Él se encogió de hombros.

—Sé lo que hago, nena.

—Podías buscarte otro trabajo, algo que no diera tantos problemas y no te hiciera acabar entre rejas.

—Esto es lo que mejor sé hacer. Además, se gana bastante dinero —Me sobresalté al sentir su mano coger la mía—. Tranquila, no dejaré que te pase nada, estás a salvo conmigo.

—¿Se te olvida todo lo del pasado? —Le quité la mano enfadada, con él no estaba a salvo.

—No hay día que no me arrepienta de eso, Alma. Pero he cambiado, te lo he dicho muchas veces y creo que te lo estoy demostrando, no soy ese chico desesperado.

—Yo creo que estás fingiendo para llevarme a la cama y luego desecharme como si fuera un trozo de papel —contesté dolida.

—Para nada te desecharía como a un trozo de papel, pero sí me gustaría llevarte a la cama —Me miró fijamente y añadió—. Y a más sitios.

—¿Sigues acostándote con mujeres? —La pregunta rondaba por mi mente muchas veces, temía la respuesta pero necesitaba escucharla.

—Ya no.

—Mientes —contesté resentida.

—¿Para qué me preguntas si no me crees? —bufa—. Es la verdad, ya no. Ahora es cosa tuya confiar en mí.

Me quedé en silencio, parecía molesto de verdad al decir que estaba mintiendo, incluso había apretado con fuerza el volante, tensando el rostro.

Otras preguntas aparecían en mi mente, eran como un rompecabezas intentando ser resuelto. Me molestaba pero quería comprender por qué había sido así conmigo, por qué todo esto y por qué no hacía su vida sin mí, como durante años había hecho.

—¿Por qué no has intentado acostarte conmigo?

—Precisamente por lo que te he dicho antes, he cambiado —Su mirada se había dulcificado, parecía que se había calmado—. Para mí eres mucho más que un cuerpo y una cara bonita.

Mi cuerpo se estremeció al escuchar esas palabras, sabía el peso que tenían sobre mí. Decidí no contestar y mirar por la ventanilla, parecía que ya estábamos llegando a casa. Pensé en Sergio, si supiera que me encontraba en el coche con un hombre que no paraba de intentar coquetear conmigo se hubiera vuelto loco, no le gustaba que los chicos me mirasen de esa forma en la que Daniel lo hacía, aunque, para ser sincera, nunca me había mirado nadie como lo hacía Daniel.

En el garaje aparcó a la perfección, apagó el motor y se giró para despertar a Ana, para mi sorpresa la niña dormía incluso más que yo, parecía un oso en proceso de hibernación.

—Eh, peque, hemos llegado ya.

—Hmrrgm...

Se frotó los ojos, parpadeando varias veces seguidas hasta acostumbrarse a la luz. Parecía que aún estaba medio dormida porque al bajar casi se cae, todavía no tenía mucha estabilidad. Daniel la miró con cariño y la agarró como si fuera un saco de patatas, llevándola hasta casa.

Una vez dentro, Brutus nos saludó con unos ladridos y Daniel dejó a su hermana en su cama, la arropó con la manta, bajó la persiana de la habitación y le dio un beso en la frente.

—Ven al salón, creo que aun tenemos una conversación pendiente —dijo cerrando la puerta de la habitación de Ana.

Me acomodé en el sofá y él se dirigió a la cocina, no quería parecer sumisa ante él pero necesitaba obtener respuestas. A los pocos minutos regresó con dos tazas, un nesquik para mí y un café para él. Después de beber un sorbo me aclaré la garganta y le hice una de las preguntas más importantes para mí.

—¿Por qué yo?

Daniel levantó una ceja, parecía que no había entendido mi pregunta.

—¿Por qué tú?

—Sí, ¿por qué me secuestras después de tantos años? ¿por qué tanta fijación conmigo?

—Te lo dije en la cocina, reflexioné durante mucho tiempo y me di cuenta de que estoy enamorado de ti —Y añadió en un susurro—. Como nunca antes lo había estado. Haría cualquier cosa con tal de verte feliz.

—¿Acaso has estado enamorado alguna vez? ¿Sabes qué es el amor? —No pude evitar soltar una risa amarga, Daniel no era de esas personas que se enamoran.

—Sí, he estado enamorado una vez aparte de ti ahora. Aunque, por lo que veo, no te lo creas, sé qué es el amor.

—¿Y qué es para ti? —Le miré a los ojos de forma desafiante.

—Es no querer desperdiciar la oportunidad de poder demostrar a la persona que amas lo que sientes por ella, darte cuenta de que las has cagado y ponerte nervioso por no saber cómo demostrarlo —Hizo una pausa—. Es saber que si con esta última oportunidad no lo consigo, debo dejarte ir, porque aunque sea egoísta y haya hecho esto porque deseo que estés conmigo, ante todo quiero que seas feliz —Parpadeó varias veces y dijo casi en un susurro—. Aunque sea sin mí.

Me quedé callada, sus palabras hacían que mi corazón latiera más deprisa pero no quería ceder, me había costado mucho olvidarle. Por un lado veía sus gestos, parecían sinceros, pero por otro lado Daniel ya tenía veintisiete años, sabía ya bastante sobre la vida y sobre mí, había estado con muchas chicas y sabía qué tenía que decir y qué hacer para que bebieran de su mano.

—Sé que has sentido algo en la piscina, Alma, podía notarlo, incluso tú lo sabes aunque no quieras admitirlo —dijo mirándome fijamente, penetrando mi mirada—. Sé que tienes novio, te he visto con él, pero ambos sabemos que, en el fondo de tu corazón, me echas de menos.

—Lo habrás malinterpretado —Miré hacia otro lado.

—Ambos sabemos que no.

—Casi destrozas mi vida —contesté desesperada—. No quiero sufrir más, no otra vez.

—Alma, mírame a los ojos y sé completamente sincera, si me dices que no, te dejaré marchar, podrás delatarme y cumpliré mi condena en la cárcel por secuestrarte —dijo levantándose y arrodillándose en el suelo enfrente de mí, mirándome con esos brillantes ojos marrones—. ¿Sientes algo por mí?

Me mordí el labio de forma inconsciente y pensé en Sergio, pensé en nuestra relación, en todo lo que habíamos vivido. Recordé mi pasado con Daniel, mis conversaciones con él, sus palabras. Llevaba unos días aquí y ya se había trastocado toda mi vida, quería volver a Asturias pero sentía como un imán que me atraía hacia Daniel, por más que intentara alejarme. Mi cuerpo respondía a sus caricias como nunca antes lo había hecho, mis piernas temblaban cuando me miraba fijamente y sí, me preocupaba que algo malo pudiera pasarle. ¿Por qué no sentía eso con Sergio? ¿Por qué dudaba qué responderle? Si le decía que no todo se acabaría, volvería a mi hogar, Daniel desaparecería de mi vida, para siempre... ¿Era eso lo que quería?

Sombras Partidas #1 (COMPLETA)Where stories live. Discover now