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Era una tarde tormentosa, y el moreno no dejaba de suspirar mientras miraba la fina lluvia caer, iba con mejilla pegada a la ventanilla del taxi y sentía como el frío llegaba a helarle hasta los huesos.

Iba hecho un mar de pensamientos, torturandole la cabeza y no podía dejar de pensar en una sola cosa, más bien en una persona. Sí, en aquel amigo de la infancia que en a cada momento lo hacía suspirar cada vez que pensaba en su hermosos ojos y sonrisa.

Estaba enamorado de su mejor amigo.

Y le dolía cómo la mierda.

Le dolía cada vez que su amigo llegaba a su casa pidiéndole que lo abrace, porque nuevamente había tenido problemas con su novia. Le dolía verlo tan triste por una persona que no fuera él. Porque su amigo estaba enamorado locamente de aquella muchacha.

Y Rodrigo debía pretender cada vez que estaba bien, cuando en realidad deseaba que un tren lo aplastase, cada vez que oía cómo Maicky describía al amor de su vida y decía lo mucho que éste la amaba.

Sinceramente Rodrigo ya estaba sin esperanza alguna de que su amor sea correspondido, así que terminó por asumir que moriría sólo y con cien gatos rondando por la casa.

Una voz lo sacó de sus pensamientos, era el taxista, ya había llegado a su destino.

Se bajó luego de pagar, y soltó un pesado y sonoro suspiro antes de tocar el timbre de aquella casa que ya conocía de memoria.

Se había prometido a si mismo que no se haría más daño y que trataría de alejarse un poco para tratar de olvidar esos pensamientos, pero ahí estaba él. Frente a la casa de Maicky.

No pudo ignorar el llamado de su amigo quién le pedía a llantos que vaya a hacerle compañía, porque según él sentía que iba a morir, su novia ya lo había dejado por quinta vez en el mes.

Después de todo era su mejor amigo, no podía dejar que éste cometa algún "intento de suicidio", entre comillas, porque su "intento de suicidio" no era más que una sobredosis de vitaminas C en pastillas.

Lo sé, Maicky era muy infaltil, pero aún así Rodrigo lo amaba, se atrevía decir que mucho más de lo que se amaba a sí mismo.

Finalmente se dignó y tocó el timbre, luego de un par de minutos una cabellera rubia apareció ante él.

- Hola señora Maíz, puedo pasar?- Preguntó amablemente Rodrigo, mostrando una sonrisa un tanto triste y forzada.

- Hola cariño, pasa, pasa, que bueno que viniste... Justo a tiempo.- Exclamó la señora cerrando la puerta después de que el moreno haya entrado por esta.- No sabemos cómo calmarlo, ya se ha comido su décima porción de helado y no sabemos qué más darle para que deje de llorar, si sigue así me temo que inundará la casa.

- No se preocupe señora, dejemelo a mí, yo sé cómo manejar estas situaciones.- Dijo rendido Rodrigo mientras subía las escaleras hacía la habitación de Maicky.

- Confío en ti hijo, no sé que haríamos sin ti.- Dramatizó la señora Maíz.

Rodrigo abrió lentamente la puerta del menor e instantáneamente sintió cómo unos brazos lo rodearon con fuerta, y como unos ahogados sollozos fueron depositados en su pecho.

Éste no hizo más que acariciar su cabello y repetirle que todo iba a estar bien y que se calmase porque iban a solucionar las cosas.

Luego de un par de minutos, Maicky finalmente levantó la vista y la posó en su mejor amigo.

Rodrigo se estremeció ante el contacto y se puso un tanto nervioso al ver la cercanía en la que se encontraban sus rostros. Negó internamente la cabeza y volvió a abrazar con fuerza a su amigo. Le dolía demasiado verlo así.

Maicky no dijo nada, tan sólo se separó de él y entró al baño a lavarse un poco.

Rodrigo ya conocía la dinámica de todo esto y sin más sacó su pijama de su mochila y se vistió para luego acostarse en la cama del menor.

Luego de un rato Maicky salió del baño con el pijama también puesto y se acostó al lado del moreno, abrazandolo.

El pelinegro estaba hecho un desastre de emociones y no pudo evitar que su corazón comenzace a latir el triple de fuerte. Maicky lo abrazaba de frente, y tal parecía que aquellos pequeños y frágiles brazos estaban hechos para abrazar al mayor, a nadie más que a él.

Rodrigo lo miró por última vez para luego ocultar su sonrojado rostro en el cuello del contrario. Maicky cerró los ojos y abrazó con más fuerza al otro, sollozando por última vez para luego quedarse dormido.

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¿me perdonas? • maidrogoOnde histórias criam vida. Descubra agora