Descuento

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Dan igual los aplausos y el estallido de la afición. Dan igual las incidencias del clima, el calor que has pasado, lo duro que ha sido entrenarse y lo que te cuesta mover el balón. Da igual que sea verano o invierno, que una ligera lluvia te humedezca la cara como si se tratara de un vaporizador y que ni distingas si de tu frente cae la última gota de sudor. Da igual lo que has trabajado hasta llegar hasta aquí. Da lo mismo cuando el árbitro sólo ha añadido cinco minutos más y aún no has superado al contrario.

Son esos instantes de vida en los que cada segundo parecen cientos. En los que tus setenta kilos se convierten en setecientos. En los que cada susurro retumba en tu oído como si se tratara de un zumbido constante y atronador. En los que cada pequeño movimiento puede ser como el de un gigante, vasto y torpe. En los que un pensamiento fugaz puede mantenerte en el calabozo de la indecisión durante horas. Ese lugar donde no sabes ni qué hacer, ni dónde está, ni por qué estás ahí.

Y rozas el césped con la mano. Y luego con el resto del cuerpo. Y no sabes si levantarte y gritar «¡Penalti!» o directamente cerrar los ojos y dejar que lo que tenga que ser, sea. Pero no hay un silbato que corta el aire y te da la respuesta, no. Así que, como no lo hay, te levantas y gritas, al final, «¡penalti, penalti, penalti!» Pero no. La justicia no se pone de tu parte, y el rival sigue estando tranquilo y sereno. Y ya sólo quedan cuatro minutos.

Cuatro minutos, como lo que tardó el seleccionador en decirme que estaba dentro. Estábamos en el salón donde habíamos pasado días concentrados. No teníamos garantías de que nos iban a llevar a todos a Brasil. Yo contaba que con ser de los más jóvenes iban a darme el hachazo de esperar, al menos, dos años más para jugar un torneo con la absoluta. O cuatro. O nunca. Estas cosas son así. Y esta temporada no había sido ni el que más goles había hecho, ni el que más asistencias y ni si quiera podía confiar con que valiese haber formado parte de haber ganado la liga más difícil de los últimos años. 

Entonces todos mis compañeros empezaron a susurrar y lo único que podía escuchar era el seseo de los que pronunciaban la palabra "lista". La dichosa lista. Un papel, veintidós nombres. Veintidós hombres. Y los reservas. Que es algo así como el  tiempo de descuento. Un suspiro que da el árbitro, o en este caso el seleccionador.

—No estás, macho.

Mis ojos fueron lentamente hacia mi compañero. Sentí pánico, sentí humillación. Pero cuando mi cerebro ató cabos le dediqué una mirada al techo de quien pasa de todo. ¿Qué iba a saber él? ¿Acaso había sido el notario que firmaba la lista?

—No vas a estar dentro de la selección hasta que no te bajes los pantalones en mitad de esta sala y grites: ¡Penalti!

Entonces sonreí y volví a mirarle. Negué con la cabeza sin decir una palabra. La risa afloja mucho. Te hace sentir que los cuatro minutos que parecen cuatro días se disuelven como el bicarbonato en el agua. Rápido y ligero.

—¿Te has enterado de que, según la prensa deportiva, te ha comprado un equipo turco? —me preguntó de nuevo.

Yo me volví a reír. Asentí esta vez con una sonrisa. Lo increíble de acabar la temporada y ganar la liga es que el mercado de fichajes se hace de lo más divertido. Casi más que la propia liga.

—Ayer el Chelsea y el Tottenham se peleaban por mí —le dije—. Hoy parece que el Paris Saint Germain ha hecho una oferta irrenunciable a cambio de una cesión y que ya he firmado con el Galatasaray. A mi madre le van a encantar los supuestos kebabs que no dejaré de comer.

—Ayer el Chelsea y el Tottenham se peleaban por ti y hoy se están peleando por la mascota de mi equipo.

Solté una carcajada. Pensé que menos mal que le tenía a él a mi lado porque los cuatro minutos que faltaban para ver la lista, se me habían olvidado. Incluso sentía secas las manos, no como hacía segundos en los que las tenía empapadas. Sentí que lo mejor de todo aquello, en ese instante, era tener la certeza de que pasase lo que pasase él iba a estar a mi lado. Aunque uno de los dos tuviera que cruzar Europa según la prensa.

DescuentoWhere stories live. Discover now