Si hubiera habido otra manera, él la habría tomado. Lo que realmente quería hacer era raptarla, tomarla y llevarla a algún lugar donde nunca la encontraran. Pero su madre moriría si lo hiciera. Sus ojos volvieron a su presa, mirándola a la espalda, pero ella lo ignoraba. Sólo quería que ella lo reconociera, para que recordara algo a través del Obliviate que le había lanzado. Él quería que ella sintiera algo, pero ella estaba inconsciente de ello.

Había renunciado a cualquier idea de que él era una buena persona, no lo era. Tal vez podría pensar en sí mismo como tal si no estuviera violando a Granger a cada minuto. Él no podía parar y ella lo hacía tan fácil. Todo lo que tenía que hacer era escribirle una nota firmada por algún elfo y ella se presentaría sin compañía en algún lugar ridículamente desierto del castillo. No tenía ningún sentido de la supervivencia, la encontraba vagabundeando sola alrededor de los pasillos desiertos, ella como era habitual lo desafiaría y él finalmente terminaría rompiéndola.

Era tan ridículamente buena que ni siquiera se le ocurrió que alguien pudiera engañarla. La había visto sorprendida una docena de veces.

No podía parar. Era lo único que hacía que todo se sintiera bien, que sintiera un momento de paz. Pero sólo quería que ella lo reconociera. No había paz en ningún lado, en ninguna parte del castillo, porque siempre podía ver su destrucción. Ciertamente no había paz en la sala común. La perra siempre estaba allí, o los ojos siempre vigilantes de sus compañeros de casa. Ojos preocupados siempre mirándolo. Quería herirlos por mirar todo el tiempo, pero no podía. No tenía permitido hacer algo que pusiera en riesgo todo y no podía molestar a la mierda psicópata de Voldemort.

Katie Bell estaba a punto de salir del hospital, o eso había oído. Apuñaló con su pluma los papeles de su libreta, rasgando algunas de las páginas. No importaba. Todo desaparecería pronto. Todos lo harían, y él moriría, de eso estaba absolutamente seguro. Mientras pudiera salvar a su madre, lo haría. Había tenido que esforzarse para no pensar en Katie o en cualquier otra persona a las que le haría daño, y sólo había una distracción que funcionaba.

Había intentado ser suave, usando pociones de amor y la maldición Imperio, pero se sentía mal. No era ella a quien veía cuando la miraba a los ojos, sólo una cascara vacía. Necesitaba que ella lo viera, aunque eso significara que gritaría, pelearía y maldeciría. La necesitaba. No le gritaba, a menos de que estuviera de mal humor para empezar. Por lo general, estaba demasiado sorprendida para hacer algo. Se hundía en su cuerpo y todo desaparecía. Era lo único que podía hacer. Durante una hora, él estaría con ella, jodiéndola. Y cada vez resultaba más difícil lanzar el hechizo que borraría su memoria, porque en realidad quería que ella lo supiera. Quería que ella pensara en él, que lo recordara. Pero no podía. Dejar que Granger supiera lo que le hacía, incluso lo que significaba para él, definitivamente sería malo. Todo el infierno podía congelarse si se supiera que la Princesa de Gryffindor estaba siendo corrompida. Dumbledore probablemente ni se molestaría en retener a Potter. Sería una muerte rápida, y a veces casi que la deseaba. Definitivamente podría estar en paz, pero entonces su madre sufriría.

El timbre sonó. En lo que a él concernía, la clase acababa de empezar. No se movió. Granger empacó sus cosas y Potter la esperó, vigilando. Draco cerró los ojos y rechinó los dientes. Si sólo lo supieras, pensó, si sólo el estúpido niño que era la brillante gloria de Dumbledore lo supiera.

—Necesitas trabajar en ese ensayo esta noche, Harry. ¿Tienes suficiente pergamino? —le dijo a Potter mientras pasaba. Ella ni siquiera lo miró y pudo sentir su aroma mientras caminaba junto a él, deseo con todas sus fuerzas agarrar su cabello, pero mantuvo sus manos juntas a la mesa delante de él. Sólo se movió cuando Snape se acercó, saliendo de la habitación. No tenía ningún interés en escuchar las palabras del perro de Voldemort.

Un regalo lamentableWhere stories live. Discover now