(2) Flores, lluvia y besos.

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«Hello, hello. C-can you hear me? I can be your china doll, if you want to see me fall.»

El reloj del Penny Lane's Café marcaba las once pasadas y Kyle esperaba a Annabelle sentado en la misma mesa que el día anterior, mientras jugueteaba con la carta del menú que tenía entre las manos. Volvió a mirar la hora en su viejo reloj de muñeca, desesperado y pensando que quizá no merecía la pena seguir esperando, pero se convenció de que por volver a verla podría esperar lo que hiciera falta. Impaciente, se levantó y abrió la puerta de la cafetería, que hizo sonar la campanita. El gélido aire le rozó la cara, y él miró hacia el cielo, que indicaba tormenta. Le gustaban los días de lluvia.

Había viento. Había nubes. Pero ni rastro de la pelirroja.

Decepcionado, volvió a entrar en la cafetería para seguir esperando, y el calor del local volvió a acogerle como si fuera una manta. Se sentó y comenzó a dar golpecitos con el pie al ritmo de Good Vibrations, y, como si estuviera escuchándola, Annabelle cruzó la puerta del Penny Lane's en el mismo instante en el que comenzó el estribillo.

Kyle se sorprendió por el aspecto de la joven. No tenía el cabello pelirrojo recogido con palillos chinos, como el día anterior, sino suelto y enmarañado, cayendo sobre sus hombros, y sobre él llevaba lo que parecía ser una corona de rosas rojas. Llevaba un gran jersey negro y una falda que parecía un campo de margaritas, con medias blancas y botas country. En su rostro se lucía una amplia sonrisa, a pesar del horrible día que hacía fuera.

El chico sonrió. Nunca había visto una chica llevar flores en la cabeza sin que fuera en un evento especial, sin embargo en Annabelle se veía de lo más normal, como si encajase con ella.

-¿Me has pedido el café? -dijo, mientras se sentaba.

-Hola a ti también, Señorita Impaciente.

Ambos sonrieron a la vez.

-¿Te has vestido así... por mí? -preguntó él.

Ella soltó una risa sarcástica, como su hubiera sido un chiste ofensivo.

-Primero; voy así siempre. Ayer... Simplemente no encontré flores.

El chico se fijó en que las rosas no eran sintéticas, sino naturales, y parecían unidas a mano, con sumo cuidado. Le sorprendió, y se preguntó si Annabelle compraba rosas cada día sólo para ponérselas en el pelo.

-Segundo -continuó ella-. Si yo me hubiera "vestido así" -hizo el gesto de las comillas con los dedos índice y corazón, como si la expresión le hubiera parecido despectiva-, no habría sido por ti, sino por mí.

A Kyle le extrañó oír eso. Era el tipo de joven que cree que las chicas se arreglan para impresionar a los chicos. En la mayoría de los casos, así era. Pero la pelirroja parecía ser diferente a cualquier otra chica. Y eso le gustaba.

Annabelle llamó al camarero, y en ese momento, Kyle se levantó.

-¿A dónde vas? -preguntó ella, con miedo a que estuviese a punto de dejarla allí tirada.

-Ahora lo verás.

Se acercó a la jukebox que había al final de la fila de mesas, mientras su acompañante lo seguía con la mirada, curiosa. Seleccionó una canción, echó una moneda y volvió a su sitio. Allí lo esperaba Annabelle, que le miraba con ojos confusos, sin saber muy bien a qué había venido eso. Él tan sólo sonrió, y entonces empezó a sonar Annabelle, la canción de A Rocket To The Moon. En cuanto la letra comenzó, ella abrió la boca para protestar, pero Kyle la interrumpió.

-Sí, sé que la chica de la canción no tiene nada que ver contigo. Pero dice tu nombre -se encogió de hombros-, y pensé que quizás te haría ilusión.

Flashbacks.Where stories live. Discover now