#8: Una inhumana guerra

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Adrián 

Unos pasos de tacón contra la cerámica son los que me hacen voltear, encuentro a Tina, con una falda aún más corta y ajustada que la de ayer.

Sigo leyendo mi libro recargado en la pared en lo que abren el aula para nuestra clase de ecología cuando ella se aclara la garganta. Levanto un dedo para terminar el capítulo de mi libro, pero ella no parece respetar eso y cuando me falta medio párrafo para terminar, lo tira al suelo.

—Cerda inculta —la insulto y me agacho para agarrar el libro del suelo a lo que ella me vuelve a quitar de las manos—. Dime que quieres, dame mi libro y piérdete.

—Necesito que me invites a salir —me dice suspirando cansada haciendo que arque una ceja para bufar irritado.

Primero es grosera con mi libro, ¿y ahora quiere que salga con ella? ¿Qué sigue? ¿Qué la bese? Estas adolescentes de ahora.

—Y yo necesito un dragón que me conceda deseos y queme hasta la muerte a la gente que odio —le digo encogiéndome de hombros—. Por desgracia, mis necesidades no son la de incumbencia de los demás, así como las tuyas no son de la mía.

Tina se tome un par de segundos para relajarse antes de responder. Veo como la ira quema sus ojos y como amaría darme un puñetazo en la cara, o al menos intentarlo. Sonrío al ver que sus problemas de ira no se los ha llevado el maquillaje, aún así, también agradezco por esta versión domesticada de ella, me abre la puerta a muchas posibilidades de molestarla de tantas maneras y no morir o ser lastimado de gravedad en el proceso.

—Colmas con mi paciencia, Joseph —me dice furiosa en su clásico tono pasivo-agresivo.

—¿Acaso tienes? —le pregunto fingiendo sorpresa con una mano en mi pecho—. Dame mi libro.

—Hasta que me invites a salir —replica cruzándose de brazos y le quito el libro aprovechando su guardia baja.

—No hoy, vieja amiga —replico sonriendo y ella lanza un grito frustrado.

—¿Cuál es tu problema? —me pregunta frustrada evitando no gritar.

—¿Por dónde inicio? —contesto con un dedo en mi mentón—. Me llamaste por mi primer nombre, cosa que ni mi madre hace, tiraste mi libro, me insultaste...

—De acuerdo, lo entiendo —dice ella malhumorada—. Dios, solo te estoy pidiendo un favor.

—De una forma muy grosera —señalo, ella se da la vuelta para alejarse caminando—. Tina, espera.

Tina se voltea con una cara de aburrimiento. Noto que alberga una esperanza de que me apiade de ella y le haga este increíble favor, cosa que creo estar dispuesto a hacer si ella lo pide de la manera correcta.

—¿Para qué necesitas que te invité a salir? —le pregunto arqueando una ceja a lo que ella se muerde el labio, un pésimo hábito que ella tiene desde que somos niños cuando ella está nerviosa.

Recuerdo que podía saber si la situación estaba tensa en su casa cuando ella llegaba a la escuela con su labio inferior cicatrizando. Solía invitarla a dormir en mi casa, costumbre que ella solía agradecer, me doy cuenta de lo mucho que me disgusta que se muerda el labio. Me enoja verla nerviosa porque usualmente ella es demasiado desvergonzada.

—Es complicado. Puedo explicártelo el sábado —me dice ella sonriendo de lado.

Maldigo en silencio, la desgraciada usó su mejor carta en mi contra: la curiosidad. Me quedo observándola con los ojos entrecerrados mientras ella sonríe pretendiendo inocencia.

Mantengo mi determinación con sacarle información cuando un chico unos cinco centímetros más bajo que yo se acerca a mi amiga para darle una nalgada. Me quedo aturdido ante la situación, volviendo a reaccionar cuando éste agarra a la rubia de la cintura mientras que con la misma mano con la que la nalgueo aprieta su glúteo.

Antes de Partir (versión viejita) Where stories live. Discover now