—¿Llevas mucho tiempo esperando? —preguntó Lucy, haciendo que Mario se sobresaltara. La creyó salida de la nada.

     —Vine temprano —respondió Mario, sobándose la nuca.

     Sin pretenderlo revisó el atuendo de Lucy: pantalones pirata holgados, zapatos deportivos, una camiseta con estampado de superhéroes. Llevaba el cabello amarrado en una coleta alta y cero maquillaje. Se preguntó si era el atuendo normal para una mujer de su edad, pero como muchas otras de sus interrogantes, la dejó pasar.

     —¿Te sucede algo? —preguntó Lucy ahora un tanto preocupada—. Estás pálido.

     —Creo que es el calor.

     —Mmm —murmuró Lucy. Revisó algo en su teléfono celular y luego tomó la mano de Mario.

     A Mario no le gustaba visitar heladerías porque se sentía fuera de lugar. Lo que solían hacer era comprar el helado y, con la manía de Lucy por caminar, irse por ahí hasta que se derretía o ella se lo quitaba para terminar de comerlo. Esta ocasión a Lucy le pareció mejor idea quedarse ahí para que Mario descansara y pasara un poco del calor disfrutando el aire acondicionado del lugar. En el área de juegos varios niños se divertían. Apenas había otra pareja en el local.

     —Ha estado haciendo demasiado calor, ¿no te parece? —observó Lucy. Mario comprendió que su estado de ánimo había conseguido descolocarla. Lucy jamás hablaba del clima.

     —No es nada. Creo que dormí mal.

     —¿Seguro? Ni siquiera tenemos planeado gran cosa para hoy, no me molestaría si decides irte a casa a descansar. O podemos ir a mi apartamento. Hoy mi compañera no está.

     Mario se lo pensó. Eso significaba que podrían hacer el amor, y con lo atareados que habían estado ambos últimamente, se dio cuenta de que ya había pasado demasiado desde la última vez. Se quedó ido en los labios de Lucy, a los que el helado nunca parecía afectarles. El placer que notaba en ella cuando degustaba los helados hacía que se preguntara si las mujeres tenían el poder para hacer que todo gesto resultara sugerente. A veces se lo parecía así. ¿Debía parecérselo así?

     —No te preocupes, come con calma —respondió él al fin. El aire comenzaba a refrescarlo. Tal vez su mareo sí se había debido al calor.

     Lucy terminó de comer pero se levantó por otro helado, esta vez más sencillo. Mientras pagaba, Mario se fijó en lo bonita que se miraba aun con un atuendo tan ordinario. En esa oportunidad él iba más arreglado que ella. De hecho, esto era lo común. Cuando Lucy estaba con él prefería atuendo cómodos, rara vez usaba algo coqueto para llamar su atención. Ahora que le dedicaba más de un pensamiento a este asunto, no supo cómo sentirse consigo mismo por experimentar cierto alivio.

     —Si había comenzado a arreglarse y maquillarse más, esas cosas se notan —dijo alguien en la distancia, y Mario se sobresaltó al creer que se trataba de su hermano. No fue así. Una mujer platicaba con otra mientras ambas le prestaban atención a sus hijos en el área de juego. Una de ellas tenía un carro de juguete en las manos; la otra, una muñeca.

     —¿Quieres irte? Hoy está más bullicioso de lo normal —dijo Lucy al retomar su asiento.

     —Sí, lo mejor es que nos vayamos.

     —¿A tu casa o a la mía?

      —A la tuya.

     De camino a casa de Lucy, Mario hizo algo que pocas veces hacía: fijarse en la atención que Lucy despertaba en otros hombres. Se convenció de que, si ella fuera vestida de otra forma, la mirarían incluso más. A pesar de tener treinta, lucía todavía muy joven, e incluso siendo tan desarreglada, era muy bonita. Mario apretó la mano de Lucy. Le gustaba caminar a su lado, pero detestaba cuando se soltaba para tomar alguna fotografía con su celular. En esta oportunidad, sin embargo, no lo soltó ninguna tan sola vez.

Relatos de amores y amoresWhere stories live. Discover now