1. Sábado un poco movido

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—Voy en camino —Son las palabras que me dice Nathaniel antes de que cuelgue el teléfono.

Suspiré. ¿Es que acaso el idiota de mi mejor amigo no sabe lo que es ser puntual? Tengo la respuesta, y es no. No lo sabe.

—¡Luna! —me gritó mi madre desde la planta baja.

—¿Qué pasa? —le respondí y seguido de esto, tomé el control remoto y apagué la televisión.

—¡Ven acá!

—¡Ya voy!

Bajé las escaleras de dos en dos y me detuve frente a mi madre, la cuál estaba de brazos cruzados y con el ceño fruncido.

Oh oh.

—¿Qué sucede? —dije mientras jugaba nerviosamente con mis manos.

—¿Qué le paso al florero de 500 dólares que recién compré la semana pasada?

Fruncí el ceño. —¿Florero? —dije confundida. Recuerdo haber visto un florero horrible con un diseño bastante pobre y sin color colocado en la ante-sala—. ¿Hablas del florero feo?

Ella me miró con ojos acusadores. Y señaló hacia la ante-sala. En efecto, ahí se encontraba el florero, o al menos, lo que solía llamarse florero. Estaba roto en pequeños pedazos, el agua que contenía dentro estaba derramada en el suelo.

La miré y me encogí de hombros.

—Ni idea, a lo mejor fue John —Ese pequeño demonio, a la edad de tan solo 8 años, logra revolver cualquier cosa.

—John nunca hace nada, él es un niño muy tranquilo. Eres tú la causante de los líos.

Rodé los ojos, aquí va de nuevo. Mi vida se parece a la serie Drake & Josh, en donde Megan es la que causa todos los problemas pero de una manera u otra nunca la descubren.

—Eso es porque estás ciega.

Al instante me arrepentí de haber dicho eso. Mi madre me miró con incredulidad.

—¡Luna Ferland! ¿Quién te estás creyendo que eres? Vete a tu habitación —me espetó y señaló hacia las escaleras indicándome que subiera.

Me encogí de hombros nuevamente y me giré hacia las escaleras para dirigirme hacia mi cuarto. Da lo mismo, estoy mejor ahí que en cualquier otro lado.

Al llegar, cerré la puerta y le coloqué seguro. Me tumbé sobre la cama y tomé mi celular, así que me puse a jugar Flappy Bird. Mi récord es de 69, no logro pasar de esa cifra.

Luego de aproximadamente, jugar 20 minutos. Alguien toca mi puerta.

—¿Quién es? —grité desde mi posición en la cama.

—El Dr. Pene —dice una voz familiar desde el otro lado de la puerta.

Rodé los ojos y me levanté mientras mascullaba lo idiota que es mi mejor amigo. Le quité el seguro y abrí la puerta. Ahí está la figura que me ha acompañado desde que tengo memoria. Con su cabello negro y rizado, sus ojos color negro, su piercing en el labio inferior y su camiseta negra con el logo de la banda AC/DC en ella. Todo un chico dark. Nathaniel a diferencia de mí, era oscuridad en todos los aspectos, él era reservado, callado, un poco frío y rudo y yo era la única que había llegado a conocerlo a fondo. Yo, por el contrario, era todo brillo. Tenía el cabello castaño claro, la mayor parte del tiempo lo llevaba suelto y enredado. Antes, me desenredaba el cabello todas las noches, pero ahora mínimo una vez por semana ya que no valía de nada. Yo lo dejaba tranquilo y él me dejaba tranquilo a mí. Era delgada, y de estatura media. Siempre sonreía y vivía bromeando a toda costa, casi nada me lo tomaba en serio. Tengo muchos "amigos" pero muy pocos me conocen en realidad. Algunas de esas personas son Nathaniel, Vanessa y Danna. Ellos sí han estado ahí para mí. Soy un imán de problemas. Siempre logro cagarla en todo, y en meterme en más líos de los que puedo contar. Soy una chica muy extrovertida y dispuesta hacer lo que sea para divertirme. Pero no me malinterpreten, la mayoría del tiempo, soy una niña buena.

Catastrophic LifeWhere stories live. Discover now