Uno.

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***

Caminan juntos un rato.

Ojos de plata líquida, labios rojos y delgados, sonrisa retorcida, con sus cabellos rubios perfectamente en su lugar y las pecas casi invisibles esparcidas por su piel color nieve como si llevaran alguna cuenta; quizás la cuenta de las estupideces que dice durante el día.

Oh, Draco Lucius Malfoy.

Y esa era solo su apariencia, pero, ¿Cómo empezaría explicando el encanto nato que llevaba en sus genes? Si ni el mismo Harry podía asemejar sus ideas, enfiladas, cayendo una tras otra, como copos de nieve. Cómo empezaría a explicarlo, sí ni el mismo Harry alcanzaba a digerir cuando las cosas se habían vuelto tan diferentes. Cómo, sí ni el mismo Harry podía asemejar su ritmo.

Tan rápido.

La única cosas que Harry Potter lograba entender de Draco Malfoy, y eso hablando muy por encima de lo que ha demostrado, era que era un legítimo y grandísimo idiota.

Con sus estúpidas teorías de los estándares de sangre, y la impureza de aquellos los traidores. Con ese garbo tan suyo y esa sonrisa burlona plegada a los labios.

"Longbottom, si tu cerebro fuera de oro serías más pobre que Weasley, y con eso te digo todo." Su risa contenida cuando Harry hace algo mal (casi siempre en pociones), sus bromas sobre la economía de la familia de el pecoso y la hija de muggles que era Hermione. Un. Maldito. Idiota.

Después de todo, su nombre es "Dragón Mala fé" en su lengua.

Gira sus ojos esmeralda y se niega a mirar la segunda cara de la moneda, pero, como siempre, termina examinándola:

..Un idiota que hacía que sus hormonas se precipitarán.

Repite la pregunta, ¿Cuándo sucedió? No lo entiende. Las cosas entre ellos siempre fueron tan simples en su momento, sin guardar secretos, sin mentiras, sin lenguaje corporal, sin Draco tomándole su rostro, incluso enfrentándose a su peor miedo mientras grita "¡Harry, él está muerto!"

– ¿Qué miras, Potter? –gruñe la molesta voz de Malfoy–. Debí imaginarlo, siempre tan obsesionado conmigo, eh. Eso explica demasiado.

Vuelve a la realidad.

Está a punto de responder, pero se detiene sin saber muy bien que decir. Su ceño está fruncido y su boca se mantiene ligeramente entreabierta.  Es entonces cuando el contrario sonríe ladinamente.

Se estremece (y esa es solo la punta de el iceberg)

También se enfrenta a la idea de que los últimos seis años se ha estremecido por el mismo sujeto. Sin salida, sin escapatoria. Sin remedio.

Se enfrentaba a la realidad de que el mismo, aún después de tantos años desde que tomó el tren en la plataforma 3/4 hacia Hogwarts por primera vez, Harry no podía parar de embelesarse con cada peca que contaba algo y esos ojos de ensueño para que todo se sintiera de la misma manera (justo como cuando cruzaron miradas por primera vez)

Se enfrentaba a la posibilidad (que siempre terminaba siendo imposible) de terminar con Draco por un largo periodo de tiempo, sin peros y sin juegos, simplemente juntos.

Y que le guste esa idea sí que le asusta.

– ¿Qué haces aquí, Malfoy? –cuestiona, su voz suena neutra, es consciente de eso y se enorgullece por no estar flaqueando ante sus sonrisas– ¿Sabes qué hay toque de queda, no? Es decir..., por supuesto que sí, creciste aquí.

"Para, para, no quedes en ridículo. Para.. no balbucees"

– Siempre vengo por las noches, ¿Qué haces tú aquí, de cualquier modo? –su voz suena divertida, se burla de él, como siempre lo hizo.

– Y-Yo. A...ah, bueno, es que yo... tú sabes.., quiero decir, no sabes. Porque no te lo he dicho..., oh, bueno.. –la risa de Draco lo detiene. Harry se golpea mentalmente, su mal hábito ha regresado; está balbuceando.

– ¿Tan nervioso te pongo cómo para que no puedas hablar? Vaya, quien lo imaginaría. ¡Harry James Potter está bebiéndose los vientos por mi!

Infló las mejillas con enfado y estas se colorearon de un rojo borgoña tan intenso que parecía brillar. Debió saber que si se sintió tan ofendido había sido precisamente porque Draco no había hecho más que adivinar la verdadera situación.

– Oh, cierra la boca, Malfoy –Gruñe Harry ensimismado, (¿Era solamente él, o su puta voz de puberto había sonado como un chillido? ¡Parecía un hilo a punto de quiebre!)

– Alguien está de mal humor –se burló Draco en sorna, con el eco de una de sus mil voces.

¿Con el eco de una de sus mil voces? Una de sus mil voces, sí. (Merlin bendito si algún día Draco Malfoy dejaba de hablar hasta por los codos)

Los labios de Harry se fruncen en disgusto, sus dedos se deslizan para alcanzar el puente de su nariz y acomodarse las horribles gafas redondas.

La furia de El Niño que vivió disminuye, y su poco perspicaz instinto se toma la delicadeza de mirar la apariencia de el joven Malfoy. Hacía días que estaba en silencio, ausente y roto, siendo la sombra de el brillante Draco Lucius Malfoy que alguna vez fue.

Reparó en sus ojos enrojecidos, en sus labios amoratados, en su vestimenta desarreglada, y finalmente en las bolsas de latiente color morado y verde bajo sus cansinos orbes, solo para después llegar hasta la base de uno de los puntos en su rostro que inquietan su pensamiento.

Entonces, lo supo: Draco Malfoy estaba tan mal como él lo estaba.

Recuerda como el insomnio aprieta sus ojos hasta dejarlo muerto a mitad de la noche, estaba seguro de que Draco no estaba en condiciones tan diferentes. Y nuevamente le asusta (más que las pesadillas) ser consciente de que la mayoría de veces en que tenía sueños malos se ponía a repasar el borde de la ventana con el pulgar y sin consentimiento comenzaba a pensar en el rubio que alcanzaba a ver desde detrás de el cristal, sí, a Malfoy.

Otra vez, Él.

Sabe que es un peligro, y eso le jode de una manera impresionante. Pero, ahora mismo ya no parecía importarle.

Draco Malfoy lucía más confiable de lo que alguna vez podría imaginar, aún con esa horrible forma de ser y de actuar; pero que era parte de él.

– ¿Quieres caminar? –Harry susurró.

– De acuerdo.

– De acuerdo, entonces.

D is for Dangerous [DRARRY]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum