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Los cascos de los caballos podían oírse desde lejos.
El fuego inundaba el castillo y teñía la noche de un color naranja rojizo.
Desgarradores gritos, ruidos, humo y choques de espadas podían apreciarse por todo el lugar.
La escolta real llevaba al Rey y a su familia a un lugar seguro mientras la caballeriza combatía a los invasores.
Era un ataque.

El reino de Yaktna era el más grande e importante en todo el continente, por lo que no era de extrañarse que reinos vecinos y bandidos codiciaran sus riquezas, pero llegar a invadirlo era algo completamente irracional, ya que su mayor fortaleza era su ejército. Enfrentarlo sería suicidio total.
Pero esa noche, siendo casi de madrugada, incendiarlo y atacar tomó por sorpresa al ejército y no sería tan fácil vencer a los invasores. Habrían graves daños en el castillo pero por el momento lo más importante era proteger a la familia real.

-Por aquí, entren -dijo un caballero mientras abría un pasadizo secreto por debajo del castillo.

-¿A dónde nos llevará esto? -preguntó la reina agitada.

-Al bosque, a las afueras del reino, sólo sigan todo el camino, del otro lado habrá guardias esperándolos.

-Yo me quedaré -dijo el Rey mirando fijamente a su compañera.

-¡No puedes! Es muy peligroso -habló la reina exasperada y al borde del llanto, pues sentía que algo saldría mal.

-Sabes que debo hacerlo. Es mi deber. -habló firme el rey.

La reina, con las lágrimas resbalando por sus mejillas sólo se limitó a mirarlo y asentir.
Y es que ella sabía que el ataque no había sido en vano y que no eran invasores comunes; era por un interés mucho mayor, algo que no era dinero, ni joyas, ni oro, era algo más que llamaba la atención de los curiosos, de aquellos pocos que creen no sólo en lo que ven, algo que con el paso del tiempo se había convertido en un mito, una leyenda, y sabía que era deber del Rey protegerlo inclusive con su propia vida.

-Ten mucho cuidado Argel -susurró la reina.

Él giró para verla fijamente con una sonrisa de lado. En sus ojos estaban escritos un mar de sentimientos, en los cuales, ella supo que él no regresaría, que la amaba y que sin importa qué, él seguiría con ella, aunque no pudiese notarlo.
Se acercó a la reina depositando un suave beso en su frente y en la de sus hijos, y entre los inmensos muros del castillo, el rey desapareció.

Rosas De SharomWhere stories live. Discover now