Capítulo 1

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Estaba harta, mi paciencia había menguado paulatinamente con el paso de los días, terminando por desaparecer.

¿Tan difícil era entender que no iba, por nada del mundo, a acostarme con él?

Ni sus lindos ramos de gardenias, ni sus costosos y deliciosos chocolates. ¡Ni siquiera ese cuerpo de ángel! Nada, absolutamente nada, iba a hacerme cambiar de opinión.

Alexander Dicker estaba vetado. En mi lista de un "No, no, no, amiga. Eso ya lo beso el diablo"

El problema radicaba en que ese asquerosamente sexy hombre entendiera que por nada del mundo tocaría mi bello y perfecto cuerpo.

Porque Alex no aceptaba un no por respuesta, y mi madre estaba comenzando a sospechar sobre la procedencia de los regalos que recibía cada maldito día.

En un principio había sido divertido, ¡lo había disfrutado! Pero luego de tres meses se había vuelto cansino y molesto.

Por eso, antes de llevar a mi Cindy al paraíso, mejor conocido como Sweet peach, tenía que restregarle las malditas flores en la cara a Alex, mientras le metía en la cabeza que no podía seguir con sus pobres intentos de conquista.

Le metería los chocolates por las orejas, pero esos me los había comido. Conciencia, niños, la comida no se desperdicia. Mucho menos unos chocolates de cien dólares.

―¿Vas a ver a ese pobre chico? ―me preguntó mamá al verme arreglada y cabreada, como siempre que llegaban esos regalos― deberías darle una oportunidad. Se esmera tanto por agradarte...

―¡No, mamá, Alex no puede agradarte! ―exclamé negando frenéticamente con la cabeza, mientras golpeaba las flores contra la mesa de la cocina, destruyéndolas. Me sentí culpable por un momento. Digo, las flores no tenían la culpa de que Alex las hubiera comprado. Pero solo pensar en él había provocado que mi sangre hirviera en mis venas. Y es que no solo eran los regalos, también eran sus llamadas y los mensajes a las once de la noche, cada noche. En conclusión, quería exterminarlo del planeta― Él es arrogante, prepotente, un mujeriego asumido y además un pesado que no sabe recibir un no por respuesta.

―Primero que todo, el desastre que acabas de formar en el piso me lo limpias antes de salir, Lilibeth ―dijo con su característica voz de madre cabreada, frunciéndome el ceño en un intento por intimidarme, pero más que eso me causo ternura. Ella simplemente no tenía en sus genes el poder intimidar a nadie. Rodé los ojos ante su forma de llamarme, a sabiendas de que lo hacía porque sabía que lo odiaba― segundo, no deberías horrorizarte por ello. Soy tu madre, cariño, pero no soy idiota ni ciega. Sé qué tipo de chica es mi hija, y no me molesta, es tu vida y son tus decisiones. Pero si mal no recuerdo, todo lo que acabas de decir, podría calificar exactamente con una descripción tuya.

―¡Exacto! ―apunté con una sonrisa― ¿Qué tan estúpido sería que me... relacionara con alguien como yo? No, mamá. Además, yo no necesito amarrarme a nadie. Soy un alma libre, salvaje. No necesito que nadie me controle ni limite.

―Pero si él es como tú lo pintas, no creo que sea para nada alguien que vaya a controlarte ni limitarte, ya que si es tan parecido a ti, sabrá que eso no es algo que tú vayas a permitir ―opinó cortando el ultimo tomate y echándolos en la olla, la cual desprendía un delicioso aroma a salsa boloñesa, aguando mi boca― de cualquier forma, como ya dije, es tu vida y son tus decisiones. Pero recuerda que si algo está destinado a suceder, no importa que tanto lo evadas, tu destino va a llegar a ti tarde o temprano.

―Detesto cuando te pones en plan filosófica.

―Y yo detesto que salgas con esa ropa, pero mira, no me quejo.

Equal Halves. MADLY IN LOVE #2Where stories live. Discover now