Introducción

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Para variar, Thalia estaba al borde de la muerte. Y, a ese punto de su vida, era algo completamente normal.

Estaba balanceándose sobre un fino cable, muy por encima del suelo, y luchaba por que el viento no la hiciera caer. Al mirar hacia abajo, todas las alarmas en su sistema se detonaron: Una gruesa capa de niebla le impedía ver lo que le esperaba, pero no tenías que ser un genio para averiguar que sería fatal. Cada pocos segundos, el inquietante brillo de los rayos de tormenta asomaban entre la opaca superficie.

Respiró hondo. Hasta aquel momento se había percatado de la debilidad en sus pies descalzos, y se dijo que pronto tendría que llegar al otro lado si quería sobrevivir.

Problema número dos: No había un "Otro lado"
Hasta donde alcanzaba a ver, el cable se extendía por varios kilómetros más para perderse en la bruma por el horizonte.
Contó hasta siete.
Una ráfaga levantó su delgada camiseta y la piel se le puso de gallina.

Lentamente, comenzó a bajar los brazos para tomar el cable. Al apenas rozar el frío acero con las yemas de sus dedos, sintió cómo su pie derecho resbalaba. Para cuando tuvo el valor suficiente para abrir los ojos de nuevo, lo único que la detenía de caer eran sus manos, lastimadas por agarrarse con tanta fuerza.

Miró de nuevo a su alrededor. No había forma de continuar avanzando, y no podría aguantar mucho más sostenida del cable, que le despellejaba la piel a cada segundo.
Rendida, contuvo el aliento, y se dejó caer, preparada para sentir cada uno de sus huesos quebrarse, como una muñeca rota.

A los pocos segundos, el frío de la lluvia le acribillaba las piernas desnudas.
Tumbada boca arriba, sobre el lodo, miró hacia el cielo, negro como la boca de un monstruo titánico.
Se levantó con torpeza, desorientada, y trató de adivinar en dónde se encontraba esta vez.

Frente a ella, se extendía un enorme camino de tierra, bordeado por edificios destartalados y carentes de color alguno. La escena le recordó a las películas Noire que tanto le gustaban de pequeña, y dejó escapar una carcajada carente de humor.

Miró hacia atrás, encontrando un camino idéntico, como si estuviera entre dos espejos. Observó ambas direcciones, expectante, y por fin, un grito desgarrador se alzó entre la lluvia torrencial. Varias sombras se dirigían hacia ella a gran velocidad. Lobos.

"Algo peor." Respondió su mente.

Sin darse cuenta, ya se encontraba corriendo, intentando no resbalar debido al lodo y los enormes charcos de agua. Pensó en entrar a algún edificio, pero ella ya no estaba en control de su cuerpo, y continuó avanzando torpemente, girando en los callejones cada vez más extraños.

Los colmillos de una bestia alcanzaron por fin su pierna derecha, y como si se tratase de tela, desgarraron la piel con un hambre feroz. Thalia soltó un alarido agonizante, descubriendo que los gritos que antes había escuchado no eran otros, sino los suyos.

Se levantó de la cama, empapada en un sudor frío, y tratando de encerrar todo el aire que podía en sus pulmones. Las cobijas se encontraban tiradas en el suelo de su habitación, y Pierre la miraba con nerviosismo, agitando la cola de un lado a otro.
Tardó varios minutos en relajarse, pero a ella le parecieron años.

Se llevó las manos al rostro, agotada, y checó el reloj en la mesita de noche. 4:40 A. M. Espléndido.

Apagó el despertador antes de siquiera darle la oportunidad de sonar, acompañado de un suspiro, y apoyó los pies en la madera fría.
Pierre se acercó con sigilo y le lamió las lagrimas de la cara, gimiendo y sollozando con ella.
Le regaló unas caricias tiernas y suaves, sonriendo débilmente. No era demasiado temprano para un café.

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⏰ Última actualización: Mar 15, 2020 ⏰

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