Capitulo 22

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La mirada de ella estaba perdida. Los demás hablaban y ella solo podía pensar en cómo quitar de su vida y del mundo a César antes de que él lo hiciera con ella. Adriana tomó un sorbo de zumo e intentó buscarle conversación a Patricia pero fue casi imposible. También estaban con ellas Miranda, la hermana que había aparecido de la nada y Andrea. Una que no veía desde que eran pequeñas. El ambiente era algo cargado, no se conocían lo suficiente y apenas cruzaban palabra. Con sequedad Patricia preguntó

— ¿Cuánto tiempo estarán aquí?

— ¿Te molesta que estemos aquí?

— La realidad es que si, quiero estar sola. Ustedes de seguro tiene su vida, váyanse.

— ¿Por que tienes que ser tan borde?— Regaña Adriana

— No estoy siendo borde, estoy siendo sincera. Pero bien, si quieren quedarse adelante, están en su casa. Me voy yo. —Se levantó de la mesa y Adriana fue tras de ella pero Patricia estaba cada vez más insoportable, más irritable. Avanzó hacia su habitación y harta de que Adriana le siguiera la sombra gritó —¡Déjame en paz!

— ¡No! No lo haré ¿Acaso crees que no me doy cuenta como poco a poco te consumes en un odio que solo va a destruirte?

Se tumbó en el sofá y una sola cosa rondaba por su cabeza, un intenso deseo de borrar de la faz de la tierra a César comenzaba a invadir su alma. Pero él no se quedaba atrás. Nada de lo que estaba haciendo daba resultado. Pero para él nada era imposible. Mientras encendía un habano, llamó a su perro fiel, a ese hombre que por dinero hasta vendía a su propia madre. Sacó de la gaveta de su escritorio miles de dólares. Lanzándolos sonrió con maldad y comentó

— Tengo un encargo

— Lo que necesite

— Quiero que me traigas a un psiquiatra que me ha estado ocultando donde está la zorra de Patricia. Se llama Eduardo Ballesteros  Me lo traes y hazle lo que sea necesario para que hable, y si no habla en una semana, pues lo matas y te aseguras de que aparezca rápido, para dejarle claro a esa zorra que no dejará de morir gente hasta que aparezca.

El hombre agarró los miles de dólares y algo curioso preguntó con temor que sería lo que le haría una vez la mujer apareciera. Creía que la respuesta sería matarla pero no, César tenía algo mucho peor planeado para ella, la dejaría muerta en vida, sumida en la miseria y terminaría por acabar con la poca cordura que había en ella. Nunca había aceptado un no por respuesta, siempre había tenido el mundo a sus pies y aprendió a humillar a los demás para sentirse importante. Con Patricia no sería la excepción. Dio una calada al habano y despachando al matón le marcó a su hermana y ella contestó algo temerosa.

— Hola

— ¿Dónde coño estás Adriana?

— Eh estoy fuera de Buenos Aires haciendo unos trámites.

— ¿Dónde está Patricia?

Muriendo del miedo mintió

— No lo sé

— descubro que la estás escondiendo y no lo cuentas Adriana. Te lo juro.

— ¿Por qué no dejas a esa mujer en paz? Ella no te ha hecho nada, más bien tú te has encargado de arruinarle la vida.

— Esa mujer es una loca, asesina inservible. Aún así pagué por ella ¿O no recuerdas? Me costó miles, me pertenece. No te lo vuelvo a repetir Adriana, la escondes y me entero y me olvido de que eres mi hermana.

— ¿Me matarías cómo has hecho con tantas personas?

— No me des ideas, no me las des Adriana.

Dos veces ella Where stories live. Discover now