Rose

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Le dije que parara, pero ella estaba tan entretenida ahí abajo que no podía escucharme.

Basta, Rose. Me haces doler, llevas más de una hora en mi sexo - dije casi implorando.

No te entiendo, lo estoy haciendo bien. ¿Por qué demonios no puedes venirte? - dijo casi llorando.

Lo siento, preciosa. Ven aquí, deja que comience contigo, por favor -dije.

Ella me quería, lo noté desde el momento que nos conocimos. Rose era una chica increíble en todo sentido, no solo en la cama. Le gustaba saber de mí, le gustaba escucharme, era muy atenta. Note que era una chica de corazón bastante noble. Además de ser físicamente muy atractiva: morena, alta, ojos color azabache y unos labios muy rosados.

La levanté de la cama y la llevé lentamente al baño. Le desabroché el corsé que llevaba puesto, junto con los ganchos que lo unían a unas panty medias largas negras. Ella se puso tensa. Era una chica bastante tímida.

Rose tenía unos senos firmes y grandes, además de unos pezones que se endurecían casi al instante de tocarlos. Estaba por comenzar y ella me interrumpió. Salió corriendo del baño y sin mucha demora volvió con una bolitas tailandesas en la mano.

Quiero ponerte esto -me dijo.

Claramente yo accedí. Se agachó, empezó a besarme la entrepierna y me metió lentamente cada bolita. Gemí por cada una que entraba en mi sexo y cuando terminó de introducírmelas, la vi sonreír. Empezó a subir lentamente, besando cada rincón de mi cuerpo, mientras yo no paraba de gemir. Cuando estuvo de pie frente a mí, me dijo que ahora sí podía empezar.

La metí en el jacuzzi del hotel. Rápidamente ella se echó y yo le abrí las piernas, de manera que se pudiera apoyar en los muros del jacuzzi. Empecé a lamer los labios de su vagina suavemente. Primero lamí sus grandes labios externos y luego los internos. Cuando supe que empezaba a humedecerse y que el tamaño de su clítoris había aumentado, pasé rápidamente mi lengua de arriba a abajo por su clítoris. Lo absorbí, una y otra vez, sin perder el ritmo. Lo chupaba y lo lamía sin parar, con mis manos puestas y apretando sus senos. Jugué con mi lengua y su vagina, no paré de succionarla por más de 40 minutos. Luego, soltó un gemido, su vagina y su clítoris se encogieron y empezaron a contraerse. Terminé limpiándola con mi lengua de todo el líquido blanco espeso que había salido de ella.

Yo conocía su cuerpo muy bien, sabía qué se necesitaba para hacerla llegar.

Rose descansó un rato y cuando ya se había recompuesto me dijo que le tocaba hacerme llegar.

Así fue, salimos del baño y me empujó hacia la cama. Me esposó las manos y los pies, en las cuatro puntas de la cama. Me sacó las bolitas tailandesas con mucha fuerza y gemí. Empezó a chuparme el clítoris agresivamente. Metió su lengua larga y puntiaguda hasta el fondo. Allí empezó a moverla de mil formas. Me cogió y apretó las tetas, sin parar el juego de lengua dentro de mi sexo. Me humedecí y ella rápidamente me soltó las esposas. Me dijo que me pusiera en cuatro en el piso y que no me moviera. La escuché abrir su bolso y supe instantáneamente que íbamos a usar nuestro juguete favorito: un dildo de doble penetración. Al cabo de un rato, sentí como me metía el dildo con mucha fuerza por el ano. Lo metía y lo sacaba, sin parar. Ambas nos excitábamos. Se recostó sobre mi espalda y metió tres dedos en mi vagina. Con la otra mano me acariciaba el clítoris. Yo no podía estar más excitada. Con sus tres dedos dentro de mi vagina, con el dildo en mi ano y con su mano izquierda sobándome el clítoris, no pasaron 20 minutos y me vine. Diría que mi orgasmo fue mucho mayor que el de Rose. La mano de Rose estaba llena del líquido espeso. Nos levantamos del piso, me mostró su mano sonriente y se la llevó a la boca. Chupó cada uno de sus dedos, luego con fuerza me llevó hacia ella y me besó. Sin parar, nos recostamos en la cama. Ahí, continuamos besándonos, con sus manos en mi trasero y las mías en el suyo, jugando con nuestras lenguas como si no hubiese un mañana.

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⏰ Última actualización: Oct 02, 2017 ⏰

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