¿Qué pasó con Ezra? - Parte 2

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—La... porque... no... acuerdo...

Fruncí el ceño y quise sentirme enojado, pero algo estaba mal.

—¡¿Qué dices?! ¡¿Qué juego es este?! ¡Da la cara!

—Milo... debes... escucha... no... cuando... Milo...

—¡¿Ezra, qué coño?!

—¡Cuidado!

Y colgó.

Quedé con el teléfono en la mano, estupefacto. El corazón me latía a mil. El cuerpo me temblaba. ¿Qué demonios estaba sucediendo? ¿Dónde estaba Ezra?

Salí disparado del baño. Quedé tan confundido y asustado por la llamada que ni siquiera supe cómo me monté en el bus. El conductor me miró raro, como si fuera a ordenarme que me bajara, así que me senté y traté de calmar mi respiración.

Todavía tenía el celular en las manos temblorosas, y no sabía muy bien qué hacer. No entendía nada, pero me daba muy mala espina. Ezra estaba en problemas, tenía que estarlo. El tono de su voz había sonado extraño, casi desesperado. Nunca lo había oído así.

Me bajé en mi parada y entré a casa.

Lo primero que hice fue correr hacia la habitación de Taylor.

***

Abrí la puerta de golpe, sin tocar. Taylor estaba sentada frente a su laptop. Se sobresaltó y me miró como si estuviera loco. Y sí que debía parecer un loco, porque estaba exasperado, confundido y asustado, y si había alguien que podía ayudarme a descifrar que demonios pasaba era ella.

—¡No entres así a mi habitación! —se quejó—. ¡¿Qué demonios pasa contigo?!

—Ezra —pronuncié, agitado.

Tenía la respiración tan acelerada que tuve que tomar aire.

—Por Dios, vete a la mierda, Milo —bufó Taylor y me dio la espalda.

—Ezra está en problemas —solté.

—Ajá —musitó ella, sin darme importancia.

—Recibí una llamada de este celular —comencé a decir, extendiéndoselo—. Era él. Sonaba extraño, desesperado. Creo que lo tienen... creo que por eso nunca llegó.

Taylor se giró en la silla. Me miró, ceñuda y desconfiada. Yo respiraba por la boca y el pecho me subía y bajaba con violencia. Su mirada era dura y resentida, pero a la mierda lo que había pasado entre nosotros. Esto era real, y necesitaba su ayuda.

—No vendría si no fuera en serio —añadí.

Taylor miró el teléfono, luego a mí, y después bajó las defensas.

—Cuéntame.

Le conté desde el mensaje que recibí con la cita en el parque, hasta cómo Ezra colgó. Ella escuchó en silencio, pero cada vez su rostro adquiría un tinte preocupado.

—...dijo cosas como: Milo... escucha... no... debes... —terminé por contar, moviendo mucho las manos y pronunciando las palabras con rapidez—. No fue nada claro. Había mucha interferencia. ¿Tenemos que llamar a la policía?

—No lo sé —dijo ella, pensativa—. Si unimos esas palabras podría estarte diciendo que no lo hagas.

—Pero, ¿por qué? —solté, tensando cada musculo de mi cuerpo—. No sé qué demonios está pasando —expresé, frustrado.

Me senté en la cama y me froté la cara con aflicción. La voz de Ezra resonaba en mi cabeza. Y las dudas eran tormentosas.

Taylor se levantó de la silla.

No puedo evitar enamorarme de tiWhere stories live. Discover now