— No importa, lo que sí importa es que lo sé. — Curvó la comisura acariciando su mejilla — No voy a juzgarte, jamás lo haría. Pero necesito saber de ti, qué fue lo que pasó. Que hizo que tu vida cambiara y tu mente colapsara.

Patricia bajó la mirada y no pudo contener las lágrimas. Sean se acercó a ella sentándose a su lado y algo tímido la abrazó y los sentimientos comenzaron a aflorar. Sus miradas se encontraron para luego encontrarse sus labios. Se besaron suave y tiernamente, sus lenguas se reencontraron tímidas después de cinco años de añorar unas a otras. Por más que lo intentara no podía negar que la amaba, que ella era la mujer que deseaba a su lado. Y eso le dolia, le quemaba amar a una mujer que jamás sería suya.

— ¿Por que me besas?

— Porque deseaba hacerlo — Respondió Sean — Deseaba probar los labios que me tienen enamorado hace años.

— Mientes..., no estás enamorado de mi. Es solo pena o lastima lo que sientes. Tienes una esposa, una pequeña hermosa. Ni siquiera sé qué haces aquí. 

Sean sonrío y suspirando agarró sus manos.

— Porque te amo Patricia. Porque después de vivir cinco años al lado de Annabelle con tu recuerdo en el corazón me convencí que eres el amor de mi vida. Quiero ayudarte, quiero que tú mente se aclare, que esas personalidades qué hay en ti desaparezcan y solo esté en ti Patricia, mi Patricia.

Patricia se puso de pie y alejándose de Sean, tragó saliva volviendo a sentir que su mente se confundía. Preguntó muchas cosas, pero entre todas las cosas que preguntó tenía una muy clara, Sean no estaría mucho tiempo junto a ella. Ella no lo permitiría, tenía que protegerlo como fuera de las amenazas de César.

— Debes irte

— Aún no hablamos de lo que te he preguntado

Sin darle muchas vueltas, apretó los dientes y se decidió a contarle ese terrible dolor que cargaba día y noche.

— Hace años tuve una hija con César, desde siempre he sido una loca, una maniática, una inútil. Eso era lo que él me decía. Tenía que tomar antidepresivos y un día, me quedé dormida junto a mi pequeña, cuando desperté sentí el horror más grande que he podido sentir, mi hija... — Patricia derramó una lágrima sintiendo aquel dolor como si hubiese ocurrido hacía poco. — mi hija estaba muerta, la había asfixiado y desde ese momento César disfruta haciéndome sufrir como venganza por haber matado a nuestra hija.

Sean quiso consolarla pero las lágrimas y el dolor rápidamente se esfumaron de los ojos de Patricia. Otra vez, sus pensamientos se confundían, su dolor comenzaba a esconderse tras otra que no era ella.

— Patricia, ¿Estás bien?

Ella arqueó una ceja y fría preguntó

— ¿Nos conocemos? ¿Que hace en mí habitación?

— Otra vez no por favor, anda ven acá. Siéntate.

— ¡Salga de mi habitación ya!

— Cariño, sé que sufres, sé qué hay cosas que aún desconozco que te atormentan, pero quiero que sepas que haré hasta lo imposible por sanar esas heridas.

Ella rio algo burlona y respondió alejándose de él.

— Estás bien loco. No sé de qué hablas.

Sean optó por seguirle la corriente y decidido a al menos volver a traer a Patricia devuelva le invitó un helado a la mujer que creía ser ella y luego de pensarlo unas cuantas veces, Patricia aceptó el helado con el hombre que en esos momentos era un extraño para ella. Sean la llevó a una heladería cercana y ella poco a poco comenzaba a ser más abierta con él aunque su mente en aquel momento no lo recordara.

Dos veces ella Where stories live. Discover now