Pudo verlo en su cabeza. Pudo ver la sangre de su padre proyectada contra el espejo del recibidor, contra el tapiz de la pared; la sangre pegajosa y caliente llenando la estancia con su olor metálico, chorreando hasta el suelo por las paredes blancas.

Salió al patio interior. Los dos bloques contiguos compartían el patio de luz. Se dirigió hacia la vivienda de enfrente. Llamó a su prima con gritos desgarradores.

La puerta se abrió y una mujer muy joven le abrió extrañada, tapándose con una toalla.

-¡Corre! -gritó ella a modo de toda explicación.

El terror se congeló en el rostro de su prima cuando vio aparecer por la puerta del patio una procesión de pesadilla.

Emma giró la cabeza mientras empujaba a su prima por la cocina, y la escena que vio parecía extraída de un cómic de Junji Ito: Varios individuos, bocas descomunales, dientes afilados, cabellos erizados hasta lo imposible y de llamativos colores. La piel, tan pálida que parecía maquillaje; los ojos, tan hundidos que parecían pintados de negro, las córneas blancas como la leche, y en sus rostros solo encontró la locura.

Emma y su prima recorrieron el pasillo a la carrera y se metieron en el cuarto de baño justo cuando la manada de maniáticos encuerados aparecía por la esquina.

Echaron el pestillo.

Oyeron pasos, ahora lentos, con una lentitud premeditada, cruel.

Comenzaron a percibir unas tétricas risitas que les pusieron la piel de gallina.

La puerta comenzó a agitarse. Querían tirarla a bajo. Emma y su prima gritaron mientras intentaban sostenerla.

De repente, todo paró. Más pasos. Emma sacó el móvil y comenzó a marcar, entre sollozos, el número de la policía. Su prima, que pegaba la oreja a la hoja de la puerta tratando de averiguar algo más, lanzó un grito cuando, entre un rechinar agudo, una enorme broca de taladro atravesó la puerta a escasos centímetros de su cabeza.

Emma trató de contener el llanto. El móvil se agitaba en su mano temblorosa.

Por fin alguien al otro lado de la línea.

-¡Socorro! Han entrado en casa, quieren matarnos. El número 5 de la calle Escultor García -gritó con desesperación.

-Sí, lo sabemos - La voz que contestó fue demasiado fría, demasiado tranquila. Fue entonces cuando Emma casi enloqueció de horror -. Habéis sido elegidas. Terminará pronto.

La señal de finalización de la llamada nunca había tenido un tono tan siniestro como lo tuvo en aquel instante.

La cerradura de la puerta reventó a su espalda. El tropel de esperpentos que se apretujó en la estancia lanzó contra la pared.

Sintió como varias manos la aferraban con fuerza antes de perder la consciencia.

Despertó. Dejó escapar un alarido, no de dolor, sino ante la terrible escena que le reveló la consciencia.

Su prima estaba atada a una silla. Su cabeza colgaba, indicando que estaba semiinconsciente, y su cuerpo sangraba, plagado de desgarros y terribles heridas, que se extendían por su piel como un grotesco estampado de tonos rojos, morados y negros. El suelo estaba empapado de sangre. La estancia estaba oscura.

Trató de liberarse de sus correajes, pero fue en vano.

Uno de aquellos horrores con forma de persona se le acercó. Tenía en la mano un punzón afilado. Le acarició la cara.

Ella gritó hasta quedarse ronca.

-No deberías tomártelo así. Esto es un privilegio -dijo aquel individuo de pesadilla -. Habéis sido elegidas por ellos.

Casi sin fuerza para hablar, Emma sorbió y habló de forma entrecortada por el llanto:

-¿Quiénes son ellos? ¿Por qué nosotras?

-Ellos son Los Que Vienen De La Oscuridad. Al principio, los líderes de las sociedades conocieron de su existencia, e intentaron expulsarlos, pero vieron que ellos eran poderosos. Al final les ofrecieron un trato. Los dirigentes dominarían el mundo, con un poder hasta entonces insospechado. Serían un gobierno global en la sombra. Sus familias serían la oligarquía que dominaría el mundo. A cambio solo tenían que dejar que Ellos, cada cierto tiempo, fueran huéspedes en sus cuerpos, para poder satisfacer sus ansias materiales de sexo y violencia...

-¡No podéis hacer esto! -trató de negar Emma al ver que su concepto de la realidad no podía asimilar aquellas revelaciones.

-Sí, sí podemos. Lo hacemos. Desde hace décadas, todos los desaparecidos, todos los asesinatos inexplicables, son víctimas propiciatorias que van a parar a sus insaciables fauces. Nadie puede impedirlo, controlamos las leyes, controlamos a sus ejecutores, controlamos el orden.

Tras decir esto clavó el punzón en el ojo de Emma, que gritó y sintió un dolor atroz, y manar la sangre, a la vez que la lengua larga y retorcida de aquel ser se contoneaba como una serpiente en la cuenca vacía, como una manguera que colea a punto de reventar por la presión, lamiendo restos de humores y fluidos.

Y ese fue solo el principio del dolor.

Las noticias fueron concluyentes. Dos toxicómanos habían penetrado en un piso y raptado a dos chicas.

La policía había encontrado sus cuerpos y había reconstruido la historia en una sagaz retrospectiva.

El hecho de que fueran confidentes de la policía y habituales de la comisaría ayudó. La circunstancia de que uno de ellos hubiera dejado en la fosa en que aparecieron los cadáveres un resguardo de un albarán con su nombre, también.

Ya era lo habitual en estos casos. Parecía que había preestablecido un guión macabro. No importaba la falta de antecedentes de crímenes sexuales en el historial penal de aquellos individuos.

Algo debía haberles cambiado en la cabeza, aunque todos sabían que los sádicos y los necrófilos no se gestan de un día para otro, y que no existe un delito puente entre los pequeños hurtos y el menudeo de estupefacientes y este tipo de cuestiones.

Pero a ojos de los medios de comunicación y las autoridades la actuación de la policía fue ejemplar y la versión oficial incuestionable.

Las pocas voces críticas que intentaron levantarse fueron condenadas al ostracismo, ridiculizadas y tildadas de desvaríos conspiranóicos de cuatro inadaptados.

No importaban los cientos de inconsistencias del sumario ni las contradicciones entre la autopsia oficial y la autopsia independiente encargada por la familia a un especialista, que indicaba que las víctimas habían sido torturadas necesariamente por más de dos personas, y que las habían estado manteniendo con vida durante varias semanas a pesar de las terribles heridas, lo que requería de unos conocimientos de de medicina y una infraestructura de las que carecían un par de delincuentes comunes. Ahora, las personas de aquel país normal, en aquel barrio normal de esa ciudad normal, podían dormir tranquilas, aunque su subconsciente se revelara, de vez en cuando, causándoles pesadillas.


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⏰ Last updated: Oct 24, 2017 ⏰

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Microrrelatos de terrorWhere stories live. Discover now