Vivir en un mundo donde los más fuertes abusaban del más débil era un asco.

Se sentía desprotegida y totalmente abandonada sin ninguna persona que la quisiera cuidar. Nadie le había enseñado muestras de cariño. Cuando era pequeña recordaba ver a las madres abrazando a sus hijos al ir por ellos a la escuela pero en su caso su madre ni siquiera le daba la mano. Únicamente le decía que fuera más rápido y no se alejara. La única vez que juntó el valor suficiente para abrazarla le dio tal bofetada que le sacó un diente.

Ella quería sentirse amada, pero dado que nunca lo había sido no podía decir que extrañara esa sensación de sentirse querida por otra persona.

(...) suspiró largo mientras se veía frente al espejo del baño, el calor corporal subía y el sudor le comenzaba a molestar.

Sin mucha prisa se quitó la enorme sudadera para dejar ver sus pechos, inconscientemente se acarició la cicatriz que tenía sobre la clavícula. Una fea y delgada línea que le llegaba al tórax. Jamás olvidaría el día que se la hizo.

―¡(...)! Baja ahora mismo.

Al escuchar el grito impaciente de Aimé se volvió a vestir todo lo rápido que le permitieron sus brazos y bajó corriendo las escaleras donde la esperaba su madre.

Con una expresión de muy mal gusto debía decir.

Tras limpiarse la sangre de la boca y el corte del pómulo se preparó para dormir. Ya había terminado sus «obligaciones» en la cocina después de «hablar» con Aimé por lo que a su «amorosa» madre no le importaría si se iba a dormir sin cenar. Otra vez.

(...) ya tenía su ropa de dormir puesta y sacó un pequeño libro de cuero gastado de uno de los cajones de su cómoda. Era un diario que escribió desde que Niko se lo regaló al cumplir los nueve.

Abrió el diario y empezó a leerlo, cosa que siempre hacia cuando sentía que no podía más.

Nikolay me ha regalado este diario. He cumplido nueve años, y según las palabras de Niko eso me convierte en una señorita.

Tengo pensado escribir todos los días desde que empiece la nueva escuela, quiero hacer muchos amigos y espero tener muchas aventuras.

Hoy conocí a mis compañeros de clases y hay una chica llamada Laetha y ahora las dos somos amigas.

(...) sonrió de forma triste al recordar a su primera y mejor amiga Laetha. Teniendo nueve años y haber encontrado una amiga fue nuevo para ella, tanto que sólo escribió aquel primer día. Pero su felicidad fue poca pues le tocó mudarse a Chicago, donde su infierno particular comenzó. La chica se enjugó la nariz con un pañuelo de papel y siguió pasando las hojas hasta llegar al primer día de su infierno. El día que conoció a Ursula y su séquito de lagartas.

Entré al instituto a mitad de curso, fue un poco vergonzoso porque todos ya tenían sus grupitos y parejas de amigos hechos y consolidados. No me siento muy bien siendo la nueva y puesto que Laetha ya no está conmigo en clases la cosa es más incómoda. Sigo manteniendo contacto con ella pero hablarlos por WhatsApp no es lo mismo. Tres chicas muy amigables fueron las primeras en presentarse: Ursula, Raquel y Brianna. Espero que pueda ser su amiga.

―No podía ser más tonta ―se regañó la chica a sí misma.

Dejó el diario abierto sobre su pecho y se dedicó a mirar al techo mientras intentaba recordar cuándo había sido la última vez que habló con Laetha.

Aún le dolía la boca y el pómulo, le pesaban los párpados y se preguntó qué habría pasado si su padre estaría en su vida. Se tapó los ojos con el antebrazo y soltó un hondo suspiro de tristeza al saber la respuesta. Mucho cambio debía decir.

BlueBerry (EDITANDO)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin