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― Bueno, ¿falta algo más? ―Samantha bebe lo último que queda de refresco.

― No, y menos mal. ― Tatiana recoge sus cosas y se levanta de la silla. ― Debo ir a una cita en la peluquería, hoy tengo unos quinces. Si cambian algo me avisan por mensaje.

Se aleja de la mesa contoneando sus caderas al ritmo del sonido que emiten sus plataformas al chocar contra el piso, llega a la puerta y sale del Mc Donald's.

Aleluya.

Todas soltamos un suspiro y reímos de alegría.

― Ahora que terminamos y la fresi se fue, ¿podemos comprar los helados?

― Michi ya es tarde para helados, es mejor comprar hamburguesas.

―  Okay... ― La ojigris hace muecas mientras asiente, derrotada.

Muévela Lex, el eclipse lunar está previsto para las 7:25 de la noche. ― Samantha da un vistazo por enésima vez a su reloj, no ha dejado de hacerlo desde que llegamos al restaurante del payaso.

― Tranquila ami. Compro, vamos a mi edificio, subimos a la azotea y vemos el eclipse. ― Me levanto y voy a formarme en la fila para hacer mi pedido pero hay por lo menos unas cinco personas delante de mí.

A Samantha le dará un ataque.

Por lo menos ya tenemos nuestros puntos a investigar, a eso se le llama trabajo casi en equipo.

Vinimos para dividir las partes de un trabajo que nos había dejado la profesora de Historia para las vacaciones de Navidad. Si, como lo leen; trabajo de Historia para vacaciones. El lado bueno era que tocamos todas juntas, el grupo de amigas me refiero, y también porque el tema del trabajo era sobre un invento de la revolución industrial, lo cual no es tan difícil. Lo malo, es que aunque el grupo de trabajo lo componíamos Samantha, Michelle, Valentina y yo; estaba Tatiana, la niña sifrina de nuestra promoción y una de las más fastidiosas también.

― ¡Apúrate, Alexia García! ― El grito de Samantha atrae la atención de toda la gente dentro del local.

― ¡Bájale dos, Samantha Suarez! ― Le grito de vuelta y regreso mi vista a la fila, ya faltan 2 personas.

Otros cinco minutos pasan y la cajera esta lista para atenderme. La chica anota los pedidos en la pantalla de una computadora y vuelve su atención a mí. Me dice la cantidad de dinero y casi me infarto, y yo que estaba ahorrando para libros nuevos, pero ¿qué se le va a hacer? Bendita inflación.

― Y ahí se fue la mesada de dos meses, chale. ―La chica se ríe por lo bajo mientras le doy mi tarjeta. Ella realiza el cobro y en menos de unos segundos tengo mi tarjeta de vuelta junto con el recibo y me formo en la fila para retirar los pedidos.

― ¿Por qué tardas tanto? Sam ya ha comenzado a hiperventilar. ― Valentina aparece a mi lado izquierdo sobresaltándome un poco.

― Dile a Sam que no tengo la culpa de que estén cortos de personal. Un poco más y terminaré trabajando aquí también, necesito plata.

Después cuadramos Lex, pero sabes cómo es Sam con las cosas astrofísicas.

― Astronómicas Valen, ya cuando le lleve su hamburguesa que se calma.

― Eso espero.

No se tranquilizó.

Apenas llegamos a la mesa con la comida, Sam me arrebata su hamburguesa de las manos y nos empuja a la salida del local. Verán, puede que Sam sea pequeña –mide no más que metro y medio–, pero cuando está determinada a hacer algo puede llegar a ser muy fuerte, hasta algo peligrosa.

LicántropaWhere stories live. Discover now