Pensó en  su compañero que amaba el alcohol y se dijo a si mismo que lo más probable es que estuviera por ahí cerca.

Vio una tienda de jardineria, la cual era la que estaba buscando para lo del nariz larga y dejando las cosas fuera de la tienda, entró. Obviamente siempre con una mirada a las provisiones.

Compró lo que necesitaba y cuando estaba acomodando la reciente compra en el carrito que le habia hecho Franky para llevar todo, un hombre salió disparado de uno de los bares hacia la calle.

Según la aguda vista de Sanji, era un alfa. Sin embargo, éste estaba completamente asustado y tirado en el suelo.

Gritos se escucharon de adentro del lugar que ahora tenia su puerta totalemente rota y dos cuerpos más salierom volando. Ambos con diferentes cortes.

Sintiendo una ráfaga de viento con aquel olor, se quedó observando el cuerpo que iba saliendo.

Un peliverde alto con una yukata igualmente verde iba saliendo con una de sus espadas en mano y una cara de pocos amigos.

-Será mejor que no acaben con mi paciencia.-

-¡L-lo sentimos! ¡Ten! ¡Quédatelo, ya no lo queremos!-

Y los tres hombres como pudieron, salieron corriendo.

Zoro caminó hasta el objeto que habian tirado y lo recogió. Se enderezó y envainó su espada.

-Debí suponer que eras tú, marimo.-

Zoro le miró con una ceja alzada.

-¿Qué haces aquí, ero-cook?-

-Eso no te incumbe, pasto andante.-

Ambos se acercaron un poco tratando de provocar al otro a una pelea. Sin embargo, ésta no ocurrió.

Zoro habia tomado la mano de Sanji y en su palma puso un objeto.

-Iba a esperar a dártelo en la noche. Pero ya que estás aqui, ten.-

Dejó el objeto y quitó su mano, dandose una vuelta y comenzando a caminar quien sabe a donde.

Sanji miró el objeto. Un fuerte sonrojo se apoderó de sus mejillas. Apretó el pequeño objeto y lo metió en su bolsillo, para seguir su caminata.

Ya en la noche, varios ya estaban en el Sunny. La cena estaba casi lista y el cocinero era acompañado por un animado Brook que le estaba contando lo que hizo entre el día.

-Etto... disculpe, Sanji-san. ¿Podría preguntar por esa bonita sortija en su dedo anular? Yohoho...-

Sanji volvió a sonrojarse y miró el anillo que desde esa tarde estaria adornando su dedo. Sin poder evitarlo, acercó la sortija a su nariz e inhaló el olor.

El olor era su favorito. Quizás la persona que se lo dió lo llenó de él a propósito.

Rió un poco y miró a Brook.

-Esas no son cosas que se le pregunte a las personas, Brook. Más te vale que nunca se lo digas a una señorita.-

-Yohohoho~... felicidades.-

Terminó por decir. Y la cocina quedó solo con el sonido de la comida friendose y del toque de los utensilios.

Después de la cena es cuando venia lo que habia de verdad esperado todo el día.

El haber parado en esa tranquila isla no habia sido coincidencia. Y, es que él le habia pedido un pequeño favor a la navegante y a su capitán.

Obviamente, al único que tuvo que rogarle un poquito fue a la pelinaraja, a quien también tuvo que pagarle una pequeña suma de dinero. Y pequeña nada más, porque eso contaba como el regalo de Nami.

Esa noche, estaría solo con su olor favorito en el barco y por la mañana partirían temprano a la isla que les correspondía ir a explorar.

Y es que, ese día no era un día cualquiera.

Era el día de aniversario que tenían Sanji y Zoro.

Un año juntos. De sentir todo lo que el otro sentía, a travez de un lazo. Y un año en que el cocinero podía oler sin tapujos su olor favorito; acero con un toque de sake y agua de mar.

Porque a pesar de que ese olor era por lo demás, inusual, amargo y algo salado, para el cocinero era altamente adictivo.

Cuando ya todos sus nakamas de habian ido al hotel que habia reservado la navegante, sacó un sake de la mejor calidad que tenia guardado para el marimo y un par de onigiris, debido a que eran la comida favorita de su alfa.

Y si. También habia dejado salir a su omega. Algo que no hacia para nada seguido debido a que siendo piratas, su omega no tenia nada que hacer.

Pero en momentos como estos, le dejaba salir para que pudiera corresponder y demostrar todos los sentimientos que tenia que retener para su alfa.

Eran esos momentos donde dejaba salir su lado tierno y cariñoso con la única persona que se permitía serlo en verdad.

Con las cosas en una bandeja puesta en su mano, subió a la torre de vigia donde siempre se encontraba el marimo.

Al llegar, encontró al peliverde sentado en el suelo mirando por la ventana hacia el basto mar.

Sanji se acercó en silencio y se sentó a su lado, dejando la bandeja frente a ellos.

-Gracias cocinero.-

-A tí, maldito espadachín. ¿Cómo se te ocurrió lo del anillo?-

-Bueno, siempre te quedas oliendo mi cuello. Asi que supuse que cuando no lo hacías, me extrañabas.-

Habló burlón. Con una sonrisa sarcástica.

Sanji rió levemente abriendo el sake.

-Feliz aniversario, marimo.-

Dijo entregándole la botella y acercando su nariz al cuello del alfa para oler todo lo que quisiera el olor tan adictivo.

-Lo mismo digo, cejillas.-

Tu olor es mi favorito (ZoSan)Where stories live. Discover now