capítulo dos: La medicina no cura el alma

Start from the beginning
                                    

Ya no podía escuchar el ruido de la rama, ni las gotas o el viento, estaba todo en silencio y tan oscuro; debía ser de noche, seguramente, así que después de todo había logrado conciliar el sueño de modo exitoso. Alice no estaba en su cama, por lo que tuve que salir de la mía, hacía mucho frio y mis pies casi que dolían por la roca fría del suelo. No se escuchaba ningún ruido, ni veía luces en la cocina o el baño, por lo que presurosamente recorrí la casa, había mucho frio y Alice no estaba en la sala o la cocina, y en el baño... la puerta estaba cerrada, ¡la puerta estaba cerrada!

- ¿¡Alice, estás ahí dentro!? – golpeaba suavemente la puerta, empujando de ella a ratos, pero nadie me respondía; era una muy mala señal, ya que, con este frío, ella podía entrar en modo de hibernación, algo no natural para nosotras, algo peligroso y más con la salud que tiene. No sabía qué hora era, no estaba segura si Alice se había tomado su medicina. – ¡Alice, contéstame y abre la puerta!

Era inútil si ella estaba en ese estado, debía hacer algo para poder sacarla de ahí; debía correr por leña seca, creo que algo quedaba guardado tras la casa en la bodega. Rápidamente salí por la puerta principal, esquivando al señor rama, que ahora podía ver con más claridad; mis pies mojados al primer paso que di, no había cogido zapatos o abrigo, yo era fuerte de salud, Alice no, yo podía tomar medicina y sanar, Alice no. La puerta solía atascarse por el barro de la lluvia, tenía que tirar fuerte de ella, y la lluvia parecía que iba a volver pronto, las gotas me nublaban los ojos, ¿o eran las lágrimas de preocupación?, pero eso no era suficiente para detenerme, ni el frio en mis manos y pies, pero por más fuerza que ponía en la puerta, en tirar de ella, no lograba moverla, había mucho barro en la entrada y las bisagras ya habían acumulado mucho oxido que me impedían moverla; estaba frustrada a más no poder, le daba golpes inútiles para desahogarme. Quería tirarme a llorar al suelo, pero no podía perder la compostura ahora, tenía que mantener la mente tranquila, tirarme al suelo pero para cavar, sacar el barro de la entrada con las manos; lo sentía entrar por mis uñas, arrugar mis dedos por tantos minutos de lucha con esa puerta, quizás me ha tomado 20 minutos el sacar todo el barro, y al menos me ha tomado otros más para forzar la puerta, pero al menos había leña, algo humea por el aire, pero no tenia de donde escoger, tuve que tomar toda la que pude y correr hacia la casa, ya había pasado una hora, mi cuerpo se mantenía caliente solo por todo el esfuerzo que me ha tomado abrir la bodega, pero estando dentro, mientras subía al entretecho para encender el fuego del baño, poco a poco sentía mis piernas perder fuerzas, temblar de frio junto a mis manos, mientras torpemente acomodaba la tela impregnada de alcohol bajo la leña y el pasto seco, y peor aún al tomar el pedernal, golpeando las rocas para sacar las chispas, pero a cada tanto se escapaba de mis dedos; nuevamente estaba frustrada, ahora empapada y con frio, y justo debajo de mí, se encontraba el baño, con una débil y pequeña chica esperando ser salvada de la muerte. – ¡Eres tonta, Marceline! – me decía a mi misma, borrando esas imágenes de mi cabeza, ella aún estaba viva, aún estaba respirando y aun podía ser salvada; y de la nada, cómo un milagro de los dioses, una roja y cálida flama nació frente a mis ojos, pero me costaba aún sentirla por lo fría de mi piel ahora mismo, que había pasado de un suave rojo a un pálido rosa, casi sin color en las puntas de los dedos y seguramente, mi rostro no estaría diferente. La llama era lenta, le soplaba y animaba para que pudiera calentar más rápido, vertiendo la botella de alcohol en lugares que aún no encendían.

Parecía que había despertado de una pesadilla, sentía que me había quedado dormida sentada en el suelo, apoyada en la puerta del baño, pero mi cuerpo temblaba y mi pijama todo lleno de barro, con mis dedos arrugados debajo de las capas de tierra, y mis pies cortados por las piedras; la pesadilla había acabado, porque la puerta se abría lentamente detrás de mí, con una nube tenue de vapor, y una sollozante Alice, llamándome con su natural y suave voz. No pude evitar el saltar del suelo casi como un acto reflejo, abrazándola con mis fuerzas renovadas solo para ese momento, pegándome a su hombro para llorar con ella, encorvando mi cuerpo para llegar a la baja y pequeña silueta de mi hermana, pareciendo una eternidad que no quería terminar, podía sentir ahora el calor de su cuerpo y del baño. Ya la tenía entre mis brazos, ninguna dijo nada sobre el tema, sólo nos abrazamos y nos dimos una largo baño caliente con apenas sollozos silenciosos para reemplazar la plática; ayudándome ella a quitar la suciedad de mis púas; era ahora mismo, el mejor baño que había tomado en mucho tiempo, y el más largo según parecía, quizás esperando a la silueta de siempre con la toalla en las manos, molestando para salir del agua, quizás ahora debía ser yo ella para recibir a mi hermana, pero el agua era tan agradable, que la situación se invirtió y Alice, con su tierna madurez, me sacó del agua luego de haberme limpiado; me hacía preguntar, quien era la hermana mayor en este lugar.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Feb 11, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Las espinas del almaWhere stories live. Discover now