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Sólo Dios perdona

Al borde del puente un reflejo acuoso en la distancia te devuelve la mirada. Muchos piensan que es un reflejo distorsionado, pero la mayor parte del tiempo es justo como te hace sentir la vida. Te preguntas si así se siente el último paso. Una pesadez embarga tus pies. Te sorprende haber llegado tan lejos desde el momento en que lo planeaste. ¿Cuánto tiempo te llevo armar aquel escenario?  Si esperas suficiente y logras mantener el equilibrio, la niebla, que es más densa en tu cabeza que en el ambiente, comenzará a disolverse. La bruma que te embarga desde hace tiempo se va.

¿Y si te perdonas esta vez?

Ya ni siquiera es tan claro el problema que te llevó allí, a poner ambos pies a la orilla de un puente, con la firme intención de saltar, esperando no flotar, que nadie encuentre un cadáver hinchado y gordo.

¿Qué puede ser tan importante?
¿Y si te perdonas esta vez?
No es que la vida valga mucho, pero es lo único.

Desde la orilla de un puente, la humanidad entera, toda la raza humana, luce como una gran pila de rocas en una extraña máquina que las ordena, las forma, las empuja. De una en una, todas las piedras caen al rio, con elegante precisión pornográfica. La gravedad se encarga de llevar cada roca a su tumba en el fondo del cauce. Cada piedra golpea la superficie liquida, produciendo un sonido único que forma parte de un hermoso réquiem.

Y eso,
sólo se distingue,
con ambos pies,
a la orilla,
de un puente,
¿verdad?

Te preguntas si aún te queda compasión para perdonarte, para olvidar todo el daño que has hecho, para comenzar de nuevo, para restar importancia a la mierda que te arrastró a ese lugar; con su puente y su río y tus pies a la orilla.

¿Y si te perdonas esta vez?

Si te perdonas está vez, el resto de tus días serán sólo maravillas concedidas por el Dios que nace a la orilla de los puentes; y aunque no es un gran regalo, la vida es lo único que tienes.

Tardas demasiado. La tensión en tus pies y piernas comienza a hacer estragos, te sientes cansado. ¡Qué plan tan estúpido! Te sientas a la orilla del puente con los pies colgando al vacío. Sí, así es como se verían si hubieras saltado.  Qué bueno que no dejaste una nota o lo comentaste, de lo contrario te sentirías muy ridículo. Así como ridículo te hace sentir pensar en tus zapatos ¿Son adecuados para morir?

La humanidad es ridícula. Así es y habrá que pasarlo por alto. Habrá que perdonar al humano, y perdonarse a sí mismo por ser demasiado humano.

Te pones de pie, con la voluntad y terquedad que caracterizan a los seres vivos y a la vida. No quieres fracasar en la campaña. Haces uso de todo el valor que te queda. Haces uso de toda la compasión que te resta.

¿Y si te perdonas esta vez?
¿Y si saltas?

Entonces haces lo que parecía imposible: ejecutas tus dos opciones: saltas después de haberte perdonado. Saltas del lado del puente dónde sigues con vida. Saltas a la baqueta que te lleva a casa.  Ambos pies caen al concreto y un infinito terror te recorre el cuerpo quemando el cuero, haciendo crepitar de nuevo las cenizas de tu alma. Tomaste la decisión más difícil, la que requiere más valor y voluntad: seguir vivo. Seguir vivo con toda la ridiculez, el absurdo y la falta de sentido. Caminas temblado, las piernas no te responden. Un segundo más y no lo escribes en el ridículo diario que tienes debajo del colchón. Sientes descender tu presión arterial. Una debilidad tremenda te nubla la vista. El calor húmedo de tu entrepierna se torna frío y sabes que measte los pantalones que elegiste para el día de tu muerte. ¡Así se sienten los dioses al nacer! ¡Así se siente ser un hijo de puta piadoso! Te perdonaste la vida y con ello te conviertes en tu propio Dios. Así se siente ser omnipotente, omnipresente y omnisciente.

Al borde del desmayo, llegas a casa y duermes en la sala rancia. Duermes apestando a orines, sangre, a miedo, a perdón, a lágrimas; y duermes de maravilla porque ya no necesitas rezar a extraños, porque eres magnánimo y te has perdonado, porque de ahora en adelante el tiempo que te resta es un regalo propio. Nadie te puede arrebatar lo que te sobra: vida. Eres rico entre ricos, rey entre reyes. Duermes de puta maravilla porque ahora eres Dios entre Dioses. Ahora eres tú.

Te levantarás al día siguiente y vivirás tu vida como mejor te parezca. Y vivirás así, hasta que, como todas las rocas, golpees la superficie del río, produciendo la nota que te corresponde. Pero eso no sucederá el día que poses tus pies a la orilla de un río. Pero eso no sucederá hoy.

Jose De la Serna

Frases✨Where stories live. Discover now