Capítulo I Un hermoso sueño hecho realidad da paso a la peor de las pesadillas

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Se había vuelto una costumbre encontrarnos todas las tardes en aquel lugar. Continuábamos sentados, uno al lado del otro, tomados de la mano, contemplando el Lago que se abría paso ante nuestros ojos, además del radiante día, sin siquiera pronunciar palabra, pero es que no era necesario hacerlo, así de sencillo, con mirarnos o acariciarnos nos comunicábamos interminables sentimientos, hasta podíamos imaginarnos lo que el otro pensaba. Este silencio se quebraba cada cierto lapso de tiempo para darnos la dicha de escuchar los sonidos característicos de las Criaturas Mágicas alrededor de Hogwarts, que siempre nos relajaban y nos transportaban a un mundo donde solo él y yo existíamos. Era un silencio acogedor, el cual sin aviso alguno Draco rompió...

— Sabes, hoy te ves más hermosa que nunca — Expresó mientras acariciaba mi mejilla.

— No sé si creerte — Jugueteé — Puesto que todos los días me dices lo mismo — Me sonrojé al tiempo que una sonrisa hacía brillar mi rostro.

— Lo que pasa, es que siempre estás hermosa. Así te ven mis ojos...

Aquello llegó a mis oídos de forma tan especial, es que justamente el lo susurró de esa manera. No podía dejar de mirar sus ojos, su grisáceos y a la vez cálidos ojos, en los cuales tiempo atrás habitaba una frialdad dañina, pero desde poco antes de comenzar nuestro noviazgo eran distintos, ya que no había indiferencia ni maldad en ellos, había pura ternura. Sus ojos me demostraban tantas cosas, que gritaba a los cielos que los míos también hicieran los mismo. Mirarlos se había vuelto mi pasatiempos preferido... ¡Cuanto amaba esas esferas color mercurio!

— No sé si lo sabes, pero amo tus ojos... — Un murmulló inesperado para ambos salió de mi garganta. No pude evitar pararlo, siquiera quise hacerlo. Logré notar como esbozaba una sonrisa que poco a poco fue creciendo en sus labios — Perdón, me expresé de forma incorrecta — No dejé de mirarlo a la cara y pude notar debido a esto su confusión transformarse en una arruga pronunciada localizada en su porcelana frente, sin embargo, lo anteriormente dicho por mi ni siquiera me había inmutado. Yo seguía igual de sonriente que al principio — Ciertamente amo tus ojos, pero lo que pasa es que... Te amo todo tu. No solo a tus ojos, a tu sonrisa también la amo... — Continué mientras mi mano se posó en su mejilla para comenzar a acariciarlo con cariño — Amo cada palabra que sale de tu boca dirigida a mi, amo tus labios... — De forma inconsciente o no, con mi dedo pulgar acaricié aquella zona antes mencionada. Eran tan cálidos, me besaban con tanto afecto — Amo las caricias que me producen tus manos... — Dirigí mi mano libre hasta la suya y le dí un apretón amistoso mientras entrelazábamos nuestros dedos — También amo tu...

Me sorprendió con un abrazó que cortó mi voz y mi respiración la agitó. Me atraía a su cuerpo con mucha fuerza, pero sin hacerme daño, me sentía tan segura. ¿Podíamos permanecer toda la vida así, juntos? Una afirmación era lo que más quería en ese momento.

— Yo te amo, te amo... — Susurraba al tiempo que con una mano acariciaba mi espalda y la otra la mantenía sobre mi enmarañado cabello. Ese gesto irradiaba pura protección. Se apartó un poco, solo lo necesario como para volver a quedar frente a frente, permitiendo así que nuestras miradas se volvieran a reencontrar — Te juro... — Respiró.

Cuando aquella única palabra salió de sus labios pude sentir la angustia y urgencia con la que lo dijo. El dolor en su voz me desgarró el alma y aun más me afectó ver sus ojos comenzar a humedecerse, cosa que los míos realizaron de forma involuntaria. Tenía la leve sospecha de a qué se debía todo aquello. Yo conocía el porqué de su dolor, ya que ambos los compartíamos y siempre tratábamos de hundirlo en lo más hondo de nuestro ser, pero a él, más que nadie, se le dificultaba. Le era imposible.

— Te juro que siempre, escúchame bien, SIEMPRE estaré a tu lado y te protegeré de los que sea...

No podía hacerme la ignorante, tanto él como yo, sabíamos que ese sea era su padre. A Draco le dolía todo esto porque le quería, pero ahora orgulloso de él no estaba, como tiempo atrás mascullaba estarlo por los pasillos del Colegio. Había abierto los ojos a tiempo, a tiempo para no convertirse en el asqueroso ser que su progenitor quería transformarlo... un Mortifago. Ese, precisamente, era la peor sugerencia que un padre podría darle a su hijo Mago, era lo peor. Aunque a mi amado rubio le dolía más el hecho de que lo sabía capaz de lastimarme hasta lograr su propósito. Podía hasta matarme, ambos lo sabíamos...

Nunca dejamos de sorprendernos de la vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora