Cómo empezó todo este fiasco

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Me sonó el celular del trabajo, a la hora de comer, mientras le explicaba al buen Juan Castro que las cuentas no se pagan solas, y que cuando no cobramos en efectivo, cobramos en dientes tumbados y otras actividades más recreativas.

Era Bemol. Dijo que Spader iba a casar a un tal Rothbart con Bianca, la muchachita consentida de Proteo. ¡Qué chico es el Feudo! ¿No era él el que estaba enojado el otro día que porque la Duquesita le mató a un amigo? Yo, por mi parte, siempre pensé que a esa chica le hacía falta juntarse con maleantes que tuvieran más clase. Yo, por ejemplo.

Estuve como quince minutos explicándole al cabeza hueca de Bemol que hay una diferencia muy importante entre un ramo y un bouquet, como también entre un saco y un esmóquin.

Cuatro años sin ver juntos a todos esos mentirosos y traidores se dicen fácil, pero al Rey no se le cuestiona. A fin de cuentas, la eficiencia y la puntualidad son lo que separa al Invierno de los payasos. Hice unas llamadas, mandé a un gato (no, no a un gato de verdad, mentecato: es un decir) por mi segundo mejor traje y quedé de recoger a Polaris y a Lucille ese día quince minutos antes.

Ahí estaban todos, en un Hueco de esa Corte nueva. Hacía rato que no veía a tantos Perdedores reunidos, y la neta no lo extrañaba, pero supongo que tenían que llenar los asientos, ¿no? Habían también muchos desconocidos y viejos enemigos. Ya sabes: un día te pican en los riñones que porque te tiraste a su novia, y al otro quieren que te sientes a la misma mesa y hables de cómo está el clima.

El regalo de nuestra Corte fue el bouquet, elegido con (casi) las mejores rosas blancas de mi jardín. Yo mismo se lo di en las manos a Bianca. ¡Qué lástima! Una flor así es para que todos puedan gozar de su belleza, no para que un matoncillo cualquiera la tenga de su vieja y la tenga para él solo. En fin, detalles.

¡Ah, sí! Alguien más también pensó que eso de los casamientos arreglados era de muy mal gusto y decidió envenenar la copa del Rey Spader. Pero ese movimiento no lo viste venir, ¿verdad, viejo barrigón? Con lo que yo no contaba, era con que el hijo de la chingada me iba a echar la culpa a mí. ¡A mí, de todas las personas! ¿Puedes creerlo?

Los más tontos (o dizque valientes) del Feudo se pusieron a buscar al asesino, y Dahlia usó eso de excusa para agarrarme las manos y registrarme. ¡Bueno, al menos alguien salió ganando algo de esa boda!

En fin, el viejo marchito estiró la pata y yo aproveché para invitarlos a todos a una tornafiesta mucho más divertida (especialmente a Bianca).

De hecho, el plan del asesino me dio la razón perfecta para acercarme más a ella y a su nuevo marido. Un juramento más tarde, yo no iba a dejar que nadie más les hiciera daño o profanara la santidad de su lecho nupcial.

Autos costosos, chicas hermosas y jardines finosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora