Capítulo 08. Un horrible presentimiento

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De ninguna manera lo dejaría escaparse. No después de todo lo que había hecho, y de todo por lo que tenía que pagar. Lo atraparía, y lo pondría en la celda más oscura y húmeda que encontrara, no sin antes darle una golpiza como Dios mandaba.

Andrew resultó tener bastante aguante y condición, pero Cole también la tenía. Le tomó tres cuadras, pero finalmente logró taclearlo y tirarlo al suelo. Ambos rodaron; Andrew se golpeó la frente contra la banqueta y ésta se le abrió. Aún aturdido con la frente sangrándole, volvió a ponerse de pie, y sin pensarlo lanzó un puñetazo contra Cole justo cuando éste se estaba poniendo se pie. El detective lo esquivó por unos milímetros, pero Andrew lo siguió intentando.

Y ahí estaba la segunda conducta común: atacar de amanera desesperada, alimentado por la ira.

Estaban rodeados de personas, pero todos se limitaron sólo a observar el espectáculo. Durante los primeros golpes, Cole sólo cubrió o esquivó, pero justo cuando vio la oportunidad, propinó un derechazo directo en su quijada, que hizo a Andrew se tambaleara hacia atrás de forma torpe. Podría haber sacado su arma y obligarlo con esa amenaza a que se tirara al suelo; pero no lo hizo. Sentía mucha satisfacción, más de la que admitiría, en poder adelantarle esa golpiza en la que había pensado con sus propios puños.

Andrew no era de hecho tan indefenso. En su intercambio de golpes, logró darle un par, de los cuales el segundo casi lo derribó, mas se mantuvo de pie.

Pudo ver por el rabillo del ojo como Tommy llegaba y estacionaba su vehículo Cadillac color beige a un lado de la acera. Luego se bajó, con su arma en mano, pero se mantuvo en ese sitio, dudoso se intervenir o no.

—¿Quieres ayuda, amigo?

—No, gracias —respondió Cole, justo antes de agacharse para esquivar un gancho de Andrew—. Lo tengo todo bajo control.

A simple vista no parecía que dicha afirmación fuera cierta, pero al final el detective logró derribar al sospechoso tras un fuerte gancho a la cara, que lo hizo girar sobre sí mismo, caer de bruces al suelo, y ahí quedarse. Una vez ahí, Cole se puso sobre él y le colocó las esposas, aplicando quizás un poco más de la fuerza requerida.

—Andrew Stuart —comenzó pronunciar con ímpetu mientras lo esposaba—, estás bajo arresto por el homicidio de Rebecca Snyder, y otras cinco mujeres a las que les pondré nombre dentro de poco, te lo aseguro.

Lo levantó entonces de un tirón, y lo jaló con violencia hacia el auto.

—¡Esto es estúpido! —exclamó Andrew furioso, con su cara ensangrentada y moreteada—. ¿En base a qué están haciendo esto?

—¿En base a qué? —Murmuró el Cole, aparentemente furioso ante la sola idea que le cuestionara tal cosa—. ¿Qué te parece seis cadáveres enterrados en el mismo rincón del bosque, todos con suficiente de tu ADN para mandarte cada uno a una sentencia de muerte individualmente?

La expresión de Andrew se llenó de asombro e incredulidad de pronto, intentando mirar a su captor sobre su hombro como su fuerte agarre le permitía.

—Eso, sin contar con la palabra de una testigo —añadió el detective de forma tajante, ya estando justo a un lado del automóvil.

—¿Testigo? —Exclamó Andrew, como si desconociera el significado de dicha palabra—. ¿Cuál testigo?

—Rebecca Snyder, imbécil.

—¿Qué?

Antes de darle el suficiente tiempo para siquiera digerir tan extraña respuesta, el oficial colocó su mano en su cabeza y lo bajó de golpe con la intención de meterlo en el asiento trasero. Sin embargo, en el proceso estrelló su frente contra el marco superior de la puerta, haciendo que se desorientara aún más de lo que ya estaba.

Resplandor entre TinieblasWhere stories live. Discover now