Capítulo 3: Ryohei Sasagawa

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- Herbívoro... - El boxeador no sabía de donde rayos había salido el prefecto, pero solo con verlo se sentía seguro de que nada le iba a pasar a su hermana. - El acoso sexual está terminantemente prohibido en estas instalaciones...

- Hi-Hi-ba-

Obviamente, por la expresión de miedo del chico y sus gestos de querer escapar mas no podía debido al miedo, no sabía de donde había salido el prefecto tampoco. Lo mismo ocurría con Kyoko, aunque ella estaba era increíblemente aliviada... tanto que se dejó caer al suelo. Hibari, por su parte, no le dio nada de importancia a esto, y con sus tonfas ya en mano dijo una frase muy conocida:

- Te morderé hasta la muerte.

No hacía falta ver ni decir lo que estaba ocurriendo. Así que, ahora tranquilo e increíblemente agradecido con el prefecto, el boxeador fue por su hermana.

- Onii-chan... - Kyoko de inmediato se abrazó a su hermano. Los acosos ya la tenían mal, y ya no sabía por dónde esconderse.

Usualmente, Hana era quien la protegía y básicamente masticaba a todo aquel que intentara pasarse de listo, pero ella no podía estar cerca de Kyoko todo el tiempo. Hoy era uno de esos casos. Sabía que ser la idol de la clase tendría algunas consecuencias, mas nunca pensó que llegarían tan lejos y que terminaría en esto... y lo peor es que podía empeorar.

-... Gracias, Hibari-san. - La chica sonrió lo más que pudo en los brazos de su hermano, ignorando totalmente al chico ensangrentado, desmayado, y quizás hasta con un brazo roto en el suelo. Su hermano estaba igual o peor que ella ignorando el chico en el suelo.

- Si, muchas gracias por ayudar a mi hermana al extremo!

- Tsk. - Por supuesto, el prefecto no diría un "de nada", en todo caso más bien podría morderlos hasta la muerte por estar aún allí. - No es a mí a quien debería de agradecer, herbívoros.

Y así, antes de que cualquiera de los dos hermanos pudiese reaccionar y preguntar a qué demonios se refería con eso, el caballero de la noche había desaparecido de la vista. Lastimosamente, el prefecto no tenía mucho de caballero, y lo que tenía de nocturno era la sed de sangre y la cacería que le daba a ciertos delincuentes a esas horas, nada más. Eso, y lo informado que casi siempre estaba el prefecto, asustando a más de uno muchas veces.

-... Entonces... - Kyoko comenzó lentamente, sin saber que pensar de las palabras del prefecto.

- A mí no se refería al extremo. - Más bien, si no fuera por-

- De seguro se refería a mí, hehe. - Dijo alguien a su derecha, de forma tímida, asustándolos a ellos por lo inesperado que fue.

-... Oíste eso al extremo Kyoko? - No había nadie, a menos que fuera el chico bañado en sangre en el suelo... No, era imposible, el tipo esta desmayado y no reaccionaba ni al puyarlo con un palo.

- S-Si... - No había nadie, solo los pocos pajaritos que ya se iban a dormir.

- Hehe, lo siento. - Los hermanos miraron a los lados, solo para cerciorarse de que no había nadie. - Lo siento, no me pueden ver, nadie me puede ver la verdad, y uno que otro me puede oír, así que no se molesten... - La voz sin cuerpo y aparentemente salida de la nada dijo con lo que pareció ser vergüenza, timidez, y una pizca de miedo.

¿Por qué habría de tener miedo una voz sin cuerpo aparente?, por todo lo que sabían era un fantasma, un espíritu, un alma en pena, un-

- Creo que Hibari-san se volvió a pasar... - Comento la voz, como si sintiera pena acerca del pobre diablo vuelto trizas en el suelo. Sería el único en sentir pena, a decir verdad.

- Si hubiera-

- Estarías expulsado. - Lo corto el ser extraño y sin origen aparente, de una forma casi fría y sin piedad. - Te das cuenta de que eso es lo que están buscando, ¿verdad? - Sin ninguna clase de piedad, frío y directo. - Si te expulsan, no podrás hacer la gran cosa sin terminar en la cárcel o peor. Y, de cualquier forma, ya para cuando te enteres ya sería demasiado tarde como para evitarlo.

-... - Demasiado frío... Lo peor era que tenía toda la razón.

- Déjale el trabajo a Hibari-san. - Como si lo anterior no hubiese pasado, la voz volvió a sonar tímida, y cálida. Muy diferente a lo que fue hace solo unos segundos atrás. - Aunque no lo parezca, Hibari-san no es solo una máquina de pelea y de hacer cumplir las reglas. Él es una buena persona, solo hay que saberle como llegarle... - Como si estuviera diciendo un secreto, comento: - A Hibari-san le encanta una buena pelea... Pienso que tu hermano es más que capaz de dársela, y de paso pasar un buen rato, ¿no lo crees Kyoko-chan?

Muy bien, la situación se había elevado un escalón más en la parte de incomodidad y miedo. Y Kyoko no fue exactamente sutil:

- Cómo sabes mi nombre? - ¿Y de dónde demonios había salido el chan?, ¡ella ni sabía quién demonios era el fantasma!

- ¿Cómo no saberlo?, eres increíblemente popular, la chica más linda y lista de tu sección. No deberías de sorprenderte. - Claro, claro... Eso sería remotamente normal si al menos no fuera un fantasma. - Perdona si los asusto, es solo que quería ayudar. De todos modos, ya tengo que irme. Traten de tener más cuidado, ¿de acuerdo?

Luego de esto, la voz dejo de oírse, sin importar cuanto hablaron o preguntaron. Ni siquiera sabían su nombre, así que... no podían ni llamarlo. Bueno, por todo lo que sabían pudo hasta haber sido imaginación del momento o intervención divina... No era algo para nada usual oír voces de la mismísima nada después de todo.

La voz, sueño, fuera lo que fuera, tenía razón en algo: él no podía utilizar violencia, tenía las manos atadas en muchos aspectos, pero Hibari no tenía ningún inconveniente en básicamente morder a todos hasta la muerte si había una razón para ello. Gracias a esto, entre el boxeador y el prefecto se formó una especie de acuerdo: Hibari mordería hasta la muerte todo aquel quien intentara propasarse con Kyoko, y a cambio el boxeador no causaría ningún alboroto y pelearía con el prefecto cuando este quisiera. Lo último era una actividad que hacia las cosas un tanto emocionantes, pues el prefecto no tenía muchos oponentes que realmente requieran algún esfuerzo como tal, y porque el boxeador no tenía a nadie con quien boxear. Claro, el prefecto casi siempre ganaba, pero mínimo le tomaba 10 minutos.

- Hey, Hi-

-... dices como si lo hubieras vivido Tsuna. - El beisbolista se rio de algo. - Podrías haberlo vivido por todo lo que se, ni siquiera sé que eres, pero realmente no me importa.

El boxeador solo pudo mirarlo, desde la entrada de la azotea. Había venido a ver a Hibari, pero en su lugar había encontrado a Yamamoto apoyado en la baranda, sonriendo y hablando con el aire. El boxeador de broma reacciono cuando Hibari cayo justo a su lado con la gracia de un gato, tal y como el caballero de la noche solo que era de día y no de noche.

- Creo que tienes compañía, Yamamoto-kun. - Dijo una voz desde la mismísima nada. Por si las dudas, el boxeador miro al techo, al cielo, y a los lados... no había nadie.

- Omnívoro. - Hibari sonó un poco demasiado irritado, como si tratara con alguien que no le obedecía. - Ni se te ocurra irte.

- Ma Ma, no puedes culparlo Hibari, debe ser un tanto incomodo ser un fantasma en un grupo de gente viva y coleando.

Más bien era incomodo hablar con alguien que no estaba y que este te respondiera, o al menos esa era la opinión del boxeador, quien no entendía que demonios estaba pasando.

An Unwanted WishWhere stories live. Discover now