Al final cedí, pues Daniel tiene un imán en mí que hace que no pueda resistirme mucho, siempre terminaba haciendo lo que él quería, daba igual que hubiera pasado mucho tiempo, años de entrenamiento y autoestima tirados a la basura. Suspiré, no quería reconocerlo pero me veía preciosa, no podía parar de mirarme en el espejo y admirar esos ojos azules tan llamativos que llevaba, de esos que puedes perderte en ellos durante horas.

Cuando me encontré con él se quedó parado comiéndome con la mirada, soltando un silbido automático al quedarse mirando mi rostro. ¿Mi rostro? Fruncí el ceño al observar que no se me había quedado mirando el escote ¿Estaba malo? Seguro que tenía fiebre.

—Joder, estás tremenda, Alma —Tragó saliva—. No te imaginas como me estoy conteniendo para no ponerte de nuevo contra la pared.

Sonreí ligeramente, era interesante ver como sus ojos brillaban y su cara de sorpresa y admiración aún no había desaparecido de su rostro.

Le miré detenidamente, con descaro, estaba tremendamente sexy. Llevaba unos pantalones vaqueros que se ajustaban a su piel, una camisa negra sin los tres primeros botones y había peinado su pelo hacia atrás usando gomina. Podía notar cómo se me caían las bragas con solo mirar hacia su boca, hacia esa barba incipiente que le daba un aspecto muy masculino. Creo que esa camisa se iba a convertir en mi favorita con solo ver como marcaba sus músculos, su cuerpo bien dotado.

—¿Estoy guapo? —preguntó sacándome de mi estado de letargo.

—Nnnssí —respondió mi cuerpo por mí.

—Entonces vamos.

Al acercarme a él para salir por la puerta mis fosas nasales se abrieron de forma instintiva, un perfume muy dulce y tentador salía del cuello de Daniel, atrayéndome aún más si eso era posible, parecía que susurraba "pruébame".

Caminamos durante un rato por las calles de Barcelona hasta llegar a nuestro destino, un club que parecía ser bastante conocido, pues estaba lleno de gente, tanto dentro del lugar como fuera en la acera.

Los rótulos con el nombre del local alumbraban en blanco todo el lugar invitándote a entrar. Había una larga cola pero gracias a Daniel pudimos entrar sin tener que esperar, por lo visto, estaba incluido en las personas VIP y podíamos acceder a una zona privilegiada.

Habíamos llegado relativamente pronto pues aún faltaba como media hora para que el local se llenara, agradecí para mis adentros que Daniel fuera VIP, odiaba los sitios abarrotados donde no puedes ni respirar. Nos sentamos en uno de los sillones negros y un camarero se acercó para ver qué queríamos pedir. Al darse cuenta de que se trataba de Daniel le saludó dándole un fuerte abrazo y se detuvo unos minutos para charlar, lo justo para que el jefe no se percatara de su ausencia y le riñera.

No sabía muy bien que pedir, pues la fiesta y el alcohol no eran lo mío, era más de refrescos, así que me dejé asesorar por el propio camarero.

—Lo siento, no soy mucho de alcohol —Me sonrojé—. ¿Qué me recomiendas?

—Te prepararé un Sex on the beach, creo que te gustará —contestó guiñándome un ojo.

—A mí dame lo de siempre.

El camarero asintió y se fue a la zona de abajo silbando felizmente la canción que estaba sonando en todo el local. Las luces rojas alumbraban la sala, creando una atmósfera de intimidad y elegancia. Miré de un lado para otro, admirando el lugar. Desde donde estábamos podíamos mirar a la gente bailando en el piso de abajo y al DJ pinchando los temas. Volví a dejar mi mirada en Daniel, seguía viéndole muy atractivo.

—¿Qué es lo de siempre? —pregunté con curiosidad.

—Un cubalibre.

—¿Está rico?

Sombras Partidas #1 (COMPLETA)Where stories live. Discover now