—¿Alma?

Suspiré, aún desconfiaba algo pero ya no era como al principio, le había visto con Ana, como la cuidaba y la mimaba, como se preocupaba por ella. Veía como la miraba, ese brillo en la mirada de hermano orgulloso. No parecía el Daniel de hacía siete años, ese chico inmaduro y egoísta que solo se preocupaba por su propio ombligo. Estaba cambiado, era más maduro, más hombre. Incluso había cambiado conmigo, me iba mostrando como era su vida, sus miedos, sus sueños... se abría conmigo en cuerpo y alma, sin miedo.

Me acerqué, quedándome a unos escasos centímetros de su cuerpo, podía notar como su respiración se aceleraba, incluso podía percibir como los latidos de su corazón bombeaban con más intensidad. Me quedé atrapada, solo podía escuchar los sonidos que emitía su cuerpo y mirar esos ojos oscuros que me habían dejado pillada tiempo atrás.

Tragó saliva, estaba nervioso, aunque no entendía el motivo. No se le podía pasar por la cabeza lo que estaba sintiendo en estos momentos. Entonces cerré los ojos y me dejé llevar, sin esperarlo, sin pensarlo, solo sentí. Acerqué mis labios a los suyos y le besé, nos besamos.

Al principio le pilló desprevenido, pero a los pocos segundos me devolvió el beso con bastante intensidad. Abrió su boca para darme más apertura, le besé con más ganas, con desesperación, abriendo esa parte de mi ser que estaba oculta y pedía a gritos salir, ese amor que no quería que floreciera pero ahí estaba, expectante.

Daniel gruñó, subió una mano hacia mi melena y tiró de ella, atrayéndome más para sí. Yo le succioné su labio inferior y aproveché para recorrer su interior con mi lengua, buscando la suya. Gimió, parecía que se estaba descontrolando. Me cogió en brazos y me llevó hacia su cama, donde me tiró.

Se echó encima de mí y siguió besándome, moviendo sus manos por mis mejillas, bajándolas hasta llegar a la cintura. Entonces paró y me miró fijamente. Tragó saliva de nuevo y abrió la boca, pasando su lengua por sus labios, con dificultad para respirar.

—No sé qué te está pasando, Alma, pero no quiero que después te arrepientas. Unos minutos más y no podré controlarme, te lo aseguro —soltó una bocanada de aire que acabó en mi cuello, haciendo que se me erizara la piel al sentir un dulce cosquilleo.

—No... esta vez no —susurré.

Suspiró dejando caer su frente sobre la mía, cerró los ojos y sentenció.

—Está bien, ya no me puedo contener más, te deseo demasiado.

[...]

Jadeé satisfecha, nunca en mi vida me había imaginado esto, aún podía saborear las sensaciones vividas hace un momento.

Daniel se acostó dejando caer su brazo, invitándome a apoyarme en su pecho. Una vez me había acomodado, notando sus pectorales subir y bajar, apoyó su mano entre mi melena, acariciándola.

No pude evitar pensar en Sergio, mis relaciones íntimas con él siempre había pensado que estaban bien, bueno, que eran lo normal. No quería comparar a Sergio con Daniel ni viceversa pero no podía evitarlo, me estaba dando cuenta de que no había ni punto de comparación, no solo por la diferencia de experiencias con mujeres de cada uno, si no por el grado de implicación y afecto hacia mí. Daniel se había entregado por completo pero sin olvidarme, me había sentido y me sentía amada con tantos besos, tantas caricias, tantas miradas. Además, ahí estaba a mi lado, acariciando mi pelo y dejándome acomodarme pegada a él, como siempre había soñado de pequeña cuando pensaba cómo sería estar con un verdadero príncipe azul.

En cambio Sergio era más rudo, más callado, no me decía ni hacía nada por complacerme, sino todo lo contrario.

Una vez terminaba mi relación sexual con él se dormía, apartándome hacia un lado. Me hacía sentir mal, como una muñeca, pero me resignaba pues pensaba que era lo normal. Recordar todo lo vivido con Daniel me hacía plantearme si Sergio era así porque no sabía y no tenía la misma experiencia que Daniel, o era porque no le importaba mi propio placer.

De todas formas, no podía evitar sentirme mal, siendo sinceros todavía seguía saliendo con Sergio, pues no había cortado con él cuando Cristofer me raptó. Me había acostado con Daniel, y eso no estaba bien, no por el hecho de haberlo hecho Sergio me daba derecho a hacerlo yo con otro. Pero no podía evitarlo, me había sentido muy atraída hacia Daniel y, claramente, me había excitado mucho, no me imaginaba que podía llegar a ese grado de deseo y necesidad. Daniel me estaba despertando sensaciones y emociones desconocidas hasta ahora, no sabía que podían existir por mi cuerpo y en el fondo me gustaba, me sentía una verdadera mujer.

Aproveché para mirarle de nuevo, esta vez con mucha más calma, parándome en cada rincón de su cuerpo. Admiraba su gran tatuaje del brazo, ese gran dragón enroscado cuya cabeza descansaba cerca de su pecho, ese que se había hecho por mí.

Seguí bajando la mirada hacia su ombligo, deteniéndome en esos abdominales tan trabajados que tenía. Esta vez sí podía admirar bien su V pues no se había puesto el bóxer. Tenía pelo por el pecho pero no demasiado, lo suficiente para que los dedos pudieran deslizarse siguiendo el camino hasta su vello púbico.

Nunca había creído eso que dicen de que cuando haces el amor con una persona estableces vínculos afectivos muy fuertes, pero acababa de descubrir que era cierto. Cuando una persona te hace el amor y te demuestra mediante gestos que te quiere, te hace sentir única y especial.

Estaba confusa, entendía por qué había hecho esto pero... aún no terminaba de creerme los sentimientos que surgían de mi corazón por Daniel, eran jodidamente intensos y... no me arrepentía para nada de descubrirlos.

Pensé en Sergio pero, extrañamente, ese rostro que antes recordaba nítidamente empezaba a estar tan borrado que me costaba recordarle, empezaba a amar a Daniel. Ya no había marcha atrás.

Sombras Partidas #1 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora