Prólogo

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Ocho años atrás.

Berkeley, California.

Estábamos reunidos en la casa de uno de los grandes seguidores del más importante dueño de distribución de farmacéuticos de toda la ciudad. Este último era un jodido multimillonario y poderoso político que podía tener a la mano cualquier arma para acabar con aquel que se metiera en sus asuntos.

Nunca he hablado con él personalmente, así que recibía sus órdenes a través de los hombres que mandaba. No importaba cuánto tiempo llevara trabajando para esta organización, la ubicación del señor Cuellar es un secreto que solo los más allegados tienen conocimiento.

—Estoy comenzado a cansarme—Exen, uno de mis hermanos de fraternidad, hizo notar su inquietud al hablar. Movía su pie con nerviosismo y desde mi punto de vista, le faltaba poco para empezar a sudar. No era para nada bueno simulando su serenidad.

Aquella sensación estaba en aire.

Y eso lograba descontrolar a los demás.

La presencia de Exen aquí no me sorprendía, sabía que a pesar de los innumerables conflictos que provocaba era elemental para el grupo por sus ágiles manos que abren cualquier cerradura en un tiempo récord. Una vez me tomé el tiempo de investigarlo y había encontrado que su apellido provenía de una buena familia que tenía pensando convertirlo heredero de una importante empresa de energía del condado. Era extraño verlo aquí, pero no era mi deber cuestionarlo.

—Paciencia, querido amigo, paciencia—el hombre de traje, como solían llamarlo, rascó su corto cabello y lo llevó para atrás—. En pocos minutos, todos podrán irse.

Me removí sobre mi asiento, rodando los ojos con pesadez y bufando. No nos citaron aquí para tomar té y comer galletitas, hablar de nuestro próximo objetivo e irnos. Era más que eso. Estaba seguro.

—Sean —el antes mencionado me miró de reojo y trató de transmitirme una advertencia de que no dijera una sola palabra. Lo ignoré sutilmente—, el hecho de que seamos niños, no nos hace estúpidos. Probablemente nos necesitan para algo grande e importante, de otra manera no nos tendrían reunidos aquí. 

Él frunció el entre-cejo, hizo una línea recta con sus labios y asintió.

—Estás en lo correcto, Daemon —caminó alrededor de su despacho mientras se reajustaba su corbata y se detenía justo al lado de la enorme puerta de entrada. Lo miré con atención—, será de suma importancia para la organización. Debe ser un trabajo bien hecho y sin resultados fatales.

— ¿De qué se trata?

Miré por el rabillo del ojo a Ryan, quien se encontraba sosteniendo la barbilla en su mano derecha, pensativo y pendiente de lo que se hablaba.

—Por ahora...—Sean volteó ante la llamada de uno de sus hombres, con una gran sonrisa y a gusto de ser interrumpido. Estuve tentado a ponerme de pie y tratar de obtener los resultados por mi propia cuenta, pero estaría jodido antes de dar el primer paso y no sería conveniente para ninguno de nosotros—, se los diré cuando lo tenga permitido.

Suspiré fastidiado junto con los otros ante la respuesta.

— ¿Cuál crees que es el plan? —susurró Dan al sentarse justo a mi lado.

—No lo sé—le respondí.

Examiné rostro por rostro de los que estaban en la sala, ninguno parecía tener certeza del porqué nos trajeron aquí, y Exen, siendo el líder y cabecilla de los llegados, resultaba estar más perdido que todo su grupo junto.

Sean aclaró la garganta luego de que terminó de hablar con el tipo de la puerta.

—Ha surgido un improvisto y tengo que estar allá para solucionar algo que se ha salido de las manos.

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