Capítulo 3

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NOTA: ESTE CAPÍTULO TIENE UNA ESCENA LEMON, FAVOR DE TOMAR EN CUENTA.

Al fin es la noche de inauguración, estaba viendo por el enorme ventanal mientras un asistente se disculpaba debido a la demora de una de las patrocinadoras del teatro, escuche decir que era americana. Me había alejado del resto porque quería estar solo y tranquilo, en casa, con Ethan y mis padres por todos lados era difícil encontrar un momento de tranquilidad.

Nunca he sido del tipo de hombre que se deja impresionar por una mujer, soy más bien práctico. Aun así, desde que me topé con esos hermosos ojos a mi llegada a Londres no he podido sacarla de mi cabeza, me interesa conocerla, la sensación que experimente en ese segundo me indica que ella es alguien especial.

Mientras pensaba en eso, un auto estacionó en la entrada y supuse que era a quien todos esperaban, mi sorpresa fue tan grande que tuve que parpadear un par de veces para creer lo que veía, la joven del puerto había bajado de aquel auto, con movimientos lentos me dirigí a la puerta para tener un encuentro casual con ella, presentarme y poder escoltarla a la recepción, sin las miradas indiscretas de los demás invitados.

"Al menos ese era mi pensamiento hasta que por error choque con ella y la hice caer, ¿quién iba a pensar que ella correría con semejantes zapatos? Me quede sin saber qué hacer por estar contemplándola, su vestido guinda realza el tono aperlado de su piel, su cabello es largo y rizado lo que exalta la delicadeza de las facciones de su rostro, su nariz respingada con unas pecas salpicadas sobre ella, sus pómulos afilados, su cuello largo, su altura parece ser la ideal, pero sobre todo lo que me ha impresionado son sus ojos, esos ojos que me han perseguido desde que nos vimos en el puerto. Están enmarcados por unas espesas pestañas negras, su mirada es verde como la selva y con un brillo igual de salvaje. Ese par de ventanas reflejan la tempestad de su alma, jamás había visto tal pasión en ninguna otra mujer.

¡Y qué carácter! Me encantó verla sentada en el suelo, mientras parecía debatirse entre la vergüenza y el llanto por semejante situación, sonreí al pensar que me había dejado engañar y no era más que una chiquilla más del montón y sin embargo, en el momento justo en que el valet le ayudo y se fue ante mi descortesía de no ofrecerle mi mano, recobró la entereza y me puso en mi lugar. Además se atrevió a quitarme el cigarro de la boca y pisarlo como si de un bicho se tratará y se fue indignada. Me hubiese encantado seguir esa competencia verbal con ella, pero ya se presentará la revancha, señorita pecas."

/o.O/

Me disculpe con los anfitriones de la recepción por mi demora, con ánimos renovados de poder alejarme del tipo aquel.

Me presentaron ante todos los invitados como la mayor patrocinadora e inversionista de la compañía y de teatro mismo. Durante las dos horas que estuve saludando a cada persona, mi mente nulificó por completo mi vergonzosa entrada al recinto. Pero todo duró muy poco porque al poco rato de haber terminado la cena, lo presentaron como uno de los directores, ese sujeto no solo iba a ser actor, también apoyaría con la dirección ¡y yo tendría que estar en contacto con él!

Nunca había experimentado recelo ante nadie, pero no lograba entender qué le pasa a ese tipo.

¡Oh, Albert ilumíname con tu paciencia para encontrar lo mejor de las personas aunque no esté a simple vista!

Ah, mi Albert, ¿piensas en mí? Yo recuerdo mucho nuestra boda, tú fuiste el hombre que cambió mi vida.

Me pediste que nos casáramos 6 meses después de nuestro primer beso, yo era muy feliz, tú querías esperar a que cumpliera los 18, accedí y al día siguiente, unimos nuestras vidas en una ceremonia sencilla. Sabía que él temía nuestra noche de bodas, después de todo era un hombre de casi 26 años y yo apenas una joven de 18, muy menuda y aunque no niego que tenía, y aún tengo, un cuerpo curvilíneo, parada junto a él, era pequeña y delgada. Albert temía hacerme daño, siempre que lo besaba, se quedaba muy quieto, ambos estábamos conociendo el calor que la pasión podía despertar en nuestros cuerpos.

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