Mascaras de polvo y piedra

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—Abby solo queremos convertirla en una chica, no es que no lo sea, pero por dios bendito no se quiere ni peinar —Keira no comprende que no voy a perder veinte minutos de mi vida peinándome y haciendo un intento de maquillaje, ¿es que acaso no ve que de cosa puedo aplicarme labial sin mancharme los dientes?

—Pues si ese es el motivo de esta conspiración adelante, córtenle, arréglenle, maquillen, lo que sea. Solo eviten que sea tan despreocupada con su imagen personal —Abby rueda los ojos, cosa que a las chicas les hace mucha gracia, por supuesto que es gracioso cuando no eres tú de la que se burlan.

—Gracias Abby por ser tan colaboradora —Valery sonríe—. Es por una buena causa.

Rendirme es lo último que me queda luego de que mi hermana se uniera a las adolescentes hormonales. Entran a mi habitación y de forma automática rizadores, planchas de cabello y kits de maquillajes ocupan parte de la habitación, ¿quién diría que dentro de esas mochilas habrían cosas como esas?

— ¡Atención chicas! Tenemos un código rojo —Keira chasquea los dedos llamando la atención de todas —. Mónica el maquillaje, Valery el uniforme, Candy el cabello y yo soy los retoques finales.

— ¿Tengo que tener miedo? —Esto me da muy mala espina.

—La verdad no, serán solo unos retoques mágicos.

Miro a Keira hasta que me tumban en la cama quedando recostada sobre mi espalda. Valery quita mi falda de un tirón; produciendo que la cara me arde de vergüenza, cubro mis piernas con la manta. Mi intimida ha sido violada tan descaradamente.

—Relájate Sophie, estamos en confianza —me guiñe Valery mientras se sienta en la silla junto al clóset.

Mónica me detiene cuando intento levantarme, me rodea posicionando ambas rodillas a cada extremo de mi cadera, casi me desmayo del susto, vergüenza, incomodidad y parte del miedo. Estas chicas no entienden el concepto de "espacio personal", o realmente son muy libertinas en ese aspecto.

—Quedaras preciosa Sophie, confía en mí —aplica los correctores en dónde considera apropiado hacerlo, sin embargo no puedo evitar ponerme como un tomate cada vez que delinea mis labios—. ¿Sophie, alguna vez te dijo Christian que tus labios no son nada fáciles de dibujar?

—No lo sé, al menos no lo recuerdo bien —jamás me había detenido a pensar en que cada vez que Christian me dibujaba hacía borrón tras borrón en la zona de los labios—. Siempre pensé que era porque me rió mucho.

—No, realmente tienen una forma muy poco fácil para dibujar, no son gruesos ni delgados, ni pequeños ni grandes , son sin duda fantásticos —un tirón de cabello evita que pueda responder, Candy debe de estar disfrutando mucho de poder hacer lo que quiera conmigo, siendo exactas, hacer lo que quiera con mi cabello.

—Lo siento, tenías un nudo —responde Candy.

—No hay problema.

Media hora después me niego rotundamente a salir de mi habitación, mi falda está tres dedos más pequeña, mi cabello está demasiado arreglado para mi gusto y tengo los labios tan rojos que parecen que me hubieran estado besando por horas. Yo no soy esa chica frente al espejo, la chica que soy ahora está oculta por todo ese maquillaje y cabello arreglado. No, ya no quiero volver a ser la de antes, porque serlo significa recordar y no quiero recordar. Cambie lo más que pude para enterrar lo que fui.

—Sophie luces bellísima, ¿no lo ves? —no importa cuántas veces Valery lo repita, no me hará sentir mejor.

—Lo sé, es solo que... Nada, es nuevo para mí es todo —me obligo a sonreír—, vayan adelantándose, las alcanzo en un momento.

Mil Palabras Por Decir Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ