Capítulo 1

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Jadon era la única persona en la universidad con quien había formado una buena amistad. Todo había comenzado porque me había visto irme caminando a mi casa un día después de clases, y se había detenido en su auto para ofrecerme llevarme. Desde entonces me llevaba a casa todas las noches, y ambos lo esperábamos con ansias para charlar. Aquel día sería la excepción.

–Jadon, mi tía pidió que le lleve comida –le dije cuando lo encontré parado al lado de su auto, lugar en el que me esperaba siempre.

–Eso mismo te iba a decir –respondió él–. Mi novio me acaba de llamar y quiere que lo vaya a recoger.

Ya ambos sabíamos lo que significaba eso. Nos despedimos con un rápido abrazo, y luego cada uno se fue por su lado. Jadon se alejó por la carretera rápidamente, mientras que yo comencé a caminar, cosa que no me molestaba para nada, en dirección al restaurante de comida india. Mientras caminaba llamé y ordené la comida, para que estuviese lista cuando llegara, y luego me permití a mí misma hundirme en mis pensamientos y en la belleza de la noche una vez más.

Llegué al restaurante rápidamente. El dueño ya me conocía, por lo que me dejó entrar aunque ya estaban cerrando y me entregó la comida con una sonrisa.

–Mejor sal por la puerta de atrás –me pidió entonces–. Ya cerramos la de adelante.

Le agradecí, crucé la cocina recibiendo saludos de los demás empleados que ya me conocían también, y salí por la puerta de atrás. No era la primera vez que hacía eso, por lo que no era nada nuevo, pero algo era diferente esa noche. Normalmente cuando salía la calle estaba silenciosa, pero aquella noche cuando la puerta iluminó la calle durante un solo instante, escuché un siseo. Me detuve en seco, petrificada por el miedo ya que aquella era una calle vacía y no muy segura, y agudicé el oído.

–¿Qué? –susurró alguien justo cuando pensé que lo había imaginado, tan silenciosamente que hubiese sido imposible escuchar si no estuviese todo tan silencioso.

–Creo que vi una luz más allá –respondió otra persona, que seguramente era la que había siseado al principio.

–Tonterías –exclamó el primero–. Estás paranoico. Es una calle sin salida.

Hubo un momento más de silencio en el que probablemente ambos solamente escucharon, y luego el segundo habló:

–Tienes razón.

La calle a la que daba la puerta de atrás del restaurante era, como habían mencionado los dos hombres que estaban conversando, una calle sin salida, por lo que si quería salir de allí tendría que pasar frente a ellos. En el momento de pánico decidí que lo mejor era quedarme allí parada, silenciosa y cuidadosa, hasta que se fueran. Luego podría irme yo tranquilamente también.

–Muy bien –retomó el primero de los hombres–. Estaba diciendo que los hermanos Lassiter comenzaron a hacer negocios con Demetrio. Escuché al tigre decirle a Troian que había conseguido la droga en el comercio de Demetrio a la mitad que el nuestro, y juró que era el mismo...

–¿Qué putas estaba haciendo el tigre en el comercio de Demetrio en primer lugar? –gruñó el otro.

–Ese no es el problema aquí, Stephen –dijo el primero, un filo en su voz–. La droga es la misma, y conociendo a Demetrio, está planeando algo. Él sabe que se nos va a ocurrir algo para volver a la cima, pero no lo va a permitir. Hay mucha mejor calidad que la de los hermanos Lassiter, pero él eligió esa. Demetrio es otro nivel de vendedor, y si eligió exactamente la que usamos nosotros es porque sabe... Tenemos que hacer algo, o vamos a meternos en muchos problemas. Si a los hermanos Lassiter les va mejor con Demetrio, va a hacer lo que hizo contigo cuando comenzamos a ganar mucho, y le va a decir todo... todo. Él sabe, Stephen; él sabe lo que le hiciste a tu padre...

–Calla ya, que yo no lo maté –susurró Stephen.

Estaba intentando no escuchar la conversación, pero cuando decidí que me era imposible, decidí intentar no asustarme. Aunque no entendía mucho de lo que estaban hablando, algunas palabras como "drogas", "matar" y "problemas" estaban comenzando a asustarme. De repente la idea de quedarme allí, en la oscuridad y con dos hombres que sonaban peligrosos, me pareció altamente estúpida, así que me di la vuelta lentamente y empujé la puerta del restaurante para volver a entrar.

Pero la puerta no se abrió. En su lugar, crujió bajo mi peso e hizo que los dos hombres se callaran. Yo me callé también. Contuve la respiración y me quedé tan quieta como podía, pero supe de inmediato que ellos habían escuchado, y esta vez lo habían hecho ambos.

–No estamos solos –susurró uno de ellos, y antes de que pudiera correr en cualquier dirección, o siquiera gritar, las sombras de los dos hombres aparecieron frente a mí como un fantasma. Lo único que pude notar sobre ellos era que eran altos. Uno era delgado, y el otro gordo, y ambos caminaban hacia mí rápidamente.

Entonces supe que no saldría de allí.

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