¿El Yeti no era un leyenda?

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— ¿Ah sí? ¡Son las 21:00, Christian! A que jodida hora pensabas aparecerte ¿eh? —Grita alterada. Si, le encanta gritar cuando esta de malas—. Yo también soy importante en tú vida, no solo ella, yo porqué... —Se calla antes de terminar, se mantiene quieta y de repente ¡Zas! La tengo hecha una boxeadora y yo su saco—... ¡Odio esto! ¡Lo odio a él! ¡Me odio a mí!

— ¡Sophie, relájate! —Le agarro los puños hasta que recurre a los pies, de verás que me quiere volver carnitas.

— ¡Esto es culpa tuya! —Comienza a llorar—. Eres mi único amigo ¿no lo ves? —Se sorba la nariz—, ese es el error.

— ¡Oh! Disculpa entonces, no quería acaparar una atención que no me corresponde, de seguro él imbécil, idiota; descerebrado, estúpido, gilipollas, zopenco de Gabriel será muchísimo mejor amigo que yo —si ella se altera yo estoy en todo mi derecho de hacerlo. Lo que hace a continuación me sorprende, yo esperaba una réplica grosera, una abofeteada, un golpe, todo menos que ella se eche a temblar y a sollozar, ¡ay vamos! No fui duro con ella ¿o sí?

—Soy una idiota —se sienta en la cama y oculta el rostro entre sus manos—, él tenía razón, yo soy el problema, yo y nadie más.

—Oye, ¿de dónde sacas eso de que eres un problema?—apoyo la mano en su hombro.

Se limpia el rostro, ese rostro adorable solo lucen bien si esta rojo de la vergüenza por alguna payasada que hago, no por llorar. —No me hagas caso, no hablo de nada y a la vez hablo de todo.

—Sophie, de verdad quiero saber quién es el que te ha metido esa idea en la cabeza.

—Nadie, el alcohol hace que me comporte de manera extraña, es todo —me sonríe en un intento de hacerme creer que se siente mejor.

—Ven, te llevo a casa —la tomo de la mano y la pongo de pie—. ¿Tienes hambre? No respondas, de todas formas te llevare a comer algo.

—Vale.

Salimos de la habitación tomados de la mano, ella con su cuerpo apoyado a un costado del mío, la situación podría ser mejor si Gabriel no estuviera esperándonos en el pasillo, éste mira a Sophie como si fuera una extraña y exótica flor, ella por otro lado parece ida, como si estuviera en otro lugar, en un tiempo diferente.

—Tú debes de ser la única persona que llega a una fiesta a robarse a la chica más divertida y no para nada interesante precisamente, ¿no te basta con arruinarte la vida tú, que necesitas arruinar la de las demás?

Respiro profundo para no replicar lo primero que me pase por la cabeza, soy más que un simple animal que no piensa antes de actuar.

—Me tienes sin cuidado, ¿y Max? —Lo busco por donde paso, ya que vine hasta aquí lo más lógico es comprobar si mi hermano se va o continua quemándose las neuronas.

— ¿También te lo llevaras?, ¿Qué acaso ahora eres niñera?
—Este intenta agarrar a Sophie por la muñeca, la atraigo a mí y no la separo, mientras esté vivo él no la vuelve a tocar, y menos en este estado de ebriedad. —Vamos Sophie, ¿no quieres que sigamos discutiendo sobre canjes? Podríamos llegar a un acuerdo por tu camisa.

Sophie me mira con los ojos entrecerrados—No, no quiero canjear nada. Ahora, Grey llévame a mi casa, por favor —no se diga más, ella quiere estar en su casa lejos de Gabriel y yo no soy quien para negárselo, ojalá que se me note la satisfacción en el rostro.

—Como quieras sumisa —hago énfasis en , sé que esta odia que usen: Mi y mío, cuando se trata de una persona, pero es que con Gabriel quiero gritárselo a los cuatro vientos.

Mil Palabras Por Decir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora