Luego llegó la noche en que cayó la primera estrella. Se la vio por la mañana temprano volando sobre
Winchester en dirección al este. Pasó a gran altura, dejando a su paso una estela llameante. Centenares depersonas deben haberla divisado, tomándola por una estrella fugaz. Albin comentó que dejaba tras de sí
una estela verdosa que resplandecía durante unos segundos. Denning, que era nuestra autoridad máxima
en la materia, afirmó que, al parecer, se hallaba a una altura de noventa o cien millas, y agregó que cayó a
la Tierra a unas cien millas al este de donde él se hallaba.
Yo me encontraba en casa a esa hora. Estaba escribiendo en mi estudio, y aunque mis ventanas dan hacia
Ottershaw y tenía corridas las cortinas, no vi nada fuera de lugar. Empero, ese objeto extraño que llegó a
nuestra Tierra desde el espacio debe haber caído mientras me encontraba yo allí sentado, y es seguro que
lo habría visto si hubiera levantado la vista en el momento oportuno. Algunos de los que la vieron pasar
afirman que viajaba produciendo un zumbido especial. Por mi parte, yo no oí nada. Muchos de los
habitantes de Berkshire, Surrey y Middlesex deben haberla observado caer y en su mayoría la
confundieron con un meteorito común.
Nadie parece haberse molestado en ir a verla esa noche.
Pero a la mañana siguiente, muy temprano, el pobre Ogilvy, que había visto la estrella fugaz y que estaba
convencido de que el meteorito se hallaba en campo abierto, entre Horsell, Ottershaw y Woking, se
levantó de la cama con la idea de hallarlo. Y lo encontró, en efecto, poco después del amanecer y no muy
lejos de los arenales. El impacto del proyectil había hecho un agujero enorme y la arena y la tierra fueron
arrojadas en todas direcciones sobre los brezos, formando montones que eran visibles desde una milla y
media de distancia. Hacia el este habíase incendiado la hierba y el humo azul elevábase al cielo.
El objeto estaba casi enteramente sepultado en la arena, entre los restos astillados de un abeto que había
destrozado en su caída. La parte descubierta tenía el aspecto de un enorme cilindro cubierto de barro y sus
líneas exteriores estaban suavizadas por unas incrustaciones como escamas de color parduzco. Su
diámetro era de unos treinta metros.
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La guerra de Los mundos
ClassicsLa Guerra de los Mundos Autor: H.G. Wells Género: Ciencia Ficción / Clásicos Universales Idioma: Español Resumen: «Las obras de Mr. Wells pertenecen, sin duda, a un tiempo y un grado de conocimiento científico futuro, muy alejado del presente pero n...