos, sin corazón ni sentimientos, porque eso era lo que nos diferenciaba de otros vampiros como los que mataron a tus padres —termina con un tono triste.

Tomo una respiración profunda. La muerte de mis padres es un tema delicado para mí. Aunque no lo recordaba en lo absoluto, Aidan me contó que fueron asesinados y yo fui la única sobreviviente. Me encogí de hombros.

—Supongo que estaba equivocada, está en nuestra naturaleza ser fríos y sin corazón.

El rostro de Ian decae en desilusión. Me quita las manos de la cara.

—Ahora eres una vampira fría y despiadada.

—Así es.

—No me engañas, Morgan, no he pasado más de 80 años contigo en vano.

Nos quedamos en silencio mientras yo termino de hacer la maleta.

—No te irás —promete Ian—. Él no te dejará.

—¿Podrías, por favor, dejarme en paz? —pregunto amargamente. Él me dedica una última mirada triste y sale de la habitación.

Dando a mi dormitorio una última mirada, agarro mi bolso y salgo corriendo del cuarto tan rápido como puedo. No dejo de correr hasta que veo la entrada. Salto a través de ella y acelero por el bosque. No me detengo hasta que siento que es lo suficientemente lejos. Tomo una respiración profunda. No sé qué voy hacer ahora, ni a dónde iré. Sé que no será fácil escapar, también sé que hay alguien siguiéndome.

—Debes respetar mi decisión —digo, apretando los puños a mis costados.

No necesito darme la vuelta para saber que es Aidan.

—No respeto las decisiones estúpidas —me responde su voz, tan fría como de costumbre. Estoy cansada de actitud, de que él decida por mí.

—¿Por qué te importa? —Nunca le he hablado así antes, pero él ya conoce todos mis secretos y sentimientos, así que ya no me importa nada.

—No sobrevivirás sola, ni siquiera has alcanzado tu madurez.

Me doy la vuelta y lo enfrento. Su cabello oscuro con sus reflejos azules está desordenado.

—¿Y qué si me muero? ¿Por qué te importa? —pregunto de nuevo. Él tensa la mandíbula, pero no responde—.No te importa, ¿verdad? —Se siente refrescante poder decirlo.

—No te dejaré ir, y eso es definitivo.

La ira corre por mis venas. ¿Por qué no responde mis preguntas? Saco la daga que cargo usualmente conmigo por protección.

—Entonces tendremos que luchar; no volveré voluntariamente —digo, arrojando el bolso al suelo y poniéndome en una posición defensiva.

—Sí lo harás, si te lo ordeno. —La seguridad en su voz es irritante.

—¿Por qué? ¿Me tienes miedo? ¿Tienes miedo de que pueda derrotarte? —bromeo, tratando de hacerlo dudar.

Aidan me sonríe, sorprendiéndome. Es la primera vez que veo una expresión en su rostro; se ve interesado, como si la idea de un reto le gustara. De pronto, él desaparece, y para cuando lo siento detrás de mí, es demasiado tarde. Envuelve sus manos alrededor de mi cintura, atrayéndome hacia él. Escalofríos recorren mi piel cuando siento su cuerpo contra el mío y su aliento en la parte de atrás de mi cuello.

—Yo gano —me susurra al oído, haciéndome estremecer.

Su cercanía me tiene desconcertada. Su cabello me roza la oreja, haciéndome cosquillas. «¿Qué está haciendo?». No puedo concentrarme. Abruptamente, él me deja ir y me agarra el brazo, arrastrándome de regreso al escondite en silencio.

—Mañana por la noche cambiaremos nuestra guarida —informa antes de empujarme dentro de mi habitación otra vez.

Me quedo mirando el vacío por un momento. ¿Qué pasó? Todavía puedo sentir su cálido aliento en mi cuello y sus manos alrededor de mi cintura.

«Solo olvídalo, Morgan», me regaño.

Enfocándome en mis necesidades, me doy cuenta de que todavía estoy sedienta. Salgo en busca de Travis. Lo encuentro en el pasillo. Él solo asiente en comprensión. Bajo esta tenue luz, se ve muy atractivo. Silenciosamente, entramos en mi habitación y se quita la camisa; sé que no quiere que se manche de sangre. Me muerdo el labio inferior con anticipación. Puedo sentir cada latido de su corazón y la sabrosa sangre que corre por sus venas... Tan atrayente.

Es como si la sangre estuviera danzando para mí, llamándome. Es el baile suave, pero silencioso, entre un vampiro y su sustento. Me acerco a él; huele tan bien... Olfateo su cuello antes de lamerlo lentamente. Travis suelta un suspiro de placer. Siempre es lo mismo. Sé que él me desea, lo he visto en su sangre antes. Sin poder retenerme más, entierro los colmillos en su piel. Cuando la sangre entra en mi boca, envía ondas de energía a través de mi cuerpo débil. Siento sus manos acariciando mi cintura y bajando. Dejo que me toque porque entiendo la lujuria que siente.

—Oh, Morgan... —exclama en un tono ronco.

Cuando tengo suficiente, me alejo de él. Me agarra la cara con ambas manos y siento su aliento sobre los labios. Se inclina para besarme, pero doy un paso atrás.

—Travis, suficiente.

Su expresión cae en tristeza y sale de la habitación sin decir una palabra. Tomo una respiración profunda; si las cosas siguen así, tendré que cambiar mi alimentador. Estoy tan inmersa en mis pensamientos que no me doy cuenta de que hay alguien más conmigo. Su aliento acaricia la parte de atrás de mi cuello; está justo detrás de mí.

—Eres muy deseada. —Su voz juguetona resuena en mi habitación.

Me doy la vuelta para enfrentarlo.

—Byron.

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