Capítulo 8

Mulai dari awal
                                    

Alfredo no lo podía creer. Había visto tipos ágiles, tipos duros, tipos escurridizos, es decir, incluso hace poco había visto un purificador, el estaba seguro de que pocas cosas le sorprenderían más. Pero ahí estaba, parado, con un  cuchillo a punto de cortarlo y un tipo tan ágil que costaba seguirle incluso con la mirada. Estaba perdido, sin opciones, sin nada más que hacer.

Pero no tuvo que hacerlo.

Job ya había retomado su posición, y a pesar de haber estado estupefacto por la velocidad del soldado, se movió bastante rápido y corrió hacia él. El tipo no se inmutó, antes de que Job lo tocara, él ya había dado una voltereta y se había puesto a salvo. 

Estaba demasiado casi al otro extremo de la azotea. Alfredo se sorprendió aún más cuando asimiló la distancia que recorrió de un sólo salto: al menos eran 6 metros. 

Aprovechando la pequeña abertura, ambos, Job y Alfredo se separaron y tomaron posiciones a los costados de la azotea. Tenían que planear una nueva estrategia, pero no tenían ideas ni tiempo para pensarlas.

Volvió a moverse. Esta vez Alfredo puso toda su atención en el soldado y en cada movimiento. Le costó trabajo pero pudo verlo moverse. Comenzó a pensar en lo impotente que realmente estaba: nunca podría igualar esa velocidad, si el soldado quisiera ya los habría matado a ambos, pero parecía tener algo peor en mente, como si sólo le interesara jugar un rato con ellos.

Le propinó una avalancha de golpes a Job, iban y venían, todos a diferentes puntos del cuerpo y con una intensidad tal que el cuerpo temblaba con cada uno.

Job trataba de defenderse pero no podía ver de dónde venían los golpes. 

Alfredo estaba que echaba fuego. Tal vez no podría igualar su velocidad, pero su amigo estaba siendo apaleado. No iba a permitir que pasara.

Aprovechando la adrenalina comenzó a correr hacia él. Justo cuando estaba a punto de atraparlo, saltó de nuevo (como anteriormente). Esta vez logró preveer su movimiento y lo tomó del tobillo con gran fuerza. El soldado cayó de espaldas y recibió un fuerte golpe, sin embargo, tan pronto como cayó ya se había reintegrado.

- Vaya, no creí que fueran capaces de tocarme siquiera. Esto será muy divertido.

Entonces Alfredo, que aún seguía tratando de comprender los eventos rápidos recién sucedidos, se dio cuenta que ahora la voz del soldado provenía detrás de él. Trató de moverse pero fue inútil: estaba sometido.

- Tranquilo... Si quisiera matarte lo habría hecho ya. - Soltó un suspiro - Y créeme que quisiera, pero mi jefe tiene un plan para ti y para tu amigo. Aunque... Nunca me prohibieron jugar con ustedes. - Se aclaró la garganta y continuó - El golpe me ha dolido ¿sabes? Te haré lo mismo, pero será peor. 

- No lograrás detenernos por mucho tiempo, incluso ahora estoy seguro de que los refuerzos ya vienen...

- Pero ya lo he hecho. Tu amigo ya no está en condiciones de pelear, es más, dudo que esté consciente siquiera. 

Alfredo trató de mirar a su amigo por el rabillo del ojo. Por lo que notó, aún estaba consciente, pero malherido: se encontraba hincado, con las manos en el piso.

- Es mejor que te rindas de una vez. Así como yo, hay otros cuatro soldados, y todos son mucho más fuertes que yo. No sé lo que planee el jefe para ti, pero te aseguro que es mejor que morir ahora.

Alfredo trataba afanosamente de tomar su cuchillo. Pedía en silencio que el tipo siguiera con sus discursos.

- Bueno ¿qué decides? ¿te rindes o prefieres el camino complicado?

- Siempre me ha gustado lo complicado...

El cuchillo terminó en la pierna del soldado, al igual que un golpe bien puesto en su cara.

- Ya no eres tan rápido ¿verdad?

- Sí que lo soy... Y esto... - Señaló a su pierna herida - Te va a costar muy caro.

A pesar de su herida, el tipo seguía siendo muy rápido. Alfredo podía leer mejor sus movimientos, pero aún así no todos los golpes los podía parar, y por lo que sintió, su potencia no disminuía ni un poco.

Lo alejó de un golpe certero al estómago. Necesitaba tomar distancia para volver a ponerse en guardia. 

- ¿Sabes qué? no me importa lo que diga el jefe. Ahora esto es personal, y será un placer terminar con tu vida aquí mismo.

El soldado tiró un golpe directo a la cara. Fue tan duro que un zumbido empezó a sonar en sus oídos. El soldado no se detuvo, golpeó repetidas veces a diferentes puntos del cuerpo. Alfredo no sabía qué más hacer: estaba totalmente sometido, cansado y recibiendo una tremenda paliza. Entonces los golpes se detuvieron por un momento.

No sabía qué le dolía más, si el orgullo o su cuerpo. Aún podía moverse pero se sentía demasiado mal para hacer cualquier cosa. Tenía que hacer un movimiento certero y rápido. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz del soldado:

- Creo que ser apaleado ya es malo de por sí ¿cómo será ser apaleado por el arma te tu amigo?

Alfredo abrió los ojos desorbitadamente. El soldado traía el rifle de francotirador de su amigo. Estaba dispuesto a golpearlo hasta terminar con su vida. Era el fin...

Un grito llenó el aire de pronto. Alfredo había cerrado los ojos tratando de evitar tanto dolor como le fuera posible pero al oir el grito volvió a abrirlos. Por lo que notó, una bala de Job le había dado de lleno en su otra pierna: Job era bueno tanto con armas ligeras como pesadas.

- Maldito seas, los mataré a ambos aquí y...

Un golpe lo interrumpió. Alfredo no sabía de dónde había sacado las fuerzas suficientes pero ese golpe tuvo que haber dolido bastante. Sin embargo, no se detuvo. Le dio una ráfaga de ganchos y golpes a mano cerrada. Los golpes resonaban por todo el lugar: nunca se había sentido tan furioso como entonces.

Poco a poco el soldado fue retrocediendo. Aún con las dos piernas heridas seguía manteniendo una buena velocidad, pero ahora Alfredo podía golpearlo. Se detuvieron justo al borde del edificio y le propinó un último golpe con el resto de su fuerza, lo tiró de la azotea.

Asomó la cabeza por el borde, esperando ver cómo aterrizaba, sin embargo su agilidad aún estaba presente. Logró sostenerse de un saliente, y antes de que Alfredo pudiera disparar, el soldado se balanceó y entró por la ventana más próxima que tenía. Podría ser muy fuerte y rápido, pero también sabía cuando retirarse. Alfredo sabía que, al menos por esa noche, no volvería a verlo.

Ambos, Job y Alfredo, estaban deshechos. Se retiraron a un rincón con sus últimos alientos y quedaron ahí. Antes de caer desmayado, Alfredo pronunció unas últimas palabras: 

- No sé cómo lo logramos. No sé exactamente qué fue lo que hicimos. Y no sé qué tan heridos estamos... Pero esto dolerá mañana.

Entonces cayó inconsciente.

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