El escenario ante sus ojos era sorprendente; aves de todo tipo revoloteaban de aquí para allá, el ruido del agua fluyendo era provocado por una cascada que desembocaba en un pequeño lago, justo en el centro de aquel lugar.
Aquel paisaje quedaba bajo el bosque, por lo que el "cielo" era tierra, en la cual se asomaban las raíces de los árboles.
El lugar era iluminado por penetrantes destellos de luces que emanaban de las raíces dando la impresión de que eran estrellas.
La flora y la fauna de aquel lugar era realmente increíble; inimaginable.
Centauros, animales con la gracia del habla, ninfas y un sinfín de especies magníficas se encontraban ahí.
En la desembocadura de la cascada se encontraba una pequeña isla, la cual era poseedora únicamente de un rosal, pero no era nada común; las hojas eran una combinación de metales preciosos y tenían partes verdes, dándole un toque natural, lo cual hacía que sólo se mirara más asombrosa de lo que ya era. Seis flores de cristal eran las que adornaban aquella planta, hadas revoloteaban a su alrededor como si el custodiar el rosal fuese su prioridad.
Se observaban carpas, pequeños refugios y una que otra choza por el lugar.
Había una casa de madera de gran tamaño en el fondo, en la cual se veían no solo soldados humanos, sino también aquellas criaturas portando armaduras, dentro y fuera de ella.
Argel recordó la primera vez que había entrado ahí. Estaba tan maravillado que sentía cómo las emociones fluían por su cuerpo y lo hacían temblar. Efectivamente, aquel paisaje seguía causándole la misma reacción que ese primer día, pero si no se daba prisa, todo aquel esfuerzo por preservarlo habría sido en vano.

–¡Su majestad está aquí! –se escuchó cómo anunciaban a la vez que hacían sonar un cuerno.

–Mi rey, escuchamos sobre el ataque, ¿qué sucede? –preguntó acercándose un centauro, el cual tenía la mayor autoridad por sobre ese lugar.

Argel lo miró fijamente tratando de expresar su preocupación.
–Está aquí, Gorlhak. No hay tiempo, mi familia y el pueblo están siendo evacuados, debemos sacar el rosal.

Iba a decir algo más pero fue interrumpido por un gran estruendo que hizo temblar un poco la tierra, haciéndolo perder el equilibrio.
La entrada por la que el rey había llegado estaba destruida y polvo la inundaba impidiendo visualizar algo.
Un cuerno se hizo sonar repetidas veces y los soldados comenzaron a juntarse preparando sus armas.
Pudo verse una figura surgiendo de entre el polvo y detrás de ella muchas más sombras.

–¡Vaya sorpresa! El Rey está con nosotros –una sonrisa macabra se formó en aquella figura. Su aspecto era majestuoso; era un hombre joven, alto, de largos cabellos azabaches, de su espalda desplegaban cuatro alas, desprendía un aura de poder, parecía un ángel.
Vestía una armadura dorada y una espada colgaba envainada en su cadera.

–Lucifer –susurró el rey mientras a sus espaldas los soldados iban acercándose listos para cualquier orden que se diese–. Me seguiste.

Aquel ser angelical emitió un par de carcajadas. Su voz era ronca y potente y su risa se escuchó en todo el lugar.
–¿Sabes? Creí que sería más difícil penetrar tu poderoso imperio –dijo con sorna–. Si mal no recuerdo, la última vez que vine era el más fuerte e invencible, pero henos aquí.

–La última vez que viniste quedaste advertido que no volvieras, o acabarían contigo.

–Eso era porque Sharom estaba aquí, pero dime, ¿Dónde está ahora? Ya no tienes a nadie que te proteja.
Por años estuve esperando la oportunidad perfecta para volver, el preciado guardián de este podrido lugar ya no está, ni siquiera tú sabes qué fue de él –escupió con enojo.

–No lo necesito para proteger a los reynos, ¿qué estás esperando? Acabaré contigo definitivamente.

–Como ordenes –sonrió malicioso–.  Ataquen.

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⏰ Last updated: Oct 16, 2019 ⏰

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Rosas De SharomWhere stories live. Discover now