PRÓLOGO

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En un pueblo conocido como Bibury, en un rincón de inglaterra, de pequeñas casas con tejados triangulares y llenos de hierba, se acercaba la mítica fiesta que todo el mundo conoce, Halloween. Como a pequeño pueblo, cumplía con su estereotipo, durante estas fiestas lo típico era ir disfrazado lo más profesionalmente que les permitía su economia pero, no solo los disfraces eran los protagonistas del día, también lo eran las decoraciones grotescas que había en las casas, desde huevos falsos pegados en los ladrillos exteriores, hasta esqueletos de difuntos reales, o al menos, a simple vista, lo parecían.

El pueblo estaba formado por un total de siete calles entrelazadas entre ellas dando a lugar a la gran plaza central, donde se realizaban los grandes concursos de disfraces anuales o las pequeñas representaciones teatrales de las escuelas.

En la Main Street, una calle de este pueblo, se hallaba una niña de unos 9 años, difrazada de fantasma, acompañada de su hermana menor de aproximadamente 3, vestida de araña.

La niña mayor, de tez blanca y fina como la porcelana con unos ojos color cacahuete como el de su cabello, iba caminando preguntando a las personas de su alrededor si querían truco o trato. Ambas hermanas caminaron a lo largo de la calle y, viendo que demasiadas personas no les hacían caso, la menor, de ojos azules y cabellos dorados rizados, se quejó, tiró de la mano de su hermana para conducirla a una casa que había en una esquina. La oji marrón picó el timbre y al instante aparecieron unos adultos malhumorados que las hecharon al momento. La pequeña de tres años se puso a llorar, mientras su hermana, la intentaba consolar.

—Tranquila, Josefina,que estos hombres nos hayan tratado mal no significa que hayamos hecho nada malo, probablemente estaban teniendo un mal dia, eso es todo -sonrío a su hermanita y le acarició la cabeza-. Anda, vamos a seguir pidiendo caramelos.

Siguió algo deprimida, así que la fantasma le tendió un caramelo que había conseguido en casa de unos vecinos.

—Waaaaa, gracias- respondió la pequeña y, enseguida, abrazó a su hermana riendo alegremente.

Tras haber hecho esta pequeña pausa, decidieron ponerse en marcha y giraron la calle contigua. Iban a chillar para pedir calamelos, pero una persona vestida de zebra se paró delante de ellas, y les tendió caramelos, uno para cada una y cuando estuvieron suficientemente cerca las agarró de la mano para luego empujarlas hacia atrás. La mayor intentó ayudar a la pequeña y chillar, pero la zebra le puso un pañuelo en la boca.

La niña fantasma abrió los ojos y despertó a la pequeña. Enseguida se dieron cuenta de que se hallaban dentro de una furgoneta, comprobaron que las puertas traseras estaban abiertas y sin pensarlo más de una vez salieron corriendo pero, justo en ese momento, a toda velocidad cruzó otro vehiculo y las atropelló. 

No sé cómo se llamabaWhere stories live. Discover now