[2] Cáncer

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"Helena"

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El hombre de cabellos azulados se quedó completamente quieto. No sentía ni oía nada de lo que aconteció a su alrededor, menos en prestarle atención a los detalles explícitos de su Santidad.

Quedo. Taciturno. Inmaculado en profundizar todo su tiempo en contemplar una simple flor; le pareció lo más bello e importante del mundo, tal vez hasta mayor a los temas correspondientes a Athena. Y es que nada debía de perturbarlo o siquiera quebrantar su amigable noche, no importaba la urgencia en que sus camaradas y él se hallaban, lo único importante para él era saber y creer que las cosas estaban bien. Que nada podía salir mal y que, por gracia de la diosa de la sabiduría, la situación no saldría para nada mal.

Death Mask soltó un suspiro. Se frotó los ojos con el antebrazo. La sonrisa de calma y tranquilidad pintó su rostro varonil. Los ojos azul cielo se perdieron ociosamente en la hermosura del tallo de la rosa que aspiraba con pasividad.

Definitivamente, el caballero de Cáncer estaba hipnotizado por algo muy potente y no era por aquella hermosa flor. La culpable de su estado tenía un nombre y, aunque la distancia les marcaba un problema, ambos supieron llevarlo bastante bien mediante el único sustento que podía transmitirles sus pensamientos y la situación en que vivían.

El trazo de la tinta sobre una hoja de papel. Aquellas cartas que Death Mask compartía - en secreto- con la florista de Asgard. Esa bella y risueña joven de cabellos castaños, esa esbelta figura, de manos poco suaves pero que guardaban un secreto de responsabilidad.

Helena. La mujer que casi obligó a Death Mask a ser mucho más blando, caballeroso y con un buen manejo de las palabras que provocaba suspiro en la joven dama. Y ahora estaban, tal vez, en la misma situación que Cáncer respecto a la noticia que le comentó, dictada por Shion y, en cierto modo, a los dos les causó gracia.

—El problema será si comprende mi mensaje—suspiró un poco preocupado, tal vez era porque sí debía de estarlo. A veces las palabras se le enredaban y eso refleja un peculiar escrito sin sentido—; es inteligente, es seguro que sí lo hará sin ningún inconveniente alguno.

Poseía fe en todo. Necesitaba estar completamente seguro que ella estaba –ahora mismo– leyendo una y otra vez el recado que plasmó con mucho cariño.

Porque su deseo solo era una cosa.

Porque su sueño solo recaía en una vida.

Porque..., su anhelo solo era pasar el resto de su miserable existencia a lado de ella. De aquella bella joven de cabellos castaños que removió su corazón aquella vez que cruzaron miradas y un simple saludo.

—Tan frágil pero su alma es...—musitó al dejar la flor sobre su mesa de noche—. Quizás hasta más cálida que la propia Athena.

Se incorporó. Sus ojos se posaron sobre el escritorio donde aún la lámpara emitía luz; papel y bolígrafos seguían en su misma posición esperando que el dueño se dignara a preparar su razón para evitar esa misión peculiar del Patriarca.

Ah, pero he aquí marchaba la gran noticia. Death Mask fue casi el único caballero que no se inmutó ante el mandado a tal punto que Afrodita tuvo que propinarle un golpe, por lo menos era la única razón para volverlo al presente.

¿Acaso era la oportunidad que el caballero de Cáncer estuvo buscando? Porque era muy evidente que la torpeza para dirigirle la palabra a Helena resultó ser peor que cualquier batalla que enfrentó, más la asgardiana tuvo una mejor idea para platicar sin sentirse intimidados en el proceso: Cartas semanales.

Esos sobres cremosos que cada fin de semana arribaba al Santuario entre la comisión del Patriarca, y el cual estaba al tanto de lo que pasaba. Después de todo, cada caballero tenía el derecho de enamorarse como todo ser humano pero sin descuidar sus deberes.

—Estúpido. Debí ser un poco más suave.

Recordó entonces su manera grotesca en que pidió en su comitiva. Buscó entre tantos papeles de la biblioteca de Camus para hallar algo digno de un hombre educado para encantar a una bella dama. Sin embargo, existió algo que no le salió con ningún vocabulario precioso o culto, tal vez ni el propio caballero de Acuario sería capaz de redactarlo, de hecho, Death Mask aún podía recordar la expresión de terror impregnada en la cara pálida del onceavo caballero.

— ¿Y si le muestra la carta a Lyfia? —se cuestionó. Helena y la joven peliceleste se habían convertido amigas íntimas desde que la paz llegó a Asgard. Y para el caballero no era adecuado por temor y vergüenza a que Aioria se entere—. Dudo mucho que Helena sea imprudente, además no es nada del otro mundo. Solo es una petición de buena fe.

Jaló la silla, tomó un vaso y la botella de licor para vertír –en el mismo recipiente– el contenido líquido. Le urgía poderosamente un poco de alcohol tras maquinar los posibles sucesos que existirían..., tal vez hasta eso...

¡Oh no! ¡Por Athena que no estaban preparados para asumir una nueva guerra!

—Olvidé completamente que Helena es la protegida de la señorita Hilda—soltó su bebida, se puso de pie e inmediatamente fijó la atención en sus instrumentos para escribir una carta. Sí, tenía que emendar su petición—; Athena se enfadará mucho por sugerir algo tan impropio a una dama. Pero yo no le veo nada de malo pedir a Helena que me dé un niño.

Y es que Death Mask le hacía bastante difícil entender el escándalo que un simple deseo lograría causar. ¿Es que acaso era tan complejo pedirle a una mujer tener hijos con él?

—La culpa es del Patriarca—gruñó sin dejar de redactar—; irreversiblemente no tengo una razón para evitar la misión. Solo es tener un heredero y yo ya tengo la madre ideal para eso.

Sonrió aún muy a su pesar por lo que podía ocurrir, porque él estaba bastante gustoso imaginar y decirse a sí mismo que encontró la mujer perfecta y la dama propicia para llevar en su bello vientre el fruto de un amor intenso.

[Finalizado] Razones Where stories live. Discover now