1. Atrapados

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Hoy sería el día más feliz de mi vida. Vería a mis chicos, después de un largo tiempo de espera... ¡Los vería!

–¿Estas lista? –preguntó mi madre.
Asentí, me mire al espejo por última vez antes de salir de mi habitación.

–¿Me veo bien? –di una vuelta completa, escuche como mi madre silbó é hizo una reverencia.

–Está hermosisima –mis mejillas tomaron un leve color rojizo–. Pero es hora de irnos.

Camine a su lado, subimos a la camioneta y pronto mi madre encendió la radio.

–Mira, tus novios, que coincidencia –río mientras subía el volumen de la radio. Tan sólo cerré los ojos y me dedique a disfrutar el momento.

[...]

Cada vez faltaba menos, aunque la fila seguía igual de extensa. Mis manos sudaban y estaba segura que mi cabello se había esponjado.
Lo peor de todo fue que había llegado tarde, era la última de la fila.

–Pasé –un hombre extendió su mano, le di mi pase al M&G, me dedico una sonrisa y levanto una cortina dándome el pasó.

–Gracias –murmuré.
La fila por dentro seguía aún más extensa, escuchaba a fans gritar mientras que otras simplemente cantaban. Yo ni siquiera sabía que hacer, no sabía si llorar de felicidad o de tristeza.
Felicidad porque los vería en persona después de tanto tiempo. Y tristeza, porque posiblemente sería la última vez que los viera. Cada vez se hacían más famosos y sentía que perdía la oportunidad de estar junto a ellos.

–¿Cuál es tu favorito? –habló una de las chicas que estaba al frente.

–¿El mío? –pregunté, ella asintió–. Pues no tengo un favorito, a todos los amo por igual.

–Que falsa –dijo antes de darse la vuelta.
¿Qué? Sólo decía la verdad, no tengo un favorito.

Ni cuenta me había dado cuando tan sólo faltaban cinco personas por entrar, incluyéndome.
Las chicas entraban y salían de lo más rápido, pues sólo era permitido un minuto, un insignificante minuto, pero de igual forma valía demasiado.

–¿Lista? –pregunto un tipo de seguridad. Asentí, abrió la puerta color carne y a mi vista aparecieron los cinco chicos que más amaba.

–¡No puede ser! –chillé. Instintivamente lleve las manos a mi rostro, sentía mis manos empapadas a causa de las lágrimas que ahora me encontraba soltando.

–No llores, por favor –pidió. Levanté la mirada topándome con los oscuros ojos de Zabdiel.

–Lo siento, seguramente me veo como una ridícula ahora mismo –limpie las lágrimas con el torso de mi mano.

–¡La foto! –gritó el señor que sostenía la cámara. Me pose entre Erick y Richard, ambos me sostenían de la cintura.

El flash de la cámara logro cegarme por algunos segundos. Talle mis ojos por instinto, los chicos seguían ahí, pero estaban tomando sus pertenencias, seguramente estaban por retirarse.

–Por acá –indicó el de seguridad. Di una última mirada a los chicos antes de salir de la habitación. Había un par de chicas afuera, creo que eran cinco.

–¿Ya se van? –pregunto una de las chicas. Me encogí de hombros sin saberlo.

–Bien. Esperáremos aquí de todas formas –comento ella.

–Yo ya me voy chicas, mi madre me busca –dijo una pelinegra. Ni siquiera les dio tiempo de contestar cuando se dirigió a la salida con apuro.

–¡Miren! ¡Están saliendo! –una chica señalo detrás mío. Ahí estaban los chicos, sólo había una salida, la misma por la cual había salido la chica apresurada.

No quise quedarme más, sabía que los chicos estaban cansados y no quería parecer una fan desesperada. Me dirigí hacia la puerta, mi vista se posó en la chica que había salido hace algunos momentos, miraba desesperada hacia ambos lados sin saber que hacer.
Estaba por abrir la puerta cuando el sonido de un disparo aturdió mis oídos, di un pasó hacia atrás pisando mal provocando que terminara en el suelo.

–¡AHH! –solté un grito al ver a la chica en el suelo. Rodeada de un gran charco de sangre.

Escuche unos pasos a mis espaldas, pronto los gritos y lloriqueos inundaron el lugar.

–¡¿QUE PASÓ?! –esa voz la conocía a la perfección, era Renato.

–Y-yo... –intente hablar pero la voz no salía. Un sollozo salió de mi boca tomándome desprevenida.

–¡NO! ¡María! –una de las chicas corrió había la puerta.

–¿Qué haces? ¡No puedes salir! –exigió Renato.

–¡Hagan algo! Es mi amiga –comenzó a llorar descontroladamente. Todos tenían una mirada de susto, estaban asustados y nadie sabía que hacer.
Nadie prestó atención a la rubia que lloraba por su amiga.

–¡Son unos idiotas! –gruño enojada. Se encaminó hacia la puerta de salida. Renato le impidió el pasó pero como era de esperarse, la chica logro salir sin problema alguno.

Podía ver desde la puerta de vidrio a la rubia intentando reanimar a su amiga, pero había perdido demasiada sangre.

–¡AYUDA! –grito con desesperación.
Sin nadie esperarse lo que se aproximaba, una bala se incrusto en la nuca de la rubia, dejándola sin vida.

La sangre salpico el vidrio, pegue un grito y por instinto cubrí mi cara.

–¡No podemos salir! –volví a oír la voz de Renato. Ni siquiera dijo algo por la vida de las dos jóvenes.

Los lloriqueos inundaron la habitación completa, nadie comprendía que estaba pasando.

M&G |Joel Pimentel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora