24. La pesadilla continuaba

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Tic, tac...tic, tac...tic, tac... el latido de vuestro corazón aumenta, y con él también los pasos de alguien.

                                                                           Corre.

                                                                           Corre

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—¡¿Santo?! ¿P-por qué?

—No te importa, así que cállate.

—A mí igual no pero a Daniel seguro que sí, ¿por qué lo haces? Pensaba que era tu amigo —susurré aun sin creérmelo.

—Y yo pensaba que se centraría en su puto trabajo y no me haría perder dinero —escupió girando con fuerza el volante.

—¿En serio? ¿Se trata de eso?

—Cállate —vociferó.

Bajé la cabeza ante la dureza de su voz, no me imaginaba que Santo fuera el que estaba detrás de todo esto, ayudando a Melissa, pensaba que la amistad estaba por encima pero...me equivoqué, en los ambientes como las mafias o el narcotráfico no había lugar para la amistad, solo les importaba el dinero.

Decidí mirar por la ventanilla a ver dónde estábamos yendo, al parecer estábamos a las afueras de Oviedo, en una zona apartada. Pensé en Melissa ¿Qué motivo tendría ella?, en mi mente no tardaron en aparecer las imágenes del enfrentamiento en el baño de su casa, la única opción que se me ocurría era por celos o despecho, seguramente seguía enamorada de Daniel y yo le molestaba.

Me sobresalté al sentir el motor apagarse, parecía que habíamos llegado al lugar donde estaría Melissa con Álex, no sabía cómo pero conseguiría sacarle de allí, solo tenía que averiguar la manera de lograrlo.

—Baja —ordenó Santo con dureza.

Me deslicé por el grisáceo asiento trasero y cerré la puerta al ponerme de pie. Me moví con rapidez al verle avanzando hasta mí y me sujetó del brazo con fuerza para arrastrarme hasta la puerta rota de la casa abandonada que se encontraba enfrente de nosotros. La observé callada, era una casa lúgubre, con ventanas de barrotes y cristales destrozados, seguramente por ellos. No daba muy buen aspecto, seguramente no tardaría en derrumbarse.

El chirrido de la puerta al abrirse me erizó la piel, tras ella estaba Azucena con el rostro serio y la ropa desgastada. No me dio tiempo a abrir la boca porque Santo me empujó hacia el interior de la casa.

—Vámonos Zenat, nosotros ya hemos cumplido con nuestra parte.

—No, Santo, yo me quedo aquí. Llevaba mucho tiempo esperando este momento —dijo sonriéndome abiertamente.

—Deja esa mierda ya Zenat, como por un casual aparezca la policía estamos perdidos. Son dos secuestrados y ya tenemos antecedentes, además como a Marco se le vaya la pinza nos acusarán por asesinato.

La palabra asesinato atizó mi estómago, no iba a permitir que nadie le hiciera daño a mi hermano. Les dejé discutiendo en la entrada y avancé hacia la izquierda hasta llegar a una grande habitación vacía, Álex se encontraba tirando en el suelo con sangre por todos lados, tenía la cara roja de todos los golpes que había llevado, parecía inconsciente.

Sombras Unidas #2 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora